Castigan el abuso sistemático de un padre hacia sus cuatro hijos

**Hoy los niños, de 4, 6, 8 y 10 años de edad están en una Casa Hogar; el padre, en prisión cumpliendo una sentencia de más de 57 años.


Castigan el abuso sistemático de un padre hacia sus cuatro hijos

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2015, 15:21 pm

Elizabeth Luna/ Vreedicto

Durango, Dgo.- El caso de tres hermanos y una hermana, todos menores de 10 años, mostró el lado más profundo de la disfunción familiar y la pobreza económica, social, intelectual y emocional.

El abandono de una madre en circunstancias poco claras; el abuso sistemático y prolongado por un padre de 60 años, en perjuicio de sus pequeños hijos de 4, 6, 8 y 10 años de edad.

La aparente indiferencia de las tías, que ni siquiera conocían bien los nombres de los pequeños ni sabían de las penurias que sufrían con un padre que agarraba trabajos en la calle de lo que fuera.

La comunidad en medio de la cual vivían y sufrían su desgracia los niños, hasta que la única hermana mujer, con miedo y vergüenza, decidió contarle una parte de la historia a la maestra.

El caso de estos niños, ya en el ámbito judicial, también ilustró bastante el proceso en la modalidad oral y acusatoria.

Se vio el peso específico que otorgó el juez a las declaraciones de las víctimas, quienes testificaron en una sala especial, fuera de los ojos del público que pudo haber estado presente en la audiencia.

También se observó un trabajo muy detallado de los peritos en psicología y medicina forense, quienes tuvieron que declarar ante el juez cada paso que realizaron y los resultados que obtuvieron de sus peritajes.

La prueba científica robusteció por completo los testimonios de las víctimas, lo que confirmó la acusación que estaba sosteniendo el Ministerio Público.

La audiencia pública ante el juez demostró también el escaso conocimiento y nula preocupación por parte de las tías hacia la situación en la que vivían sus sobrinos. Y también la indiferencia con la que actuaron, pretendiendo no ver ni conocer lo que pasaba en esa casa.

Por respeto a sus derechos humanos, Veredicto cambió los nombres de las víctimas de violación.

Presas de su Padre

Cuando Karen y sus hermanos, David y Manuel, llegaron a la escuela, parecía un día normal, pero la trabajadora social advertía en ellos, desde días atrás, cierto comportamiento que le llamó la atención y por eso empezó a conversar con ellos e interrogar su entorno.

Los hermanos de 6, 8 y 10 años de edad, y el más pequeño Pablito, de 4, vivían un verdadero drama, pues a su corta edad fueron abandonados por su madre. No le conocían ni el nombre. Las tías de los niños prefirieron no mencionarla para tratar de que pronto la olvidaran.

Pero el padre, quien se quedó a cargo de sus cuatro hijos, de protector se convirtió en el victimario. Más que cuidarlos, empezó a lastimarlos. Abusó sexualmente de ellos.

Los cuatro vivían en una colonia ubicada al noroeste de la ciudad, conocida como “La Piedrera”, en una humilde casa, bajo el amparo de un padre que perdió el respeto y amor que les debía a sus hijos y los convirtió en sus presas.

De los testimonios vertidos en el juicio deriva que Martha, tía política de los niños, sabía o al menos sospechaba de los abusos sexuales de que estaban siendo objeto los menores, pero no hizo mucho caso. Los niños se la pasaban en la calle, a veces en compañía del papá y otras sin él, porque el hombre con frecuencia tenía que ir a buscar trabajo en las calles.

La vida de los hermanos era cada vez más insoportable, pues los abusos sexuales eran cada vez más frecuentes y ellos aún en su inocencia sabían que su padre no estaba actuando bien, por ello Karen se acercó aquel día a su tía Socorro y le contó de lo que su propio papá les hacía a ella y a sus hermanitos.

