A seis años de su fundación, el kínder Rayénari aún espera sus aulas

**Los niños siguen estudiando, jugando, creciendo en estas traílas, que incluso una inundación tiró hace ya tres años haciendo añicos buena parte del archivo del kínder.


A seis años de su fundación, el kínder Rayénari aún espera sus aulas

Lily Dueñas
Agosto de 2012, 20:27 pm

Chihuahua, Chih.- Como una muestra más de los enormes contrastes socioeconómicos que imperan en Chihuahua, está el jardín de niños indígena Rayénari, fundado por Antorcha Campesina en el año 2006, en una de las colonias más marginales de la capital.

El Rayénari no es un preescolar donde los niños cuenten con un jardín de juegos, con agua potable, con salones espaciosos, en fin con instalaciones dignas, mucho menos que reciban la visita de estudiantes de Medicina de la Universidad Autónoma de Chihuahua para impartir talleres como en los jardines privados, ó que lleven a cabo en el Palacio de Gobierno ferias de ciencias, como algunos afortunados kínderes públicos.

No. Los niños del Rayénari, para comenzar, carecen de un espacio propio, y fueron desde hace ya varios años acogidos en el local de una escuela primaria indígena, también de la colonia Granjas la Soledad, que era originalmente tierra ejidal propiedad de la señora Soledad Campos, y posteriormente un asentamiento indígena.

Cuando el Movimiento Antorchista Nacional llegó a esta colonia, en común acuerdo con sus habitantes, para entonces también chabochis ó mestizos, se llegó a la decisión de que se lucharía en primera instancia por espacios educativos. Es así que en 2006 se logró conseguir dos claves con la Secretaria de Educación y Cultura del gobierno del estado que encabezaba en ese entonces José Reyes Baeza: una clave para la primaria y una para el kínder, en el mismo año se consiguió el terreno para la primaria donde se construyeron varias aulas.

Sin embargo, el kínder tuvo que comenzar clases en dos traílas, o salones móviles, que carecen de aire acondicionado, agua, drenaje ó calefacción, y que en un estado como Chihuahua, donde el clima es extremo y en verano se pueden sentir temperaturas de 40 grados y en invierno heladas de menos 18 grados, y donde las sequías son continuas y duran hasta 20 meses; donde incluso los maestros reciben una bonificación por trabajar en clima extremo, los endebles salones son un riesgo sanitario y de salud para los alumnos.

Seis años se ha trabajado en estas condiciones, dos administraciones gubernamentales ha abarcado la espera de un terreno y salones para los niños, y nada ha sucedido.

Los niños siguen estudiando, jugando, creciendo en estas traílas, que incluso una inundación tiró hace ya tres años haciendo añicos buena parte del archivo del kínder.

En un estado con enormes contraste socioeconómicos, los niños y las dos maestras del kínder Rayénari esperan ser contemplados en el presupuesto gubernamental con un terreno que no costará ni 500 mil pesos y unas instalaciones del mismo precio.