Consideraciones sobre el movimiento estudiantil del IPN

OPINIÓN INVITADA/ La Crónica de Chihuahua


Consideraciones sobre el movimiento estudiantil del IPN

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2015, 19:36 pm

/facebook @twitterLuis Antonio Rodríguez

Todo comenzó el 17 de septiembre pasado, cuando alumnos de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (ESIA), Unidad Zacatenco, del Instituto Politécnico Nacional (IPN), iniciaron un paro de actividades.

Posteriormente, una serie de escuelas pertenecientes a dicha institución se sumaron a la protesta contra el nuevo reglamento interno, así como contra los nuevos planes y programas de estudio, impulsados por la entonces directora, Yoloxóchitl Bustamante Díez, quien abandonó su cargo semanas después ante el auge de las protestas que se masificaron con el transcurrir de los días.

Bustamante Díez manifestó en diversos medios de comunicación que la renovación del reglamento interno era una necesidad, pues desde 1998 no había sufrido cambios; señaló también que la intención esencial era definir las orientaciones generales respecto de la investigación, innovación y el desarrollo tecnológico, y que también existía el compromiso de armonizar la normatividad interna con la normatividad federal, en lo que respecta al Plan Nacional de Desarrollo y a la reforma educativa (Aristegui Noticias, 25 de septiembre de 2014).

Pero el estudiantado también tenía razones para oponerse al nuevo reglamento y a los cambios que éste implicaba. A través de un largo documento, la comunidad politécnica se dirigió a Yoloxóchitl Bustamante para manifestarle que el nuevo reglamento interno implicaba una política de reestructuración global del IPN, misma que atentaba contra los principios que dieron nacimiento a la institución y, por lo tanto, afectaba los derechos de sus alumnos, docentes, directivos y personal de apoyo.

Del documento de análisis y de las inquietudes de la comunidad se desprendió el pliego petitorio que los estudiantes enarbolaron y que entregaron públicamente al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y que contenía lo siguiente:

1) Cancelación total y no posposición momentánea del reglamento interno propuesto y aprobado por la directora Yoloxóchitl Bustamante, aunque la comunidad estudiantil no tendría objeción al análisis y discusión del reglamento interno para que no se trastoquen los derechos de la comunidad politécnica.

2) Cancelación de los planes de estudio que tecnifiquen la educación superior y reduzcan la calidad educativa de las escuelas de nivel medio superior en el instituto.
3) Destitución de Yoloxóchitl Bustamante como directora del IPN, con la correspondiente democratización de la elección del nuevo director.
4) Salida de elementos de la Policía Bancaria de las instalaciones de la institución.

5) Eliminación de las pensiones vitalicias de ex directores del IPN.
6) Democratizar al IPN con la representación equitativa de estudiantes, docentes y trabajadores, así como la realización de sesiones públicas.
7) La no toma de represalias administrativas, académicas y/o legales contra integrantes de la comunidad politécnica.
8) El incremento de recursos, al menos del dos por ciento del producto interno bruto, al IPN y la educación superior.
9) Información de todas las formas de injerencia del sector privado en el IPN y:
10) Expulsión de la institución de los grupos de porros.

El movimiento fue creciendo a lo largo de las semanas, lo que se evidenció en las manifestaciones masivas protagonizadas en su mayoría por los estudiantes politécnicos y secundadas por miembros de universidades públicas, sobre todo las del Distrito Federal.

A decir de los dirigentes del movimiento, el tamaño de las marchas y la participación de buena parte de la comunidad politécnica fueron los puntos cruciales que permitieron el establecimiento de una mesa de diálogo y la posterior firma de acuerdos que recogen la mayoría de los puntos que plantearon los estudiantes en octubre pasado. De esta manera, al momento de escribir estas líneas, la mesa de trabajo dio como resultado que:

1) Las autoridades federales garanticen que no habrá represalias contra los estudiantes que han participado en el movimiento.
2) Que el IPN no se integre al Sistema Nacional de Bachillerato ni a la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS).
3) La realización de un Congreso Nacional Politécnico (CNP) que defina la nueva normatividad interna del Politécnico y comience a organizarse 80 días después del regreso a clases.
4) Garantía de la no injerencia del Tecnológico Nacional de México en el IPN.
5) Que el instituto cree un nuevo órgano que sustituya a la Policía Bancaria –dependiente del Gobierno del Distrito Federal– en las labores de vigilancia de instalaciones.
6) Cancelación de las remuneraciones a exdirectores.

7) Que las autoridades investiguen a los llamados "grupos porriles", acusados de agredir a jóvenes, entre otras faltas, y:
8) Aumento al gasto público en educación (CNN México, 5 de diciembre de 2014).
Se sigue discutiendo la destitución de 30 directores de las escuelas participantes en el paro y los pliegos petitorios por escuela; sin embargo, existen acuerdos importantes e incluso ya hay fechas para el reinicio de clases en algunas escuelas del IPN.