Sin saber qué hacer, la tía le dijo a la menor que todo lo que le había contado a ella, se lo contara a su maestra en la escuela. Así fue como Karen, sola y desprotegida, sin nadie que la arropara en el seno familiar, fue y le platicó a su maestra todo lo que estaban pasando en la casa.

La maestra, por fortuna, actuó rápido. Pidió la intervención de la psicóloga y pronto la menor ya estaba frente a la persona que parecía querer ayudarla y la dejó que hablara.

Cuando la psicóloga terminó de escuchar aquella aberrante narración, se dirigió a la Procuraduría del DIF y presentó la denuncia formal ante el Ministerio Público.

Personal del DIF se movilizó y antes de que se investigara y se aclarara el caso, recogió a los cuatro niños. En tanto el Ministerio Público inició la investigación criminal en contra del padre de los infantes.

Declaraciones y Peritajes

Con su triste expresión de no saber qué le depara el destino, lejos de su padre a quien, sin embargo, veía como el único ser que podría darles algún cariño, el pequeño David narró angustiado ante el juez: “Papá Beto mete pito boca y cola, y eso duele”, al mismo tiempo que señalaba las partes en donde sufrió la violación.

Luego añade a pregunta de la agente del Ministerio Público: ¿En dónde fue esto que te hizo tu papá? “En la casa, en la Pielela”, refiriéndose a la Piedrera, llamada así a la colonia Silvestre Revueltas.

Dentro de su mente inocente, aquel niño seguía acusando a su padre de la peor vejación que había sufrido en su vida. ¿Qué te dice tu papá cuando te hace esas cosas? “Dice peladeces, dice güey, puto y mete boca pito”.

Pese a su corto lenguaje, el niño pudo externar ante el juez con detalle las cosas que le hacía su papá, no en una, sino en varias ocasiones.

La médica forense, Sonia Merary Salazar, pudo realizar una exploración proctológica a David, el día 10 de diciembre del 2012, y en su informe asentó: “Presenta signos de penetración anal, de antigua data, pues al momento del estudio, observa lesiones de color aperlado ya cicatrizadas…”

La valoración forense coincide con la declaración del niño, vertida el día 18 de agosto del 2012.

La psicóloga establece que los hechos cometidos en contra de David le vulneran sexualmente, al grado de ocasionarle no sólo daño físico, como lo establece la médica forense, sino también daño emocional.

Casi en las mismas condiciones, la pequeña Karen señaló al padre: “Me da vergüenza”… Luego agachó la cabeza, pero la agente del Ministerio Público la invitó con muestras de cariño, para que no tuviera miedo, pues el juez sólo pretendía ayudarla.

“Papá mete pene en cosita (llamando así a la vagina), y sabe feo, porque sale agüita y no me gusta lo que me hace, porque no me gusta nada eso que hace”.

Ahí al verse un tanto protegida, Karen narró la crueldad no sólo de su propio padre, sino de Lalo, hijo de su tía, quien también la tocaba y “mete pene en la boca y me agarra mi cosita”.

El médico forense dio su explicación con respecto a la menor agredida por su propio padre. Al realizarle una exploración ginecológica y proctológica, encontró a la menor “desflorada y dicha desfloración es de reciente data”. Luego narró en forma muy explícita, la diferencia entre una data reciente y una data antigua, pues señaló que la menor “en toda su área genital vaginal, presenta hiperemia o conocida comúnmente como enrojecimiento, desgarros completos recientes y dolorosos a la manipulación”.

Con la explicación médica, se establece que Roberto le impuso cópula vía vaginal y también oral, los días 2 y 3 de diciembre del 2012, con lo cual le ocasionó un daño físico y emocional, pues la psicóloga María Cristina Tinoco corroboró lo anterior, apreciándole afectación emocional, en grado moderado, en relación a los hechos de carácter sexual.

