Leyendas de la tierra

ÁNGEL DE LUZ EN TIERRA DE MUERTOS


Leyendas de la tierra

La Crónica de Chihuahua
Noviembre de 2010, 12:34 pm

Froilán Meza Rivera
Noviembre de 2010, 12:34 pm

“¿Supiste de la presencia de Amada este año en el panteón, que si las cuentas no me fallan, es ya el tercer año que la vemos nosotros?”
“Pero, ¿cómo, compadre? Me parece increíble, muy fantasioso, ¿y tú la viste?”

“Claro, ella se aparece en el rincón oriente del Panteón Municipal, y yo voy allá cada año a dejar flores en la tumba de mi suegro. Claro que la vi, si no, no te la estaría contando”.

Es ella un ángel, un mensajero del más allá, con el que tienen contacto las personas que padecen especial dolor por la pérdida de algún ser querido. Contar sus hechos y milagros es como poesía en la boca y los oídos de la gente. Quienes dan testimonio de esta presencia sienten placer de hacerlo. Verdaderamente que es ella un mensajero que transmite paz.

Amada es una niña que aparenta tener unos seis años de edad. Cada día dos de noviembre llega a los panteones del Sur, y su presencia parece multiplicarse, porque los reportes de sus apariciones son cada vez más numerosos. Se trata de una niña de carne y hueso, carita redonda con pecas, blanca de tez dorada por el sol, su cabello es castaño claro con brillo rojizo. Suele vestir como visten todas las niñas de su edad en estos barrios que circundan a los panteones, es decir, de clase media a media jodida.

Es, como digo, una niña de carne y hueso, y se le ve comiendo elotes y llenándose las mejillas, las manos con la mantequilla y el chile en polvo, y, como todas las niñas, se limpia en la ropa. En ocasiones también, se le ha visto ensuciarse al comer algodón de azúcar, o pidiendo unos dorinachos en los puestos de afuera del panteón.
Pero las apariencias no lo son todo: ella no es una chica común.
Amada llega a las tumbas donde se congregan los deudos del difunto el Día de Muertos. Ofrece en venta las flores que carga siempre aplastadas contra su pecho y que, no importa cuántas horas las lleve en las manos sin agua, sus crisantemos no se marchitan y conservan su olor y lozanía durante varios días.

“Compadre, créame o no, pero el año pasado regresé el 20 de enero a reponer un florero de mármol que se perdió en la tumba de mi madre, ¡y ahí estaba todavía el ramo que le compramos a Amada, como si las hubieran acabado de cortar! ¡Y el aroma, igual de penetrante!”.

Llega Amada a las tumbas, y las mujeres son las primeras que se dan cuenta de que la carita de la niña va tomando poco a poco las facciones del muerto que visitan, sea hombre o mujer, y les habla con la propia voz que tenían cuando vivía. Durante el tiempo que gasta Amada con la gente, embelesados conversan maravillados con su familiar ausente, y lloran de alegría, y se abrazan entre ellos, y abrazan a la niña.

Llega un momento en que Amada retoma su personalidad, y es cuando las personas le compran las flores, que ella de manera automática repone con un ramo que sale de la nada, crisantemos amarillos igual de fragantes.

¿Cómo hace la pequeña para estar con decenas de personas casi al mismo tiempo? ¿Es una niña de carne y hueso? ¿Es un ángel?
Lo cierto es que existen ya cientos de testimonios de gente que ha convivido con ella en las tumbas, como hay testimonios también de vendedores que aseguran que les ha comprado golosinas, fruta y hasta comida chatarra, que la niña devora tal y como lo haría una hija de nosotros de carne y hueso.

¿Cuál es el misterio?