Abierta explotación sexual y trata de blancas en el centro de Juárez

Un investigación del periódico fronterizo El Norte


Abierta explotación sexual y trata de blancas en el centro de Juárez

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2012, 13:00 pm

Aunque aseguran tener 18 años, se les nota que son menores de edad. Huelen a perfume barato, tabaco y alcohol. Los grupos de música norteña amenizan desde el mediodía. Las adolescentes se confunden con las mayores de edad en la oscuridad de los tugurios de la calle La Paz. Mientras bailan cada pieza por 5 ó 10 pesos con algunos de los clientes, son vigiladas por hombres que pasan desapercibidos. Dentro de esos lugares la prostitución y las drogas son un lugar común.

Una investigación de NORTE durante la semana pasada, reveló lo que desde hace años es un secreto a voces en esa zona de la ciudad: la abierta explotación sexual de jovencitas no sólo juarenses, sino de las que son traídas del sur del país con la promesa de mejorar las condiciones económicas en las que vivían en sus lugares de origen.

Las bandas dedicadas a la prostitución y trata de blancas que operan en el Centro, están muy bien organizadas. Cuentan con ‘halcones’ en cada cuadra sobre la rúa adoquinada, desde la Mariscal hasta el Mercado Cuauhtémoc. Muchos de los empleados y comerciantes de las tiendas de segundas saben quiénes son. Se comunican por medio de chiflidos y usan radios Nextel cuando se percatan de la presencia de un sospechoso. Siempre están al pendiente de la Policía en las esquinas y no se mueven de ahí a menos que se los ordenen.

Dentro de los tugurios como El General, El Pizcas, Vikinis y Los Gavilanes, entre otros, el consumo de cocaína en los baños, pese a que algunos de ellos están descubiertos para vigilar a los clientes, es descarado.

La siguiente es la historia que vivieron tres reporteros de esta casa editorial durante un recorrido por esa zona entre el lunes y miércoles de la semana pasada.

‘A mí no me tienes que pagar…’

Lunes 26 , 3:00 p.m.: El sol pega fuerte en la piel. Cientos de personas caminan como cada tarde por la calle La Paz y Mariscal. Dentro del bar El General se oye a un grupo de música norteño que interpreta un narcocorrido. Al entrar, un guardia malencarado recibe a los clientes y se comunica por radio y con la luz de la linterna con otros hombres que se encuentran al fondo.

Los guardias vigilan de cerca a los reporteros, que pese a que acudieron ‘disfrazados’, les resulta imposible pasar desapercibidos. Quizá es porque no son clientes asiduos.

En la barra, dos jovencitas se encuentran sentadas con dos hombres de entre 35 y 40 años aproximadamente. Uno de ellos, fue visto en el baño mientras inhalaba ‘coca’.

En los alrededores de la pista de baile, varias mujeres esperan sentadas a que las saquen a bailar por diez pesos. Si alguien quiere ‘algo más’, tendrá que desembolsar 300 pesos y pagarle no a ellas, sino a cualquiera de los hombres que las vigilan.

Luego de media hora ‘Adriana’ se acerca con los reporteros y pide permiso para sentarse. Después llega un mesero y ella pide una cerveza.

Se ve que es menor de edad y tiene un tatuaje en uno de sus brazos. Más que una sexoservidora, parece hacer labores de investigación para ver quiénes son esos clientes.

Después de casi una hora y tres cervezas, la joven entra en confianza. Uno de los reporteros la saca a bailar, mientras el otro activa la cámara para videograbar su recorrido hacia el baño.

Dos mujeres se hablan al oído al tiempo que una le entrega a la otra un envoltorio en la mano. Cerca de los baños, hay un cuarto con una cobija como puerta de donde salen y entran mujeres.

Durante la plática del reportero con la mujer que asegura tener 18 años y un bebé, ella le dice que estudia Computación y que trabaja ahí por mera necesidad. Se le pregunta cuánto cobra por tener relaciones sexuales.

 A mí no me tienes que pagar, si se arma y quieres, yo te llevo con mi jefe para que le pagues a él.

