Cono Sur

Brasil Acosta Peña


Cono Sur

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2014, 15:31 pm

(Doctor en economía por el Colegio de México (COLMEX) con estancia en investigación en la Universidad de Princeton, fue catedrático en el Centro de Investigación y Docencia económica y articulista en la revista económica Trimestre Económico)

Por segunda ocasión ganó Tabaré Vázquez la Presidencia de Uruguay. Este triunfo es significativo para toda Latinoamérica, porque la razón por la que la izquierda vuelve a ganar en ese país tiene que ver con las políticas de corte social que en Uruguay, y varias naciones del llamado Cono Sur, se están aplicando.

Efectivamente, después de la caída del socialismo real y del giro hacia las políticas de derecha que dictaron el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Gobierno de Estados Unidos (EE. UU.), no hace mucho tiempo que en América del Sur se generó un proceso de desarrollo de corte izquierdista protagonizado por varios jefes de Estado de esa región del continente.

La pauta de este movimiento se inició con la victoria del Partido del Trabajo (PT) en Brasil, cuya primera presidencia fue encabezada por Luiz Inácio Lula da Silva y, posteriormente, por su sucesora Dilma Rousseff, quien este año se reeligió a pesar de que fuerzas oscuras generaron los disturbios callejeros previos al Mundial de Futbol 2014 y de que la Selección de Brasil no ganó esta competencia deportiva. La derrota de la izquierda brasileña evidencia que el pueblo brasileño ya no cae en las típicas maniobras de la derecha de su propio país y del extranjero.

En Argentina hay también un Gobierno de corte izquierdista, que es encabezado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien no hace mucho impulsó una reforma para que esa nación sudamericana utilice los recursos energéticos de su subsuelo –entre ellos los cinco yacimientos de gas natural más grandes del mundo– para beneficio de los argentinos. La presidenta ganó también las elecciones de forma democrática con el apoyo mayoritario del pueblo argentino.

Otro ejemplo de Gobierno progresista con capacidad para conducir una nación con sentido popular se ofrece en Evo Morales, quien de campesino cocalero y dirigente sindicalista se convirtió en Presidente de Bolivia con una clara inclinación de izquierda para beneficio de los sectores populares de ese país sudamericano. De acuerdo con uno de sus biógrafos, Martín Sivak, Morales inicia diariamente sus labores a las cinco de la mañana y las termina entre las 12 de la noche y una de la mañana.

Doctor en Economía, egresado de una importante universidad de EE. UU., hombre joven e inteligente, también con principios tendientes hacia la izquierda, Rafael Correa, actual Presidente de Ecuador, se ganó las simpatías de su pueblo gracias a un programa de trabajo orientado a favorecer a las clases populares de ese país. A esta lista debemos agregar a la Presidenta izquierdista de Chile, Michelle Bachelet, quien después de gobernar un primer periodo gubernamental, acaba de conquistar un segundo tras el mandato intermedio de un presidente de filiación derechista.

Emblemático resulta, asimismo, el caso del comandante Daniel Ortega, quien en los años 80 fue gobernante de Nicaragua tras el triunfo guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y en años recientes ha sido electo democráticamente jefe de Estado de esa nación centroamericana. Destaca también el caso de Venezuela, cuya presidencia en el pasado reciente fue encabezada primero por el inteligente y carismático Hugo Chávez y ahora lo es por Nicolás Maduro, un “chofer de metro” en el que la gente del pueblo venezolano ve a un digno sucesor de Chávez y un guía eficiente con clara orientación izquierdista.

En todos los jefes de Estado arriba enunciados prevalece una visión política y económica muy diferente a la que siguen otros gobernantes, cuya ciega obediencia al capitalismo tradicional y a las instrucciones del imperialismo estadounidense y occidental mantiene en la postración socioeconómica y antidemocrática a las clases mayoritarias de sus pueblos.

