Berlín: ¿De quién es la fiesta?

Por Omar Carreón Abud


Berlín: ¿De quién es la fiesta?

La Crónica de Chihuahua
Noviembre de 2014, 08:24 am

“Si la memoria requiere de lugares, Berlín fue este fin de semana el lugar para recordar el horror del Muro de Berlín y el gozo de una liberación inesperada que acompañó a su caída hace 25 años”. Con estas emocionadas palabras, abrió su nota principal la edición del pasado domingo 9 de noviembre, el importante diario The New York Times y, así, se sumó a la idea de que ese hecho había acabado con una pavorosa dictadura, no sólo en Alemania, sino en el mundo entero y, con ello, había abierto definitivamente los cauces a un nuevo mundo pletórico de justicia y libertad.
El Muro de Berlín dividía a la ciudad de Berlín y a dos países distintos, a la República Democrática Alemana y a la República Federal Alemana, la primera, tratando de levantar al modo de producción socialista en el que los principales medios de producción son de propiedad social, la segunda, conservando y reproduciendo el modo de producción capitalista en el que los medios de producción y las utilidades que procuran, son de propiedad privada.

Una verdad muy escondida en el mundo de occidente, consiste en que la Segunda Guerra Mundial, la resistencia a los ejércitos de Adolfo Hitler y al nazismo, se ganó en Stalingrado. A partir de que el pueblo soviético, el que perdió más hijos, 27 millones de seres humanos, rompió el cerco nazi sobre Stalingrado, el Ejército Rojo empezó a marchar sobre Europa echando atrás a las tropas nazis liberando numerosos países y entrando el primero a Berlín. Sólo cuando era evidente que los nazis habían fracasado en derrumbar al socialismo de la Unión Soviética, cuando era claro que los ejércitos alemanes se batían en retirada y se desmoronaban, Inglaterra, Estados Unidos y sus aliados, se resolvieron a abrir el Segundo frente.

Llegaron, pues, a la Alemania ocupada, apresurados, a participar en el reparto y en las reparaciones de los supuestos daños que habían sufrido. En julio y agosto de 1945, se celebró en Postdam, Alemania, muy cerca de Berlín, la conferencia que lleva el nombre de esta ciudad, en la que participaron Winston Churchill, por Inglaterra, Harry S. Truman, por Estados Unidos y, José Stalin, por la Unión Soviética y, ahí, previendo un posible resurgimiento del nazismo, se acordó, entre otras cosas, la división de Austria y Alemania, así como la de Viena y Berlín, en cuatro zonas de ocupación.

Ahora, con el festejo por la caída del Muro de Berlín ya nadie en Occidente quiere acordarse de que las potencias del capital estuvieron presentes y tomaron los acuerdos originales que el 9 de noviembre de 1989 –fecha de la caída del Muro de Berlín- mantenían todavía dividida a la ciudad.

Pero, como queda dicho, no sólo se habían dividido las capitales, sino los países enteros. Originalmente eran cuatro zonas de ocupación en Alemania pero, pronto, los intereses geopolíticos y de negocios de los capitalistas en contra de la Unión Soviética, de facto convirtieron a los tres sectores que ellos dominaban, en uno sólo y, las cuatro zonas, quedaron convertidas en dos: la socialista y la capitalista. Para comprender lo sucedido, es indispensable aclarar al lector que el proyecto de la economía socialista implica que los principales medios de producción dejen de ser propiedad privada y su uso y beneficio dejen de responder a los intereses individuales y pasen a ser de uso y beneficio de toda la sociedad; como fácil se comprende, el capitalista y el socialista son dos modos de producción esencialmente antagónicos.

Carlos Marx, el gran genio que aplicó por primera vez la dialéctica a la vida social y que descubrió cómo, de las formas inferiores, surgen las formas superiores de organización social, había escrito que “el monopolio del capital se convierte en el grillete del modo de producción que ha florecido con él y gracias a él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. La hora final de la explotación capitalista ha sonado. Los expropiadores son expropiados”. Dura la conclusión para los beneficiarios del modo de producción que fenece; no obstante, su muerte es un proceso histórico-natural, “la centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto y, es entonces y sólo entonces, cuando “la hora final de la explotación capitalista ha sonado”, no, cuando un grupo que lleva el nombre de socialista ha tomado el poder o cuando, con medidas jurídicas, se quiere implantar a fortiori un nuevo modo de producción.

