Chiribiquete, el parque natural más grande de Colombia

Está ubicado entre Caquetá y Guaviare. Es considerado como un santuario para la biodiversidad.


Chiribiquete, el parque natural más grande de Colombia

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2012, 08:12 am

Antes de entrar al parque nacional natural Chiribiquete, una de las 56 áreas protegidas del país, volamos sobre El Retorno y Calamar, donde empieza el paño verde de la selva del Guaviare, que se extiende, interminable, hacia el sur. (Siga este enlace concocer más sobre Chiribiquete).

Los cerros Azul y Otaré anuncian que estamos próximos a ingresar al parque. Un minuto después, la vista sobre el río Tunia o Macaya confirma que estamos en las coordenadas correctas.

Ingresamos a un mundo perdido, de cumbres erguidas, que se alzan con formas inverosímiles y verdes tonalidades contra el cielo; cerros y montañas rasgadas como quesos suizos, y grandes piedras en imposible equilibrio sobre torres agrietadas.

Todo parece resultado de un hechizo o de un gran cataclismo camuflado desde el alba de la historia geológica del Amazonas.

Es una extraña concurrencia de colinas, planicies, selvas, ríos y colores mezclados espectacularmente para dar lugar a un insólito paraíso que traslada a la era jurásica, un mundo perdido.

Aquí, los ríos son de aguas oscuras, rojizas o blancas; los cielos, tempestuosos; los tepuyes, islas que se elevan sobre el mar verde de selva, tienen imponentes murallones; las cascadas, como la del Cuñaré, se desgajan desde grandes elevaciones, las formaciones rocosas son de las más antiguas del continente y albergan gran diversidad de especies de fauna y flora, muchas de las cuales no se encuentran en ningún otro lugar del planeta y otras que permanecen aún sin clasificar.

Todo un coloso

Cuatro serranías son los artífices de un paisaje donde lluvia y brisa han cincelado estas asombrosas esculturas.

De norte a sur: la serranía de Chiribiquete entre los ríos Tunia y Ajaju; la serranía de Cuñaré, entre los ríos Mesay y Apaporis; la mesa de Iguaje, entre las cabeceras del río Mesay y la quebrada Huitoto, y la serranía de Iguaje, entre el río Mesay y el río Yarí.

Este es el parque nacional más grande de Colombia, con 1’280.000 hectáreas, superior en área al parque de Yellowstone y comparable con el Death Valley, en Estados Unidos, o con el Alberto de Agostini, en Chile.

Cuando estaba a punto de caerse del calendario el siglo XVIII, el comisario español Francisco Requena calculó una población de más de 15.000 habitantes pertenecientes a la etnia de los carijonas, cuyo territorio central comprendía la cuenca baja del río Yarí, sus afluentes y el alto Apaporis en inmediaciones de las confluencias de los ríos Tunia y Ajaju. Hoy, los carijonas están prácticamente extintos.

Este paisaje fantástico se convierte en un complejo con decenas de ríos y caños plagados de raudales, que llevan en sus aguas reflejos de cimas altivas como el Ajaju, el Mesay, el Macaya o el Apaporis.

A ellos se accede mediante empinados varaderos y sinuosos pasajes, los mismos que utilizaron para ocultarse los primeros carijonas de sus enemigos tribales, de los caucheros colombianos y de la Peruvian Amazon Company o Casa Arana.

Este enclave protegido sirve de refugio por igual a murciélagos, armadillos, micos tutamonos, tigrillos y nutrias, a la babilla del Apaporis y también a guácharos, barranqueros, al apuesto gallito de roca y a cientos de especies más que sitúan fácilmente a este parque como uno de los más importantes en cuanto a diversidad de fauna y flora.

Desde aquí, los cerros se ven soberbios y dominantes, como tablas de la ley que brotan hasta que, al cabo de los siglos, el viento y la lluvia acaben con su imperio. Mientras tanto, se mantendrán tan rígidos como nuestras ganas de volver a explorar este territorio.