China: una revisión de sus fortalezas y debilidades

Abel Pérez Zamorano


China: una revisión de sus fortalezas y debilidades

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2012, 12:39 pm

*El autor es Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, Maestro en Ciencias en Políticas del Desarrollo por la London School of Economics. Maestro en Ciencias en Economía de Negocios por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Profesor de la Universidad Autónoma Chapingo e integrante del Sistema Nacional de Investigadores.

El mes pasado se realizó en China el XVIII Congreso del Partido Comunista, que gobierna a ese gran país; un evento de gran relevancia, que congregó a delegados de una organización cuya membresía alcanza los 82 millones (seis por ciento de la población total). Hu Jintao, Secretario General del Comité Central rindió un informe de cinco años de actividades, y más que detenerse a resaltar éxitos, puso los acentos en las debilidades: el atraso en innovación tecnológica y en el sector agrícola, y las profundas disparidades entre la ciudad y el campo y entre las regiones, la corrupción y la desigualdad. Indicó que aún falta mucho para erradicar la pobreza, y que, como meta: “se engrosarán de manera constante los grupos de renta media, y se disminuirá en gran cantidad el número de beneficiarios de la ayuda contra la pobreza”; es decir, no se busca el remedio en programas asistenciales, y se reitera el objetivo de alcanzar una sociedad sin extremos, “modestamente acomodada”.

Aplicando un enfoque económicamente realista, expresó que la política a seguir será la de “respetar más las leyes objetivas del mercado y poner en mejor juego el papel gubernamental”; o sea, no negarlas subjetivamente, sino subordinar el mercado al interés popular. Esta política contrasta con la aplicada en la extinta Unión Soviética, que desdeñó la teoría del valor y toda consideración de costos, competitividad y calidad en los productos, en una visión voluntarista que sustraía la economía del mercado y de los criterios de eficiencia, error que a la postre causaría la ruina del país.

Este antecedente resalta la aportación de Deng Xiaoping en China, arquitecto del modelo, quien en un acto de rigurosa objetividad histórica reconoció la superioridad del capitalismo en eficiencia económica y producción; pero, a sabiendas de su irrefrenable tendencia a acumular, lo subordinó al socialismo como mecanismo redistributivo; supo entender la tesis clásica según la cual, mientras el capitalismo no despliegue todo su potencial, es inconcebible una sociedad superior, de ahí que la estrategia china haya sido impulsar la economía de mercado, pero acotándola, sin soltar totalmente las riendas, evitando así repetir el error de Mijail Gorvachov en la Perestroika.

Es el chino un Estado popular y nacionalista que conduce y regula a un aparato productivo con fuerte presencia del capital (lo llaman economía de mercado socialista), aplicando un modelo capaz de combinar productivamente todas las formas de propiedad, pero con predominio de la pública.

Papel fundamental ha jugado el mercado interno en la estabilidad y el crecimiento, amortiguando el impacto de la crisis global y los shocks externos; al respecto, el informe plantea: “…que el desarrollo económico descanse más en la tracción de la demanda interna, sobre todo la de consumo […] y expandir la dimensión del mercado doméstico”. Pero hay una razón más poderosa aún, y es que el propósito central de la economía es el bienestar social; al respecto se dice: “Debemos servirnos más conscientemente de la consideración del ser humano como lo primordial…”; se ve al pueblo como sujeto y no como objeto económico, y, en concordancia se plantea “… desplegar su espíritu como dueño del país… movilizarlo y organizarlo lo más ampliamente posible para que maneje según la ley los asuntos estatales y sociales y las actividades económicas y culturales…”. Para ello es menester educarlo: “...rechazar los fenómenos triviales y de mal gusto. Hay que popularizar los conocimientos científicos y fomentar el espíritu científico, a objeto de mejorar la formación científica de todo el pueblo”. Con la evaluación del XI plan quinquenal se pone de relieve otra característica fundamental del modelo: la planificación económica, vista en occidente como auténtica herejía por la ortodoxia neoliberal, que deifica al mercado, o sea al capital. En China, actúa un Estado normativo y vigilante, que no deja todo al libre juego del mercado.

En lo político China ha tenido éxito sin atropellar a otros países, sin guerras ni invasiones; como señala el informe: “La historia nos enseña que la ley del más fuerte no es el principio que rige la coexistencia humana, ni que el abuso de la fuerza armada traerá un mundo hermoso”. En esa tesitura debe entenderse la política de unificación pacífica seguida con Taiwán, y el trato dado a Hong Kong y Macao, respetando sus peculiaridades sin forzar la integración plena. China influye cada vez más en África y Latinoamérica, pero no derrocando gobiernos, sino mediante inversión y colaboración económicas. En política interna, ha conservado su independencia en la toma de decisiones: “tomar activamente como referencia los logros provechosos de la civilización humana en lo político, pero de ninguna manera trasplantar mecánicamente los modelos del sistema político de Occidente”. A este respecto, hay congruencia, al reivindicar la contribución de Mao Tse Tung, de Deng Xiaoping y de sus sucesores, en lo que constituye una valoración de la historia nacional.

Estamos, pues, ante un hecho trascendente, que nos hace recordar los años de la caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, y la ola mundial de críticas a las economías “centralmente planificadas”. Los ideólogos de occidente, como Francis Fukuyama, dejaban como único camino el liberalismo de mercado al estilo americano, descartando toda posibilidad de desarrollo postcapitalista, basándose sólo en la fallida experiencia soviética, pero ignorando la diversidad de formas que la sociedad podía adoptar para abrirse paso. Pero contra la opinión de quienes condenaban a la Humanidad al inmovilismo, el mundo ha evolucionado y China es hoy un experimento de progreso, como era esperable, no exento de riesgos: al promover el mercado, respondiendo a una necesidad histórica, se han adquirido en paquete sus bondades, pero también riesgos, que no fatales, como la corrupción, el enriquecimiento de las élites, la desigualdad y el divorcio de las masas, así como la creciente contaminación causada por la industria. En fin, en palabras del propio Deng, no debe descartarse que el gato, en lugar de cazar ratones quiera comerse a quien le dio la encomienda. Una circunstancia evitable, más no desdeñable.