El horror nuestro de cada día (244)

EL ALETEO DE LAS BRUJAS


El horror nuestro de cada día (244)

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2015, 22:20 pm

Por Froilán Meza Rivera

Antes de que yo naciera, esto le sucedió a mi familia. Es que en la parte tropical del estado de Chihuahua, que es lo más bajo de las barrancas, existe la creencia muy arraigada, de que las brujas llegan en las noches a “chuparse” a los bebés, y para esto, las gentes se preparan para protegerlos.

En ese entonces, mis padres habitaban una casita de barro y paja cerca del poblado de Polanco. En ese tiempo les había nacido una niñita, que tenía ya unos tres meses meses. Por casualidad, otras tres familias del rumbo casualmente tuvieron también niños chiquititos, y pasó lo que tanto temían: que vinieron las brujas, como acostumbran, en los tres primeros días de cada mes. En las familias, los padres y los mayores se turnaban para velar y no dejar solos ni desprotegidos a los chiquitos, pero ni un momento en esos días nefastos.

Durante la segunda noche, mi papá escuchó el rumor de un animal como que se arrastraba, primero, y después como que aleteaba. “Se oyó como un aleteo de guajolote, pero con alas de petate”, les dijo mi padre a un tío que vivía con ellos y a mi mamá.

Pero no pasó nada.

Para la tercera noche, a mis padres los venció el sueño y terminaron durmiéndose a eso de las dos de la madrugada.

A eso de las cinco de la mañana, cuando de por sí se levantan en casa, despertaron todos y vieron que la niñita ya estaba muerta, a pesar de que estaba su cunita de madera cubierta con velo.

Tenía la bebé sus deditos morados, porque dicen que por ahí mero se chupan las brujas a los chiquitos.

Fue toda una desgracia, y a lo mejor por eso a nosotros los hijos siguientes ya nos cuidaron más.

En las barrancas, siempre que hay niños chiquitos, la gente los cuida, cada mes, tres noches seguidas, para que no alcancen a llevárselos las brujas.

De las brujas que había por acá, había una que moraba dentro de una cueva, la famosa Cueva de la Mantequilla, que era donde tenía sus instrumentos de brujería y una especie de consultorio a donde llegaban narcotraficantes del lado de Sinaloa. Pero también decían que esa bruja vivía también en una casita, y que de día era una mujer común y corriente que curaba a la gente.

A la bruja, en la noche, la vemos siempre en forma de señora con rebozo. Se cuentan muchas versiones sobre esta señora: dicen, por ejemplo, que un día, tuvo que hacer unos trabajos volando, y que entonces se quitó sus ojos y los escondió en un agujerito que hay en la pared de afuera de la iglesia. Y que se puso unos ojos de tenamaste, que son las piedras que se usan para colocar los braseros, y que entonces pudo ya ver bien en la noche.