Joannis Vermeer, eximio pintor holandés, creador de La Joven de la Perla, murió en la ruina

**En el brillo de los ojos y de la perla, encontramos toda la luz que refleja esta Icónica obra, considerada como la Gioconda holandesa.


Joannis Vermeer, eximio pintor holandés, creador de La Joven de la Perla, murió en la ruina

La Crónica de Chihuahua
20 de agosto, 21:23 pm

A mediados del Siglo XVII, Delf era una próspera ciudad de los Países Bajos a medio camino entre Rotterdam y La Haya. Este momento histórico está considerado como la Edad de Oro de la Pintura Holandesa. Es aquí donde nace en 1632, Joannis Vermeer.

Hay muy pocos datos acerca de su vida.

Sabemos que se casó a los 19 años y vivió siempre en la casa de su suegra María Thins, que fue también una especie de agente para sus obras.

Perteneció al Gremio de Pintores de San Lucas, y aunque tampoco sabemos quiénes fueron sus maestros, en sus primeros trabajos se advierte la influencia de los Caravaggistas de Utrecht.

Fue desarrollando luego un estilo que reflejaba intimidad y calma, Nunca abandonó su ciudad y murió en la ruina a los 43 años.

Debido a sus deudas, su esposa no tuvo acceso a ninguna herencia.

Solo pintaba una o dos obras al año, de los que nos han llegado unas 35. Aún así, es considerado, después de Rembrandt o Jacob Ruysdael, como el más famoso pintor Holandés, por su maestría en la representación ilusionista de la realidad, y la enigmática quietud y misterio que emanan sus obras.

Aunque su estilo suele ubicarse dentro del Barroco Centroeuropeo, podemos decir en términos actuales que se trata de una pintura hiperrealista. Vermeer casi nunca pintaba al aire libre, y la mayoría de sus trabajos, están realizados en el interior de su estudio. Es por eso que siempre aparecen en varias de sus Obras, una ventana a la izquierda. Son escenas simples de la vida cotidiana, íntimas y domésticas, pero que demuestran su total dominio del color y la luz, que crean una atmósfera casi atemporal.

La Joven de la Perla (hacia 1665) es su Obra más conocida.

Estamos aquí ante un tronie, es decir no un retrato propiamente dicho.

La palabra deriva del francés antiguo trogne y significa cabeza o rostro.

Los tronies se hicieron muy populares durante la Edad de oro neerlandesa y no pretendían ser retratos de un individuo en concreto, sino más bien estudios de expresión y fisonomía de un modelo de personaje, un anciano, un soldado, una mujer oriental.

Aunque la paleta de colores es limitada, de trazos simples y, en apariencia, poco trabajados, el lienzo está llenó de trampantojos que crean una ilusión visual que no existe.

La misma perla, los ojos, y boca, son en realidad efectos ópticos que nuestro cerebro completa para crear un cuadro lleno de vida.

Aquí, nuestra bella y enigmática modelo, recorta su busto de perfil ante un oscuro fondo neutro, girando la cabeza para dirigir su intensa mirada hacia el espectador. Su boca se entreabre ligeramente, como si deseara hablar, dotando así de un mayor realismo a la composición.

Viste una chaqueta de tonalidades pardas y amarillentas en la que sobresale el cuello blanco de la camisa, y cubre su cabeza con un turbante azul del que cae un paño de intenso color amarillo, creando un contraste cromático de gran belleza.

La misteriosa mirada, es lograda mediante una especie de sfumato.

Vermeer no pintó cejas ni pestañas y dejó el contorno de los ojos sin definir.

Así, eso también permite una interpretación personal, alli algunos ven melancolía, otros tristeza, y otros alegría. De alguna manera es como si existiese casi una joven distinta para cada espectador.

Lo más sorprendente del cuadro, es el efecto que le da nombre.

Si observamos bien, el pendiente son apenas dos pinceladas blancas sobre el cuello que nuestro cerebro interpreta como un círculo.

La parte inferior de la "circunferencia" parece un magistral reflejo del cuello blanco de la camisa de la muchacha.

No hay ningún broche o cadena que sujete la "perla" al lóbulo.

Es como una gota de agua suspendida en el aire de manera casi mágica.

En el brillo de los ojos y de la perla, encontramos toda la luz que refleja esta Icónica obra, considerada como la Gioconda holandesa.