Cueva de las Chivas, un reto para los gambusinos

**Esta cueva es una de las entradas a la famosa Mina Vieja o Mina Fundadora, que fue la principal fuente de riqueza en toda la región, desde hace trescientos años.


Cueva de las Chivas, un reto para los gambusinos

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2011, 20:02 pm

Por Froilán Meza Rivera

Aquiles Serdán, Chih.— Adentro y abajo es, literalmente, otro mundo. La profundidad pesada y oscura no es para los seres vivos, dicen, y acá en la llamada Cueva de las Chivas, que es una ramificación de Mina Vieja, las chivas, los animales silvestres e incluso los insectos, sólo llegan a la entrada.

Ninguna planta o animal florece ni respira en los socavones profundos a los que sólo llegan individuos audaces provistos de fuentes autónomas de luz.
La exploración de cuevas, cavernas y minas es toda una especialidad, y sin equipo o la experiencia mínima, cualquiera se pierde y se muere.

Pero hay una casta de valientes y osados...

El Tony es, tal vez, el más avezado y conocedor de los gambusinos de Santo Domingo y alrededores, lo que ya es mucho decir. Ellos se autonombran “risqueros”, y son varias decenas de individuos que se dedican a “risquear”, es decir, a buscar cristales y otros minerales adentro de las minas de la región, para venderlas a los traficantes, que los compran a bajo precio y los llevan a las tiendas especializadas.

La expedición comienza un día antes con la preparación del equipo, que en este caso son tres lamparitas sencillas de carburo que deben ser calibradas, rellenadas del combustible y probadas para que no fallen. Además, se dispuso de otras tres lamparitas de mano, cuya carga eléctrica se obtiene con agitarlas pues traen integrado un dinamo, y son totalmente infalibles. Se contó, asimismo, con un tremendo reflector ultra liviano con ocho luminarias pequeñas dispuestas en círculo, y la lámpara más potente en el centro. Cascos, y ya, es todo...

El viaje inició a pie a partir del pobladito de la Mina Vieja, donde oficinas y bodegas están abandonadas desde hace décadas. Aquí mismo sobrevive la vieja estructura de madera de ésta, que es la mina más antigua de todas las de la región. Se distinguen en esa estructura las tolvas que descargaban en el desaparecido sistema de trenes aéreos de carga que comunicaba Mina Vieja y otras minas con Santo Domingo y con la cabecera municipal Santa Eulalia.

A pie, porque a los dos accesos de la Cueva de las Chivas no hay camino, sino unas veredas de chivas. Llegar a la primera de estas entradas fue fácil, pero para acceder a la segunda, hubo que remontar parte del Cañón de Mina Vieja y un cerro tapizado con feroces y casi impenetrables gatuños.

El viaje ya adentro de esta mina resultó fascinante, porque si bien los socavones son algo estrechos en largos tramos, se expanden en varios sitios, y en dos ocasiones se pudo ver cómo la mina se ha colapsado, y colapsado en serio, porque grandes masas de roca se fueron a depositar en el fondo de las enormes salas, y el hueco tremendo que dejaron esas masas se observó en el techo, tan alto ahora en esos sitios, como la bóveda de una catedral gótica.
Para quienes no dominan las técnicas de la exploración de cuevas y cavernas, los peligros son innumerables, como el riesgo siempre presente de una caída fatal, de lesiones, quebraduras de piernas...

Los mineros y los gambusinos, quienes alguna vez en su vida se han perdido en las entrañas de la tierra, tienen inclusive técnicas para combatir el miedo que puede hacer de un hombre una piltrafa en minutos. Un simple accidente que rompa o estropee la lámpara del gambusino, por ejemplo, lo dejará a 90 metros de profundidad, distante a varios kilómetros de la entrada de la mina, atrapado en la más completa oscuridad, solo, sin alimento, sin manera de comunicar a nadie su desgracia. La angustia de un accidente así impide al gambusino razonar con frialdad, y lo paralizará antes de que sus conocidos de afuera se den cuenta, pasados tres días, de que algo le está sucediendo y organicen una tardía partida de rescate.

Por fortuna, nada de eso sucedió a esta expedición, cuyos tres integrantes regresaron sanos y salvos, aunque espinados y raspados de brazos, tobillos y rodillas y muy, muy maravillados.