Un Alemán mentiroso y amenazante

Homero Aguirre Enríquez


Un Alemán mentiroso y amenazante

La Crónica de Chihuahua
Septiembre de 2011, 10:24 am

Con motivo del retiro del plantón que mantenía el SME en el Zócalo capitalino, hubo quienes cuestionaron el acuerdo de entregar 21 millones de pesos a ese sindicato, que hasta ese momento estaban en cuentas bancarias “congeladas” por el gobierno federal. Mucha tinta corrió sobre el tema y no es mi intención analizar aquí la validez legal y política del acuerdo de dicho sindicato con los gobiernos, federal y del Distrito Federal. Pero lo menciono porque la suspensión de la protesta del SME y el que se les haya reintegrado esa cantidad, que se dijo eran fruto de las cuotas de sus agremiados, sirvió de pretexto a Ricardo Alemán para lanzar graves e infundados ataques contra Antorcha Campesina a la que acusa de formar parte de los “vividores de la industria de la protesta y la farsa social… que se apoderan de calles, bloquean vialidades, etc.”.

Al igual que otros individuos que gozan de una tribuna -de papel o electrónica- desde la que impunemente pueden enjuiciar a quienes se les antoje sin cuidarse en lo más mínimo de dar algún elemento concreto, alguna prueba o testimonio fehaciente para sostener sus afirmaciones, Ricardo Alemán nos califica de mafiosos, saboteadores, chantajistas y de sostener conductas que incluso configuran delitos que, si a él le consta que existen, debiera denunciar ante una autoridad judicial; acusaciones basadas absolutamente en su dicho, construidas con una adjetivación abusiva y porril y de ninguna manera extraídas de una investigación periodística, o por lo menos de un razonamiento lógicamente engarzado.

La prueba de que los únicos elementos que tiene para atacarnos es su odio a la lucha popular que sostenemos -cuya consecuencia nos ha convertido en la más articulada y numerosa organización social de nuestro país-, es que en vez de rematar con una prueba o dato suficientemente revelador sus afirmaciones sobre los daños que provocamos y las jugosas cantidades que él dice que recibimos “por chantajear”, el señor “periodista” se limita a hacer una pregunta, insidiosa y de mala leche pero absolutamente carente de valor probatorio. Así, cuando el lector esperaba una tonante revelación sobre el dinero público que hemos recibido, se limita a preguntar: ¿Cuántos millones de pesos de dinero público se han entregado por la vía del chantaje a César del Ángel, a Aquiles Córdoba…? Y yo le respondo: ¡Pues usted, que es el acusador, fiscal y juez nuestro, dígales a sus lectores cuántos millones hemos recibido, y de paso aprenda a escribir correctamente el apellido de nuestro dirigente! ¿O acaso espera que nosotros tengamos que demostrar que es falso lo que usted no prueba de ninguna manera?

Si a Alemán le consta que nosotros, los integrantes o dirigentes del Movimiento Antorchista, hemos recibido dinero producto de un chantaje ¿qué espera para denunciar periodística y jurídicamente este delito y acompañar la denuncia de las evidencias que lo comprueben? ¿Qué lo detiene para no exhibir para siempre en la picota a una organización a la que por lo visto odia profundamente?

Está claro que lo detiene el hecho innegable de que sus únicos “elementos probatorios” son su bilis, su lengua y su carácter profundamente hostil a la lucha organizada de la gente. Por eso no tiene más remedio que exhibirse como un trapero intelectual, y en lugar de hacer que a su acusación (que recibimos dinero público por la vía del chantaje) la siga una prueba (quién nos dio el dinero, cuánto, en dónde, quién es su testigo, etc.), lo que hace es lanzar al aire una pregunta sobre cuánto dinero recibimos. Con esa lógica, yo podría preguntar y dar por probado el carácter venal de Alemán, simplemente preguntando: ¿cuánto dinero ha recibido del gobierno, a cambio de calumniarnos?

