Caminamos para que sepan que existimos y exigimos justicia

We Go´ra rejoi Ernesto, en memoria al hombre bueno


Caminamos  para que sepan que existimos y  exigimos justicia

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2013, 14:15 pm

Chihuahua, Chih.- . El asesor del ejido indígena de Baqueachi, Ernesto Rábago Martínez, fue asesinado en el despacho que compartía en la capital del estado con su esposa, la abogada Estela Ángeles Mondragón. Esta fue la noticia que impactó a toda la comunidad indígena y que indignó a los luchadores sociales y de derechos humanos el primero de marzo de 2010.

Hoy en el tercer aniversario luctuoso de Rábago Martínez, todavía no hay justicia para él, por eso hoy habitantes de la comunidad de Baqueachi, marcharon hasta el Palacio de Gobierno en un clamor de búsqueda de justicia, como ya lo hicieran el año pasado.

"Hemos caminado desde el templo para que nuestros hermanos de Chihuahua sepan que existimos y que exigimos justicia" dijeron.

En marzo del 2011, una impresionante ceremonia, los miembros de la comunidad de Baqueachi, plantaron una cruz blanca, a un lado de la cruz de clavos y en ella se leía -We Go´ra rejoi Ernesto-, que en español significa -en memoria la hombre bueno-.

En 2010 la familia Martínez Mondragón había sido amenazada y atacada al menos dos veces luego que Estela Ángeles Mondragón ganó un viejo litigio contra un grupo de ganaderos que se apropió de terrenos ejidales, el cual tuvo que devolver cuando se comprobó que la posesión era ilegal.

En junio de aquel año, los ejidatarios de Baqueachi, encabezados por su gobernador tradicional, Patricio Chávez Gabriel, denunciaron que 30 ganaderos del municipio de Carichic, encabezados por José María Sandoval Espino, dueño de un rancho cercano a los linderos de las tierras ejidales, interpusieron juicios ante el Tribunal Agrario para que les reconocieran derechos sobre las tierras ejidales que invadieron y cercaron.

El primero de marzo de 2011, inusual, se escuchó a la una de la tarde una solitaria campanada, lo que tomo por sorpresa a las personas que transitaban por el centro de la ciudad, se trataba de una campana que gritaba por las calles del centro,
acompasada por las pisadas firmes, decenas de pisadas, fuertes decididas.

En tropel, se dirigieron a la plaza Hidalgo, frente a Palacio de Gobierno un centenar de tarahumaras, con su traje típico, eran en su mayoría hombres, recios, de facciones marcadas y solemnes.

Su comitiva llegó a la plaza y un tambor sucedió a las campanadas, era un tambor fúnebre con un sonido consistente, un sonido de la tierra que se apoderaba del espacio y abría las mentes y corazones presentes, al tambor una flauta raramuri lo acompañó lo seguía en una sinfonía simple pero ancestral.

Se trataba de una ceremonia de purificación, a los aliados de los raramuris en el estado, los luchadores sociales y a los párrocos de las serranías.

A la ceremonia se unió un grupo de raramuris de la ciudad, llegaron en cuanto reconocieron el clamor legendario del tambor y la flauta.

Este años un numeroso contingente vienó caminando y danzando desde la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en donde se realizó un misa para orar a su Padre-Madre, la cual estuvo encabezada por el obispo Rafael Sandoval Sandoval. "No venimos a que nos vean desde arriba, estamos aquí para exigir justicia y respeto".

Aproximadamente a las 22:30 horas del lunes priemro de marzo del 2010, un grupo de desconocidos entraron en las oficinas, ubicadas en las calles Allende y 23, en el centro de la ciudad, y ultimaron de dos tiros a Ernesto Rábago. Peritos de la Procuraduría de Justicia del estado encontraron un casquillo percutido calibre 25.

“Esto no es una ejecución del crimen organizado; no salgan con eso. Es un asunto de tierras, una venganza, y está relacionada con la defensa de las tierras de los indígenas de Baqueachi”, denunció su viuda, quien apenas el 18 de febrero solicitó al gobierno del estado una investigación sobre un balazo, también de arma calibre 25, que su hija Denny Loya Ángeles recibió en un brazo cuando estaba en la cochera de su vivienda.

Ése fue un primer aviso para mí. Se lo dije al secretario de Gobierno, Sergio Granados. Ya habíamos recibido muchas amenazas a lo largo del juicio sobre las tierras de Baqueachi. El 18 de marzo del año pasado incendiaron mi despacho con dos bombas molotov y emprendieron una campaña en medios locales acusándonos de zapatistas, de guerrilleros, relató mientras tramitaba ante las autoridades judiciales la entrega del cadáver de su marido.

Entre los responsables de la campaña de hostigamiento en su contra señaló al delegado de la Procuraduría Agraria en el estado, Pedro Martínez Cháirez, de quien dijo: “Estuvo dando entrada a las demandas de los ganaderos en contra de los ejidatarios indígenas y manejando información en los periódicos locales para agredirnos, junto con un personaje del municipio de Carichic al que apodan Huarache Veloz. La bronca era conmigo, no con mi hija ni con Ernesto”.