El horror nuestro de cada día (CLIX)

LA CARAVANA DE LA MUERTE


El horror nuestro de cada día (CLIX)

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2012, 21:17 pm

Por Froilán Meza Rivera

Ojinaga, Chih.- "Deshidratados, agotados hasta la extenuación, caminábamos por el desierto, dejábamos abandonada a la gente que iba cayendo muerta, y estábamos ya en el punto en que no nos importaba, porque lo mismo nos iba a pasar a nosotros".

Entre el entonces ranchito de Presidio y el campamento militar de Marfa, Texas, el camino terroso y polvoriento medía 60 millas, apenas unos 96 kilómetros y medio. Los caminantes eran casi 6 mil soldados federales y sus mujeres que, derrotados en la batalla de Ojinaga, habían pedido refugio a las autoridades estadounidenses, del otro lado de la frontera.

Una madre soldadera lloraba a grito pelado la muerte de un soldado hijo suyo que, habiendo sido herido por los villistas, terminó sus días a un lado de la carretera.

Ojinaga cayó ante Francisco Villa cuatro veces, pero el combate final se dio el 10 de enero de 1914.

La batalla duró sólo 45 minutos, empezó a las 7:30 de la tarde durante el mes más frío del año, dijo el historiador doctor Rubén Osorio, al describir el episodio.

Según Osorio, al menos 3 mil 500 soldados federales, sus esposas y sus hijos, huyeron del ejército revolucionario y cruzaron el Río Bravo hacia Texas. "El río se llenó de armas y de sangre, de gente muerta y de caballos", escribió.

Quienes se refugiaron en Presidio, Texas, justo al otro lado del río cruzando de Ojinaga, se calcularon en 6 mil. La soldadesca se entregó al ejército norteamericano, y quedó a su disposición.

Los jefes a cargo del regimiento gringo decidieron llevar a la multitud a Marfa, caminando, pues no había tren ni vehículos ni caballos suficientes, y hacerlo de otra manera era, pues, imposible.

Dispusieron entonces la marcha, que duró tres días.

Muchos ya estaban muriendo de hambre y de enfermedad. Se sabe que muchos de ellos ya habían caminado previamente ocho días en el desierto entre Chihuahua capital y Ojinaga, huyendo de la lucha entre los villistas y los federales.

Montones de gente -no se tiene registro de ello-, terminaron pereciendo en el camino.

"Los gringos empezaron dándonos una especie de desayuno que era como una pasta de papas con frijoles, cocinadas por los soldados en unas ollas grandes de metal, y nos dieron otra ración al final del día, en el primer campamento, pero nunca pudieron alimentar a toda la gente".

"Muchos nos tuvimos que conformar con el olor del masacote, que ya a estas alturas, después de casi 10 horas de camino, no nos alcanzaban ya las fuerzas ni para caminar".

Atrás habían dejado ya los primeros muertos, acaso una decena, esa primera jornada.

Cuando al tercer día de marcha llegaron los caminantes al puesto militar de Marfa, el número de muertos era incontable, pero se podían ver las caras acongojadas de madres que perdieron a sus niños, de esposas que perdieron a sus maridos, o de soldados e incluso hombres civiles, que dejaron los cadáveres de sus seres queridos a la vera del camino, apenas cubiertos con piedras que juntaron a la carrera.

Algunos cadáveres fueron llevados en las carretas de carga del ejército estadounidense.

Una leyenda en la región dice que uno de esos refugiados que murieron en la "Caravana de la muerte", como se conoce este episodio del lado mexicano, o "La vía dolorosa", como se conoce del lado de Texas, fue el famoso periodista americano Ambrose Bierce, autor del libro "Diccionario del diablo" y de "Cuentos de soldados y civiles" quien había desaparecido misteriosamente unos meses antes en un viaje a México.

"El murió en el camino a Marfa, y el Tercer Regimiento de Caballería lo enterró en una fosa común con otros refugiados, al Este del pueblo", dijo el viejo residente de Marfa J. Alfred Roosevelt.

De Marfa, los refugiados fueron remitidos por la Guardia Nacional y transportados por tren a Fort Bliss en El Paso, donde fueron confinados en un campamento de tiendas de lona de 60 acres y circundado por alambre de púas, como si fueran prisioneros.

Muchos fueron liberados después de algunos meses y se les permitió adquirir la ciudadanía si garantizaban conseguir un empleo.