Amor se escribe con X… la X de Juárez

**La escultura monumental de dudosa belleza y utilidad le costará al municipio más de 80 millones de pesos


Amor se escribe con X… la X de Juárez

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2013, 15:56 pm

Chihuahua.- Me sumo a la polémica. No me gusta la X de Sebastián. Se me hace espantosa y estigmatizante para nuestra ciudad. ¿La ciudad X? Esa equis no me parece original, pues nuestra célebre X la podemos encontrar en el Distrito Federal, en el conjunto escultórico que Sebastián realizó para honrar a los jóvenes estudiantes asesinados en la llamada Masacre de Corpus Christi, denominada “Sangre Derramada” o “10 de junio. No se olvida” y cuyos argumentos para hacerla son muy similares a los que luego nos daría para hacer su X aquí.

Así explica aquella obra: Una cruz caída conforma la base de la escultura, de la que emerge una columna de cinco módulos cúbicos. Cada uno representa el símbolo de Nahui Ollin, según la cosmovisión azteca, maya, tolteca, teotihuacana y huasteca. Nahui Ollin o el Quinto Sol es un mito mesoamericano que significa la sangre derramada para enaltecer la aurora. Es el recuerdo de los sacrificios humanos en la religión prehispánica. […] El sitio que ocupa la escultura de hierro formó parte de la ruta de Hernán de Cortés. Por ahí pasó el conquistador hacia el árbol de La Noche Triste, cuando lloró por haber sido derrotado por los aztecas, y luego retornó a hacer la matanza de Tlatelolco. Es evocar la sangre derramada de los mexicanos.

Aludo al sacrificio del cuerpo del hombre, que es la cruz, que es Corpus Christi. La cruz también es el emblema de la presencia española y mestiza. Esa cruz es a la vez la equis de México, un símbolo más del mestizaje.

Por tanto, como artista, simplemente no fue muy creativo que digamos en su obra de arte juarense. Simplemente se copió a sí mismo. Además, para justificar su X en Juárez, nos dio similares argumentos a los de su obra: “Sangre Derramada”: […] Concibió la pieza como una manera de honrar el mestizaje hispanoamericano. Es también una manera de honrar la memoria de las miles de personas que han muerto a causa de la violencia en la ciudad.

Para los mexicanos la X simboliza la mezcla de razas. Es un símbolo de identidad. Al mismo tiempo, la X se asemeja a una cruz y la cruz es una recreación del Nahui Ollin, un símbolo azteca religioso que representa las raíces más ancestrales que tenemos los mexicanos.

El Nahui Olli, simboliza la sangre de los sacrificios ofrecidos a los dioses en la época azteca. En ese sentido, la X representa la sangre derramada en Ciudad Juárez. Es un monumento solemne a todos los que han muerto en este mal momento de la ciudad.

Es realmente una lástima —para mí, por supuesto— que un artista de la talla de Sebastián no haya tenido otra cosa en su mente para honrar a nuestra sufrida Juárez más que una X. Claro, sí hay diferencias notables. La escultura monumental del DF tiene 15 metros y la de Juárez entre 60 y 63 metros, según la fuente que consulte.
La obra, iniciada hace ya casi siete años —suspendida por el alcalde José Reyes Ferriz por considerarla una obra no prioritaria—, costará a la ciudad casi 80 millones de pesos, de los cuales la mitad se van directos a la X y el resto a una plaza, una concha acústica y un museo que están siendo construidos a su alrededor.

Tampoco me gustó que el gran escultor chihuahuense haya pasado por alto los momentos difíciles por los que cruza nuestra ciudad y en cambio haya decidido endilgarnos una obra que nos costará tanto como un edificio de entre 15 y 17 pisos. ¿Qué le hace falta a la ciudad que quepa en tantos pisos?

Sí me gusta y mucho, lo monumental de la obra. Es impactante, impresionante y alucinante. Basta transitar por el Cuatro Siglos de Oriente a Poniente o por el “Malecón” de Poniente a Oriente para ver como “serpentea” esa horrenda “X”. De repente está al lado derecho, de pronto ya aparece en el centro como si uno fuera a chocar con ella, para cuando menos se lo espera está ya a su lado izquierdo. ¿O derecho?, ¿de qué lado está? Por lo menos es interesante, tratar de adivinar a cada paso, por qué lado aparecerá ese gigantesco esperpento.

Pero ante lo inevitable —ya está construida— y a cambio de todo esto, si la X de Sebastián logra convertirse en un lugar que la sociedad juarense tome para sí como un sitio de encuentro para la cultura, entonces, creo yo, todo habrá valido la pena. Sólo entonces, muy a nuestro pesar, todos los que consideramos una afrenta a la ciudad esa X, tendremos que reconocer que el pueblo no se equivoca. Y más si convierte ese monumento en un ícono cultural de la frontera.

¿Será que en verdad la Plaza de la Mexicanidad —así se llamará—, se convertirá en el lugar de encuentro de los juarenses? ¿Será posible imaginar sábados, domingos o cualquier día de la semana lleno de gente dispuesta a disfrutar de la cultura, del arte, del entretenimiento? ¿Un lugar donde nuestros artistas puedan expresar todo su talento?, ¿un lugar donde podamos ver grandes espectáculos de altura que nos hagan ser mejores ciudadanos? En verdad lo deseo y quiero.

Si es así, los casi 80 millones que deberemos pagar porque nos pongan una X —nuestro impertérrito afán masoquista— tendrán que ser discutidos en otros niveles. Por ejemplo, ¿cuánto nos costará mantener digno y en buen estado ese lugar? Las preguntas no me parecen menores, porque del rumbo que se le quiera dar a ese sitio dependerán muchas otras cosas. ¿Un lugar para mítines de nuestros gobernantes nada más porque se ve majestuosa la X? ¿Una plaza sin mantenimiento y vigilancia, llena de vendedores ambulantes, delincuentes y vagos? o ¿un lugar para la cultura, el entretenimiento y el arte?

Por lo pronto y ante hechos consumados, propongo que la inauguración de ese lugar corra a cargo de las múltiples orquestas sinfónicas que han surgido en la ciudad en los últimos años —de lo poco bueno que ha dejado esta ola de violencia—: las de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez—profesional, juvenil e infantil—, la Esperanza Azteca, la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de Ciudadanos Comprometidos por la Paz (Ccompaz), los núcleos de música que surgieron a raíz del programa “Todos Somos Juárez”, como una ejemplo de reconstrucción de la ciudad y otras más que andan por ahí.

Y que toquen un programa lleno de música mexicana, de música de autores chihuahuenses. O sea, la música como grito de Juárez para el mundo, para decirle que a partir del arte y la cultura también se puede reconstruir una ciudad. Estoy seguro que iría mucha gente y para aquellos que les preocupa mucho nuestra imagen, ésta será una cara muy bonita de la ciudad, ¿no? ¿Se imagina? Miles y miles de juarenses escuchando a sus hijos, a sus sinfónicas, a su música.

¿Qué más signo de mexicanidad en la puerta de entrada a México y América Latina?
Eso sí sería una verdadera reconstrucción de la ciudad, que nos humanizaría y nos alejaría del estigma de ciudad violenta que tenemos. Un auténtico nuevo rostro de Juárez. Luego entonces, que inviten a Juan Gabriel, ¿sí?, pero luego. Primero las sinfónicas…

Sólo así, me parece, ese adefesio pasará de ser la X de Sebastián, a la X de Juárez. ¿Se podrá?
Por Servando Pineda Jaimes. hilodirecto.com.mx