Para que mis lectores comprendan mejor de quién provienen esas calumnias contra el antorchismo, aclaremos que Ricardo Alemán sí acepta las movilizaciones sociales… siempre y cuando éstas ocurran muy lejos de nuestro país, por ejemplo en España, El Cairo, Trípoli o en algún lugar del Medio Oriente a más de 10 mil kilómetros. Sobre esas protestas “buenas” dice Alemán en otro artículo: “así como la falta de libertad movilizó al Medio Oriente, la falta de empleo y de oportunidades hace lo propio en España. Desde hace varios días centenas de jóvenes en varias ciudades del mundo se han volcado a las calles para exigir espacios de trabajo en la Madre Patria”.

Como se puede apreciar, el “analista” no cuestiona esas movilizaciones que al igual que aquí se desplazan por las calles -a despecho de los reaccionarios, como Alemán, nadie ha inventado hasta ahora la forma de manifestarse vía aérea o subterránea-, bloquean vialidades, ocupan durante meses las plazas públicas y, por lo tanto, afectan el tráfico y la vida cotidiana de miles de personas que no participan directamente en esas luchas sociales. “Para qué cuestionarlas -se dirá este “analista”-, están muy lejos, no afectan a mi clientela periodística, están de moda y, merecida o inmerecidamente, gozan de prestigio como movimientos democráticos y liberadores, van a tono con la corriente informativa predominante en el mundo y dan un barniz democrático al que quiera usarlas”. Así que se muestra comprensivo y las usa a su favor.

Pero que no se le ocurra a nadie en México reivindicar derechos mediante la lucha callejera, los mítines, los volantes y los plantones, porque la comprensión de Alemán se esfuma: “con sus respectivas particularidades, México ya vivió su “Plaza de Tahrir”, México ya expulsó a su “dictadura”. Hoy México vive los resultados de las movilizaciones que ocurrieron hace casi medio siglo”. O sea, bienvenidas la protestas, pero a diez mil kilómetros de nuestro país y a medio siglo de distancia en nuestra historia.

No hay duda de que Ricardo Alemán es un enemigo de la lucha social y de las organizaciones, al mismo tiempo que uno de los voceros más descarados de quienes plantean que la única participación válida del pueblo en la política debe ser la de votar cada que haya elecciones. He aquí sus palabras: “frente a un mal gobierno como ése (se refiere al de Calderón) y a la tragedia que habría provocado, de nada servirían las movilizaciones sociales -una o mil-, por numerosas, gigantescas, gritonas, reclamadoras, nutridas, plurales y rabiosas que fueran… más que marchas, movilizaciones y protestas, la sociedad mexicana ya tiene las herramientas para castigar a un mal gobierno, a un mal presidente, a un partido o conjunto de partidos. Y esa herramienta se llama voto”.

Y para los que no se sometan, para los que insistan en que el voto no es suficiente para construir un país más equilibrado socialmente, para los que reivindican el derecho constitucional a manifestarse y protestar contra los malos gobernantes, y lo plantean además como un elemento estabilizador del conjunto de la sociedad, para ellos, dentro de los cuales está nuestra organización, Ricardo Alemán tiene algo más que calumnias: un abierto mensaje represivo desde el poder al que sirve fielmente, una amenaza disfrazada de llamado a los gobernantes para que no pacten con “esa modalidad de criminales”, para que no cedan y no sean gobiernos enanos que se asustan con el petate del muerto del 68.

Escribo esta respuesta porque el carácter mendaz y amenazante de las palabras de Ricardo Alemán así lo ameritan, pero sobre todo porque es inminente la reanudación de las movilizaciones ante el gobierno federal en virtud de que no se ha cumplido con los compromisos de construir obra pública, vivienda y caminos rurales, firmados en diversas minutas. De no avanzar en el terreno de los hechos, volveremos a las manifestaciones y a los plantones, sin importar que tengamos que enfrentar la andanada mediática y política que los “Alemanes” nos tengan preparada.