Arte y tradición, en el Festival Gabriel Teporaca

**El reclamo de las raíces indígenas. **Yúmare y Tutuburi. Los matachines y pascolas.


Arte y tradición, en el Festival Gabriel Teporaca

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2011, 21:34 pm

Chihuahua, Chih.- Instituido ya como una tradición en sí mismo, el Festival Teporaca de las artes y las costumbres indígenas llegó a su quinta edición en esta capital.

Realizada como un esfuerzo de los rarámuris avecindados en la ciudad, esta celebración tiene el objetivo de recrear la memoria de las principales costumbres de esta etnia, con tal de que no decaiga y no desaparezca la identidad cultural que distingue a indígenas de chabochis (mestizos). Y sobre todo, cuando los primeros están sometidos a fuertes presiones por el medio urbano en que viven acá, y que los despoja del amor a todo lo que es para ellos propio y entrañable.

Todo giró en torno al Yúmare, que es la ofrenda de los mortales a Dios Padre, Onorúame, y es un sacrificio mínimo que consiste en danzar seis, siete y hasta más horas seguidas. Yúmare y Tutuburi, danza y ofrenda. La una, es una danza pascola, llamada así por los mismos rarámuris, pero que se funde con la variedad de danza ritual conocida acá en los centros urbanos como matachines, éstos de origen claramente tlaxcalteca.

Los “pascolas” se despliegan en el terreno que escogieron previamente los celebrantes, y se les incorpora la gente, todos prácticamente todos en la comunidad, niños y adultos, danzando en círculo ante la ofrenda de carne cocida sin sal y puesta a cubierto en un recipiente con una cruz orlada con un listón blanco. Acá se funden los pascolas con la danza de “los pintos”, y la monotonía se remarca con el canto rítmico del cantador que es frecuentemente acompañado de músicos que tienen un violín, un tambor o, con frecuencia también, guitarras que amenizan el ritual.

Ya decía Lumholtz en su “México Desconocido”, que entre los rarámuris había dos danzas: el Tutuburi (que él llama rutuburi), que “es la danza más seria y tiene mayor eficacia que el Yúmare, aunque éste, por ejemplo, no carece de su valor especial, pues expresa, por ejemplo, una súplica para que el doctor disponga de fuerzas para curar. En el Yúmare, todos cantan y bailan muy frecuentemente borrachos, mientras que en la otra danza se observa absoluto decoro. Ambas se ejecutan para el sol y la luna: el tutuburi para llamarlos; el Yúmare para despedirlos… Bailan también el tutuburi para dar gracias por la cosecha, y en tales ocasiones, el Yúmare tiene por objeto pedir que el año siguiente sea bueno”.

De nueva cuenta, pues, los indígenas urbanos cumplieron con sus mayores, con sus antepasados y con la cultura que los distingue y les da orgullo, en esta convivencia que los acerca y que les da aliento para sobrellevar la vida y sus pesadumbres.

Este festival lleva el nombre de Gabriel Teporaca, o Tepórame, quien es un héroe de la resistencia rarámuri y quien murió ahorcado en manos de los españoles. “Gabriel Teporaca o Tepórame, es un símbolo de rebeldía de su raza. En el año de 1652, Teporaca encabezó una rebelión masiva de los tarahumaras, que se alzaron en armas para terminar con la esclavitud y el despojo de tierras de que los habían hecho víctimas los invasores europeos. Derrotado y aprehendido como fue por los capitanes españoles, Gabriel Tepórame fue colgado del pino más alto de Tomochi el 4 de marzo de 1653, y su cadáver fue dejado ahí, para escarmiento de los de su raza”, explicó Antonio Escamilla Meza, dirigente estatal del Movimiento Antorchista, quien hizo la declaratoria de esta quinta edición de la festividad.