Casa Colorada: de pueblo fantasma a oasis de viajeros

**El lugar se desarrolló como un pequeño milagro económico.


Casa Colorada: de pueblo fantasma a oasis de viajeros

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2012, 19:06 pm

Por Froilán Meza Rivera

Cuauhtémoc, Chih.- Pasó de ser un pueblito semifantasma a pujante punto comercial. El comercio carretero y la inventiva de la gente obraron el milagro de levantar a Casa Colorada, que está convertido ahora en un oasis de frescura y en parada obligada para los viajantes.

A sólo unos 20 kilómetros de Cuauhtémoc, el lugar resulta por demás interesante a la orilla de la carretera que va a La Junta y Guerrero. Es que apenas hace 12 años, había aquí un solo puestecito, donde una señora empezó a vender fruta de la temporada, dulces regionales de leche, coco entero y picado con chile y limón, miel de abeja, cajeta, queso y otras delicias de dentro y fuera de la región.

Hoy en día, Casa Colorada cuenta con un supermercado y expendio de licores, otra tienda de abarrotes, varios puestos más de gran surtido, puestos de comida y, lo más novedoso, varios locales con artesanías de este municipio y de la sierra.

Hay aquí además una herrería donde se venden columpios de madera, hay tallas artesanales de osos de diferentes tamaños hechos en troncos, curiosidades, asadores metálicos de distintos tipos, réplicas de las bombas de agua que se conocen como "papalotes" y que son adornos para jardín, y hasta sillas de montar de manufactura cuauhtemense.

Hay discos para los guisos campestres, jugo de manzana cien por ciento natural y sin conservadores, miel y derivados de las abejas como el propóleo, el polen y la jalea real, frutas de varias, elotes al carbón, caseta de larga distancia, cocos verdes, enteros o pelados y picados con jugo de limón, sal y chile, refrescos, etcétera.

Si viene usted de la sierra, nada mal le caería detenerse y mirar un poco en los puestos.

E igual, si va en el otro sentido, algo se llevará, aunque sea un taco y una soda, o hasta bien se puede usted comprar una de esas lecheras metálicas de dos asas que artesanos locales están decorando con pinturas de flores y de paisajes campiranos.