Caricatura, instrumento de lucha del pueblo sojuzgado: Naranjo

**El caricaturista inaugura mañana en Tlatelolco una restrospectiva que revela varias facetas artísticas: pinturas de gran formato, dibujos eróticos, retratos, objetos lúdicos y artesanías.


Caricatura, instrumento de lucha del pueblo sojuzgado: Naranjo

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2013, 09:50 am

Sonia Sierra | El Universal

Tan complejo es el universo de la pintura de Rogelio Naranjo como lo es el de su caricatura política. Y sin embargo, a finales de los años 60, el artista nacido en Michoacán en 1937 se decantó por esta última faceta: “siempre me he considerado un producto de 1968”, dijo ayer.

“Me gusta más la caricatura porque es un instrumento de lucha que está pidiendo a gritos un pueblo al que tienen sojuzgado; no es uno solo, son muchos pueblos, casi todos los países tienen gobiernos infames, México no es la excepción”.

Así habló al presentar su exposición Vivir en la Raya. El arte de Rogelio Naranjo, una retrospectiva con más de 500 piezas que guarda equilibrio entre la obra de caricatura política, las expresiones artísticas -pinturas de gran formato, dibujos eróticos, retratos-, los objetos lúdicos y las artesanías en plata y madera.

En el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, donde la muestra se inaugurará mañana, se han puesto las piezas en una serie de ambientes que le descubren al visitante esas facetas menos conocidas: que le muestran por ejemplo cómo ven a Naranjo sus compañeros de oficio; que le enseñan un cartonista que alguna vez intentó hacer historietas -Kronykaz de Nanylko Tatatylko y Siguiendo pistas; que revelan a todo color las imágenes del calendario erótico que hizo a comienzos de los 70, Pornaranjo; que le vuelven a situar ante una crónica de México, sus presidentes, líderes obreros y los seres anónimos, en los últimos 45 años, el tiempo que tiene Naranjo de hacer caricatura política.

La exposición, curada por Angélica Abelleyra y Aurea Ruiz de Gurza, es cronológica; implicó que ambas investigadoras revisaran cada uno de los 10 mil 300 cartones donados por Naranjo a la UNAM en 2010, y que estuvieran en su casa en el Distrito Federal y en otra que él tuvo en Tepetlaoxtoc para buscar esas obras que, en cierta forma, se han ido a un segundo plano.

Se incluyeron en la muestra entrevistas con artistas e intelectuales sobre los aportes de Naranjo, dos videos realizados por Carlos Bustamante y Alejandro Magallanes, así como una serie de frases acerca de Naranjo:

“Aparece como heredero legítimo de Posada, en línea tan directa como renovadora, tan fiel a las motivaciones populares como a su propio decantado sentido del estilo”, asegura Raquel Tibol.

Mientras que Juan Villoro apunta: “Lo único que hacen bien nuestros presidentes es salir bien en los cartones de Naranjo”. Se cita también a Efraín Huerta, que decía: “Avisado, sagaz, agujereante, es el infatigable crítico de una época”.

De la mano de la realidad

Rogelio Naranjo aclaró que nunca se ha arrepentido de haber elegido la caricatura política por encima de la pintura, profesión en la que se formó en la Escuela Popular de Bellas Artes, de San Nicolás de Hidalgo, Michoacán.

Si bien en esa decisión tuvo que ver que mientras las pinturas son vistas en los museos y galerías, las caricaturas, a través de la prensa, pueden llegar muy lejos, y a lectores muy diversos, también hubo una elección vinculada a los ideales de una época:

“Sentí el compromiso moral de hacer los dibujos que se me antojaran aunque no se publicaran”, contó Rogelio Naranjo y luego agregó:

“Cuando en el 68 dejé de pintar y de hacer obras de arte y artesanía, descubrí que la prensa es lo más práctico para usar como tribuna, desde donde se pueden lanzar ideas políticas, morales, de todo tipo. Ante medidas de un secretario de Estado o de un Presidente, es un privilegio para uno como caricaturista tener esos medios y no hay que desaprovecharlos”.

Naranjo se refirió a la censura; dijo que siempre ha existido, pero que en México el periodismo cambió a partir de 1968 y en eso tuvieron mucho que ver los jóvenes. Sobre su trabajo en la caricatura, expresó que salvo la Virgen de Guadalupe, no ha dejado fuera tema alguno.

“He manejado con bastante libertad lo que quiero decir, salen cosas por las que luego se ofenden, pero no pasa de ahí, no hay una represión de que lo manden a uno golpear. ...Me dediqué a hacer mofa de los presidentes, tanto que dicen que era mi tema principal, pues sí, claro, el Presidente es el principal responsable de las cosas que andan mal en el país; no podemos ocultar eso, y hacer como que no existe”.

Con su trabajo crítico, Naranjo ha hecho también de la caricatura política un medio para defenderse. “Sentía que mi dibujo era el que me iba a defender, siendo dibujante podría contestar con mis dibujos cualquier represión o provocación del gobierno”.

El poder de los sueños

Pero las obras de Naranjo no sólo van de la mano de la realidad; durante mucho tiempo, el sueño fue una fuente de inspiración para pintar y dibujar. En su libro Alarmas y distracciones reunió dibujos de temas sexuales, surrealistas, oníricos. Lo cierto es que, no pocas veces, el absurdo del mundo de los sueños lo ha inspirado para sus cartones políticos.

Uno de sus sueños se lo contó al joven diseñador y artista Alejandro Magallanes, y lo volvió a relatar ayer: “Una vez soñé en un convento, no sé qué hacía yo en un convento; apareció una monja de la que teníamos qué comer todos. ¡A mí me estaban obligando a comer parte de esa monja! Y la desnudaron, sentía mucha repulsión, tenía que escoger qué parte de la monja podría soportar en mi estómago; finalmente fue un glúteo”.

“He dicho que sería feliz ilustrando las historias clínicas del doctor Freud”, expresó.

Muchas de esas otras obras de Naranjo no han podido localizarse; en las imprentas se perdieron muchas. De otras, dijo: “Yo no sé si acusar de ladrón al Instituto Nacional de Bellas Artes, yo era muy joven, no pedía en las galerías que me extendieran recibo de las pinturas que dejaba en consignación. A mí no me pagaron, las dejé a consignación. Alguien me dijo que recordaba bien mis pinturas y que un alto funcionario de Bellas Artes las tenía en su oficina”.