Ahora bien, visto en retrospectiva, ¿cuál es el balance de este movimiento estudiantil y cuáles las repercusiones que tendrá para la propia institución politécnica y el resto de la educación en el país?

En primer lugar, uno de los puntos destacables es la masificación del movimiento estudiantil politécnico, cuando menos en sus primeras etapas y en el punto álgido de la disputa. Más allá de los cálculos del Gobierno y de los señalamientos de algunos analistas en el sentido de que había jóvenes ajenos al Politécnico, hay unanimidad de que las marchas fueron nutridas, con una participación no vista desde hace muchos años en un movimiento con demandas propias, ajenas a temas electorales de coyuntura, y sin duda de que la mayoría de los demandantes eran estudiantes del IPN.

Sin abordar por el momento el tema de los dirigentes, lo cierto es que el pliego petitorio se convirtió en un asunto que movió a buena parte de la base estudiantil. Nadie puede estar en contra de esto ni menospreciar esta situación, pues es un síntoma de que algo está cambiando en los jóvenes mexicanos y los está haciendo más proclives a la defensa de su educación y a la crítica de los males sociales.

En segunda instancia, por las demandas que consiguieron –más la que podrían lograr en la mesa con la Secretaría de Educación Pública (SEP)– el movimiento resolvió los temas más importantes con los que inició la serie de protestas y llegó al paro escolar.

El primer triunfo fue la renuncia (voluntaria o bajo presión del mismo gobierno) de Yoloxóchitl Bustamante y la cancelación del nuevo reglamento interno, detonante de la inconformidad. Otra demanda importante ganada –incluida en el acuerdo citado líneas arriba– es la no pertenencia del IPN al Tecnológico Nacional de México (órgano del Gobierno federal), con lo que se conjuró el peligro de que la enseñanza de la técnica quedara enrolada en la dinámica neoliberal que impulsa el Gobierno, en lugar de que esté al servicio de la Patria, el principio original con que fue creado el Politécnico.

El tercer punto destacable es el que se refiere a la creación del CNP que, a decir de sus impulsores, es un paso imprescindible para la participación del estudiantado en las decisiones del instituto, lo cual desembocará en su democratización. Algunos analistas de la llamada izquierda han visto este logro como una oportunidad histórica abierta por el movimiento estudiantil.

En suma, si se comparan las demandas ganadas por los estudiantes con lo que demandaron originalmente, no hay duda de que tuvieron éxito. Pero más allá de la retórica de los medios de izquierda, que no permite ver con claridad ciertos fenómenos, quedan algunas cuestiones a tratar.

Una de ellas es que, si bien es cierto que la comunidad politécnica tendrá beneficios, existen actores que quieren sacar tajada política de este movimiento. Aunque casi no hubo eco, periódicos como La Razón y Milenio informaron que algunos de los principales líderes (Daniel Antonio Rosales, por ejemplo) son miembros del Movimiento de Regeneración Nacional que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

No son los únicos, pues también se ha visto muy cerca del movimiento a miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas, que comanda Martín Esparza. Y hay algo en lo que casi todos los medios de comunicación, de derecha e izquierda, no han visto otra cosa más que inteligencia política: la negociación “pública” de Miguel Ángel Osorio Chong con los estudiantes del IPN y todas las facilidades que la SEP ha dado a los manifestantes.

Seguro que el tamaño de la movilización pegó en el ánimo del Gobierno. De todos modos, la actitud comprensiva y la rápida respuesta de las autoridades contrasta con la que asumen ante otros grupos, que también han hecho manifestaciones multitudinarias, y a los que no han dado una respuesta positiva tan contundente como la que ofrecieron al movimiento estudiantil politécnico. Esto no significa poner en tela de juicio lo bueno que resulta una fuerza juvenil exigiendo sus derechos, sino señalar aspectos que no están suficientemente analizados o que simplemente no han salido a la luz pública.

¿Qué es lo más importante del movimiento estudiantil del IPN? Desde mi modesto punto de vista, la actitud de los jóvenes. Pero no me refiero a la de los grupos universitarios que permanecen constantemente haciendo activismo, sino a la actitud del estudiante promedio, del que hasta hace algunos años no se esperaba otra cosa más que frivolidad y aversión a la política y que ahora participó activamente e hizo sentir su presencia.

Este cambio de actitud en los jóvenes, producto probablemente de las condiciones imperantes dentro del instituto y en toda la sociedad, es el signo de que en México la situación no está bien y tiende a empeorar. Los problemas de la educación y algunos de los demás problemas sociales pueden ser resueltos si todos los jóvenes del país se organizan y luchan pacíficamente. La trágica situación que vivimos no solamente lo permite: lo demanda con urgencia.