Los 300 pesos incluyen una cama en un cuarto que se encuentra muy cerca del tugurio, al que sólo se accede por un pasillo largo que es vigilado por otras sexoservidoras de mayor edad.

Ella estará en ese bar hasta las siete de la tarde. De acuerdo con uno de los empleados de las tiendas que se encuentran cerca del bar, cada jovencita a veces acude tres o cuatro veces al cuarto con clientes diferentes.

A las 4:30 p.m. continuó la investigación en El Pizcas. Conocido porque en ese lugar se reúnen carjackers y los cobracuotas que mantienen sometidos a cientos de comerciantes del Centro, ahí la historia fue muy similar a la de El General.

Parece una fortaleza. Hay más de cinco guardias que caminan por todo el lugar para vigilar a los clientes. El consumo de drogas también es ‘normal’. Las adolescentes se confunden por el maquillaje y sus tacones, con las mujeres con más experiencia.

En su interior conviven igual empleados de Alumbrado Público del Municipio, con parqueros y drogadictos a la heroína. Adentro todos son nadie. La ley no importa porque adentro no sólo se hacen de la ‘vista gorda’ con las drogas, sino con el humo del cigarro, pese a que está prohibido fumar.

Otras de las personas consultadas y que por razones de seguridad se mantendrá su identidad en secreto, aseguró que hay mujeres que vienen de Veracruz y Chiapas que son obligadas a trabajar y algunas de ellas ya se acostumbraron a esa vida.

“Cada mes se pueden ver a nuevas mujeres en estos lugares, por eso si tú sacas a una uno de sus padrotes los estará vigilando hasta que salgan del cuarto”, indicó.

Los taxistas conocen muy bien el movimiento, porque algunas de las mujeres que acuden a esos lugares a prostituirse, suelen usarlos como transporte, sobre todo cuando llega la noche.

Martes 27, 2:50 p.m.: Sobre la misma calle La Paz los reporteros ingresaron al tugurio Vikinis. Adentro ‘Tatiana’ baila en una tarima con el característico tubo del table dance. Cinco hombres alrededor de ella la observan y le ponen más atención cuando se desnuda por completo y sólo queda en tacones. Al terminar la canción, concluye el show. Se tapa los senos y camina hacia la barra para dar un trago a una cerveza y le dice a un hombre que “vaya por la niña”. Quizá era su pareja.

Frente al Vikinis se encuentra el tugurio Los Gavilanes. Ahí todo mundo sabe que una de las mujeres que labora en la barra vino de Torreón después de asesinar a otra mujer. Del otro lado está una guatemalteca. Como atmósfera del bar, dos payasos beben un par de caguamas mientras llega uno de esos músicos que se sube a las unidades del transporte público para pedir dinero.

En Los Gavilanes fue entrevistada una mujer. Se llama ‘Priscila’. Vive en una colonia periférica y asegura que le gusta “de vez en cuando” visitar esos bares.

Ella trabaja desde hace tres años en las barras de esa zona. No está contratada ni tiene un sueldo fijo, aunque acepta, es mejor así “porque una llega a la hora que le da la gana. Aquí a muy poquitas les dan sueldo”.

Afirma que regularmente saca 300 pesos diarios aunque en ocasiones, hasta mil 500 en el mismo lapso.

Para un empleado de un negocio establecido sobre la calle La Paz, la actuación de la Policía Municipal es una contradicción, porque mientras “arrestan a las personas por no traer identificación o por andar borrachos, a los que venden droga ni a las chavitas que se prostituyen y que son menores de edad, no les hacen nada”.

Poco antes de oscurecer, fueron vistos varios elementos de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, pero la reacción de los ‘halcones’ fue más rápida y los vendedores de droga desaparecieron como por arte de magia.

Según las fuentes consultadas, es imposible que las autoridades no sepan que existe prostitución de menores en esa zona y que algunas de ellas son obligadas a ‘trabajar’ en varios de estos tugurios.

Las videograbaciones se hicieron con un celular, ante el riesgo de ser descubiertos por los guardias de seguridad o los vendedores de drogas, por lo que en algunos de los bares las imágenes son difusas ante el constante movimiento de los reporteros.