¿Cómo se explica que los Gobiernos sudamericanos sean de izquierda y al propio tiempo conserven el poder? La respuesta es simple y a la vez compleja. La gente se cansa cuando no ve avances o progreso y busca nuevas opciones de gobierno; cuando las medidas económicas impulsadas por los nuevos gobiernos tienden a mejorar la vida de la gente, particularmente los más necesitados, entonces, en el marco democrático vigente, tienden a refrendarles su confianza manifiesta a través del voto.

En el desarrollo de las políticas económicas, según algunos analistas, el llamado Cono Sur ha pasado por tres etapas de desarrollo marcadas por características particulares. En primer lugar podemos señalar la prevalencia de un Estado “intervencionista”, el cual se caracterizó por la participación rectora del Estado en los procesos de la producción; este periodo se inició con la década de los años 90 del siglo pasado. Una segunda etapa dejó la producción de mercancías en manos de las empresas privadas y el Estado asumió la regulación a finales de esa misma década, aunque en algunos países sigue vigente este esquema de producción y control. Finalmente la tercera etapa, a la que se denomina “socioestatal”, está caracterizada por reformas sociales impulsadas por el Estado, cuyos objetivos son el mejoramiento de las clases sociales mayoritarias y la recuperación gradual del control de ciertos sectores de la producción (algunos de ellos estratégicos) por cuenta del Estado.

El caso reciente de Uruguay ofrece el mejor ejemplo de las políticas gubernamentales de carácter popular, las cuales han vertido el apoyo de la población a dichos gobiernos. En los últimos años la economía uruguaya ha crecido a una tasa del 3.5 por ciento y, por la misma razón, ha generando empleos, por lo que el índice actual del desempleo es uno de los más bajos de la historia de esa nación sudamericana. Con base en sus políticas sociales, Uruguay ha logrado sacar de la pobreza a cerca de 600 mil personas de una población total de 3.5 millones. Ésta es la razón por la que la mayoría de los uruguayos apoyó la reelección del Presidente Tabaré. En una entrevista reciente una señora, que festejaba el triunfo del mandatario recién electo, aseveró que en los pasados 145 años Uruguay no había vivido una política económica y social como la que tiene actualmente.

Ahora bien, hay que precisar que los gobiernos de los países de América del Sur aquí analizados no surgieron de ningún proceso revolucionario tradicional y que, en obra de una explicación objetiva de su vigencia histórica actual, puede plantearse la tesis de que son una consecuencia de las contradicciones propias del desarrollo del capitalismo. Esto se deduce del hecho de que no parece que los movimientos guerrilleros de corte maoísta que en otro tiempo privaron en Bolivia, por ejemplo, hayan influido en la línea de trabajo que hoy conduce Evo Morales.

Más bien parece que los líderes de los gobiernos progresistas del Cono Sur fueron consecuentes con la necesidad de desarrollar la economía capitalista para, de esta manera, contribuir a la generación de más riqueza y al desarrollo mismo de las contradicciones del sistema capitalista.

Para distribuir riqueza hay que generarla primero, y las políticas de los gobiernos del Cono Sur tienden a desarrollar el capitalismo, pero con base en la aplicación de políticas de corte social. En otras palabras, podríamos decir que, para que la economía capitalista se desarrolle y se atenúen sus necesarias contradicciones, la intervención del Estado puede ser decisiva mediante la aplicación de políticas sociales.

Finalmente, para evitar un retroceso en la actual tendencia progresista, es necesario que surjan los estructuras partidarias que eduquen a la masa y la dispongan a construir una economía eficiente y distributiva; la politización debe conducir a que la masa consciente sea solidaria, que abandone el egoísmo y que se preocupe por los problemas del colectivo y anteponga su interés personal por el humano, el interés de la sociedad, de la Patria y su progreso. Debe evitarse la burocratización y la corrupción. Las condiciones sociales están sentadas para ese propósito y es clave que se estudie la teoría del partido revolucionario para que se construya una vanguardia consciente que dirija a las masas hacia su liberación definitiva. El Sur, dijo un compositor, también existe.