La importancia del tratado energético entre China y Rusia

Por: Abel Pérez Zamorano


La importancia del tratado energético entre China y Rusia

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2014, 19:15 pm

(El autor es un chihuahuense nacido en Témoris, municipio de Guazapares. Es Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias Económico-Administrativas de la Universidad Autónoma Chapingo. Director de la División de Ciencias Económico Administrativas (DICEA) de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), para el periodo 2014-2017.)

Como es sabido, a raíz de los acontecimientos ocurridos en Ucrania desde febrero pasado, la incorporación de Crimea a Rusia y el conflicto en las provincias surorientales de Donetsk y Luhansk, en represalia, Washington y la Unión Europea han aplicado una estrategia de aislamiento contra el gobierno de Vladimir Putin, expulsándolo del G7, congelando cuentas y prohibiendo visas para funcionarios y empresarios rusos, y la última, el intento de boicot al Foro Económico Internacional de San Petersburgo, que congrega a grandes empresas de talla mundial; Europa, por su parte, ha amenazado con reducir sus importaciones de gas ruso, del cual depende en gran medida. Con estas acciones punitivas esperan provocar en Rusia una recesión y fuga de inversiones; pero no parece que el castigo pueda surtir los efectos que sus promotores desean; primero, porque no existe unidad monolítica al seno de la Unión Europea en intereses económicos y políticos frente a Rusia; segundo, no es tan fácil sustituir de la noche a la mañana a un proveedor de tal importancia; y tercero, Vladimir Putin ha sabido jugar muy hábilmente sus bazas, en especial su cada vez más estrecha alianza con el presidente chino Xi Jinping. El 21 de mayo, ambos mandatarios signaron en Shanghai un acuerdo llamado “Contrato de Compraventa Chino-Ruso sobre el Proyecto de Gas de la Ruta del Este”, que venía negociándose desde 2004, donde se establece que Rusia proveerá a China de gas natural a un precio estimado de 350 dólares por mil metros cúbicos, más barato que el precio promedio a Europa, de 380 dólares. Éste, que es el contrato más grande firmado por Gazprom, la gasera rusa (en este caso con la Corporación Nacional de Petróleo de China, CNPC), tendrá un monto total de 400 mil millones de dólares y una vigencia de treinta años. Más aún: el convenio incluye una “asociación de cooperación energética integral”.

Como infraestructura fundamental para operar la transacción se construirá un gasoducto llamado “Energía de Siberia”, el más largo del mundo, con una longitud total de 4 mil kilómetros, que ingresará a territorio chino por el Noreste y proveerá, entre otras regiones, a la zona metropolitana de Beijing. Su costo total, 75 mil millones de dólares, será financiado conjuntamente; empezará a bombear gas en el año 2018; proveerá a China de 38 mil millones de metros cúbicos anuales (cantidad equivalente a la cuarta parte del volumen anual vendido a Europa) y permitirá amortiguar una potencial reducción en las compras europeas.

Pero los compromisos no se limitan a este acuerdo. El seis de mayo se anunció que las primeras inversiones en arribar a Crimea, luego de su anexión a Rusia, provendrán precisamente de China: la constructora estatal china Railway Construction Corporation construirá el corredor de transporte a través del estrecho de Kerch, entre la península de Crimea y Rusia, con una inversión de 3 mil millones de dólares. Se creará también una gran empresa conjunta para fabricar aviones de largo recorrido que competirá con la Boeing norteamericana y la Airbus europea, el duopolio mundial de la industria aeronáutica. Por otra parte, China es ya el principal comprador de petróleo de Rusia: “…entre 2009 y 2038 Rosneft, la mayor compañía pública extractora de petróleo en el mundo, exportará a China unos 665 millones de toneladas de petróleo” (Ria Novosti, 21 de mayo de 2014). En fin, en un mes iniciará la construcción del primer puente que unirá a los dos países, y muy importante: los pagos de todos estos compromisos se harán en yuanes y rublos, no en dólares.

Las acciones anteriores no son una novedad. China es ya el principal socio comercial de Rusia: el monto de las transacciones bilaterales fue de 90 mil millones de dólares el año pasado y en el marco del tratado se busca elevarlo a 200 mil millones en los próximos seis años; en 2013, el movimiento de carga transfronterizo aumentó en 8 por ciento. Exportaciones más diversificadas son saludables para la estabilidad de las economías, y en este sentido, digámoslo de paso, el gobierno ruso ha venido buscando también un acercamiento con Japón y Corea del Sur, potenciales compradores de gas. Como un efecto positivo adicional, el tratado permitirá a Moscú promover el desarrollo de la rezagada región del extremo oriente, que debido a su rezago ha venido despoblándose en las últimas décadas.

Pero el tratado no es sólo un espaldarazo al gobierno de Putin en el conflicto con Europa y Estados Unidos. Es una transacción de mutuo beneficio. China ha venido enfrentando serias dificultades en materia ambiental, y el aumento del consumo de gas, un combustible limpio, contribuirá a reducir la contaminación; considérese que China es el primer consumidor mundial de energía: petróleo y principalmente carbón, altamente contaminantes. Para el año 2020, el gas pasará del 8 al 10 por ciento del consumo total energético, permitiendo una significativa reducción de las emisiones de bióxido de carbono. Asimismo, el extraordinario crecimiento de la economía china implica una mayor demanda de energía, que será cubierta con las importaciones de gas; el año pasado consumió 170 mil millones de metros cúbicos, importados de Asia Central, pero dentro de seis años sus necesidades serán de 420 mil millones; con el tratado, China asegura su abasto de gas y a un buen precio. Ciertamente, cabría en la lógica de las posibilidades que el crecimiento de la demanda del gas ruso (el tratado la elevará en un 25 por ciento) pudiera provocar un aumento en el precio del gas que Rusia vende a Europa.

Para concluir, podríamos decir que Estados Unidos subestimó la capacidad de Rusia; no aquilató en todos sus alcances la profundidad de sus relaciones con China y el poder que ambas potencias unidas representan: por su PIB nominal son la segunda y sexta economías del mundo. Tampoco se ha apreciado suficientemente la estrecha relación de entendimiento existente entre Vladimir Putin y Xi Jinping, que se evidencia en el hecho de haberse reunido ya en promedio cada dos meses desde que este último asumió la presidencia de China hace catorce meses. Y como muestra del nivel de cooperación alcanzado, en el marco de la visita de Putin tuvieron lugar maniobras militares conjuntas en las costas del mar de China. En fin, el tratado representa un importante respaldo económico a Rusia, de importancia estratégica y en un momento crucial, y refuerza el bloque económico-político que ambas potencias han constituido, como un polo de poder que viene a modificar la correlación global de fuerzas, creando equilibrios necesarios para una mayor armonía mundial, impensables en un mundo gobernado por una sola potencia.

México, D.F, a 26 de mayo de 2014