Finalmente, tuvo que pasar por la agobiante experiencia de declarar ante un juez, Manuel, de 10 años, a quien el padre lo trató al igual que a sus hermanos menores; con la misma brutalidad. Un poco más consciente de lo que le provocaba su padre, Manuel no dio tantos detalles. Sólo señaló que por las noches Beto le hacía cosas que le dolían y que veía cómo les hacía lo mismo a sus hermanos.

Este niño también fue examinado y se estableció que mostraba signos de violación sexual reciente, del 3 de diciembre del 2012.

La psicóloga clínica Rosalinda Soto refiere que el menor presenta una afectación y ansiedad de tipo sexual moderada, lo cual le provoca problemas con el lenguaje. A pesar de haber sentido dolor y hasta coraje contra su padre, Manuel dice quererlo, puesto que lo ve como la figura paterna, tan importante en el contexto familiar.

Peligro para la Sociedad

Examinado por Karla Erika Gorjón, psicóloga forense, Roberto demostró presentar “rasgos patológicos, que denotan conflicto en el área sexual, como lo es un bajo control de impulsos sexuales, con presencia de fuertes pulsiones sexuales y con ello, queda de manifiesto que representa un riesgo para la sociedad o personas que lo rodean”.

En el Juzgado de lo Penal, aquel hombre agachado y serio, parecía estar ausente de la grave acusación que le formulaban sus propios hijos, quienes narraron a detalle ante el juez las acciones que este hombre de más de 60 años ejercía sobre ellos.

Martha y Socorro, las tías de los menores, fueron interrogadas sobre la relación que tenían con los niños. Socorro respondió con dudas y titubeos a las interrogantes de la agente del Ministerio Público.

¿Señora Socorro, usted puede decirme los nombres de sus sobrinos? A una pregunta tan simple la mujer respondió un tanto turbada, volteando a ver al abogado defensor: “Pues… (hace una corta pausa) … es que la verdad yo siempre les llamo mis güeros, o mis pelones, pero es… (otra pausa) ... bueno el grandecito Manuelito o Lalito, sí, no, es que son mis güeros, pero es que ellos quieren mucho a mi hermano y él a ellos, siempre los saca a pasear y se los lleva y ellos no querían quedarse con nosotros, porque lo quieren mucho y él también los quiere a ellos”, no dejaba de repetir.

Por su parte, Martha confirmó lo que decía Socorro, y agregó que había una total convivencia de los niños con su papá, aun y cuando ella, a veces, los quería cuidar, Roberto se los llevaba diciendo que él tenía todos los derechos sobre ellos.

Al término de la acusación, la agente del Ministerio Público, Edna Yadira Acosta Esqueda, concluyó que el acusado sabía perfectamente lo que estaba ocasionando con sus conductas injustificables, que lejos de brindarles protección, cuidado y amor a sus hijos, fue destruyendo no sólo su integridad física y moral, sino el concepto de la familia, y que el acusado representa un riesgo para sus hijos y también para la sociedad.

Luego de analizar los argumentos del Ministerio Público y la declaración de los testigos, el juez fijó para Roberto la sentencia de 57 años 9 meses de prisión.

Lejos de la Familia

Una de las tías, Martha, solicitó ante el DIF la custodia de sus sobrinos, cuando menos provisional. Dijo estar consciente de que no sería fácil mantener a cuatro niños, que no estaban contemplados en su hogar, pero siente la obligación moral de quedarse con ellos, por lo menos hasta que “se aclare este problema”.

Sin embargo, al concluir el proceso, el juez determinó que ninguna de las tías ni parientes tendrían custodia sobre las menores víctimas, por considerar que estar cerca de alguien que podría hablarles de su padre o su pasado podría traerles serias consecuencias.

Hoy los niños están en la Casa Hogar, lejos de su papá Beto, a quien veían como su única familia, y en su inocencia no alcanzan aún a comprender el daño que les causó con su actitud.

Los cuatro hermanitos están a punto de ser adoptados por una nueva familia.

Por respeto a sus derechos humanos, Veredicto decidió cambiar los nombres de las víctimas de violación.