El capitalismo en Alemania no había alcanzado el desarrollo necesario para ser sucedido por el socialismo. Al menos, no por el tipo de socialismo que los comunistas alemanes quisieron implantar; lo demás fueron las consecuencias. El capitalismo vecino, el de Berlín occidental y la Alemania Federal, resultó más vigoroso, tenía más, mejores y más baratas mercancías, tenía todo el apoyo del capital mundial y, el anacrónico intento socialista, no soportó la competencia, la gente buscaba regresar a las redes del capital y, un error, un absurdo, llevó a otro, se ordenó construir el muro para conservar por la fuerza el nuevo modelo social que se pretendía desarrollar. El tiempo hizo su parte y, en agosto de 1989, fracasaba un intento de justicia para los pueblos, fracasaban, como lo está demostrando la vida 25 años después, no los intentos por sacudirse la esclavitud asalariada y construir un mundo mejor, sino un tipo específico de solución cuyo camino resultó intransitable.

Por ello, frente al jolgorio mundial por los 25 años de la caída del Muro de Berlín, pregunto: ¿y qué se ganaron los condenados de la tierra? Desde el aciago año de 1989, con la caída del Muro de Berlín y de fracaso de un cierto tipo de experimento socialista, no ha dejado de haber guerras, cientos de miles, millones quizá, de muertos: ahí está la Primera Guerra del Golfo desatada cuando todavía no pasaba ni un año de la caída del muro, ahí queda la destrucción de Yugoslavia, ahí está la Segunda Guerra del Golfo y la interminable invasión de Irak y ahí están Afganistán, Túnez, Libia, Egipto, Siria y África Occidental ya en marcha con el pretexto del Ébola. ¿Qué hizo Estados Unidos con su indiscutida hegemonía mundial? ¿Construyó un mundo más pacífico, más armonioso, más feliz y más humano?

El número de personas que tiene más de mil millones de dólares en el mundo se duplicó en los últimos seis años; sólo en Latinoamérica y el Caribe, el número de personas que posee más de mil millones de dólares, creció en un 38% de 2012 a 2013; sólo entre 2013 y 2014, las 85 personas más ricas del mundo poseían la misma riqueza que la mitad más pobre de los seres humanos y, estas gentes, aumentan su riqueza en medio millón de dólares cada minuto y, asómbrese, si cada una de las tres personas más ricas del mundo, gastara un millón de dólares al día, tardaría 200 años en acabarse su dinero. Delirante. Sí, delirante si tenemos presente que la acumulación privada significa desposesión colectiva, que cada año, 100 millones de personas se empobrecen en el mundo por tener que pagar asistencia médica y, que entre 2009 y 2014, un millón de mujeres murió durante el parto. ¿Quién, pues, está tan contento con el aniversario de la caída del Muro de Berlín, con uno de los más duros golpes que han recibido los pobres del mundo que aspiran a un mundo mejor?

Termino. La existencia del Muro de Berlín fue una gran tragedia para muchos berlineses, para muchos alemanes y muchos hombres de bien en el mundo, pero ha sido aprovechado indudablemente como una gran arma ideológica para desalentar la lucha por la liberación de los pueblos. ¿Pruebas? ¿Y los muros que todavía ahora existen en el mundo? Nicosia, la capital de Chipre, está dividida por un muro que tiene una longitud cuatro veces mayor a la del Muro de Berlín; Israel ha construido un muro de 700 kilómetros de longitud (15.5 veces el Muro de Berlín) para aislar al pueblo palestino de las tierras que le arrebata a diario y, todavía sigue construyendo y, aquí, a sólo unos centenares de kilómetros de distancia, Estados Unidos ha construido un gigantesco muro de 1,050 kilómetros (23.3 veces el de Berlín) para impedir el paso de inmigrantes que buscan ganarse un mendrugo de pan, en fin, el Muro de Berlín que causó 350 muertes en 28 años, resulta un juego de niños frente a la valla genocida de la frontera México-Estados Unidos que, sólo en un año, en 2012, ocasionó 463 muertes. ¿De quién es, pues, la felicidad por el aniversario de la caída del Muro de Berlín, de quién es la fiesta?