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**Ejerció la medicina como un apostolado. No cobraba consultas a los más pobres, y les daba medicinas. Con el dinero de sus obras, creó tres escuelas para los hijos de los campesinos. Altruista como el que más, su obra literaria le valió ser fundador del Naturalismo Ruso.
La Crónica de Chihuahua
Julio de 2024, 04:50 am
Sin duda, era el peor de los escenarios para soñar.
Como cuenta la escritora Irène Némirovsky, la casucha en que vivía la familia en Taganrog, a orillas del mar de Azov, al sur de Rusia, bajo la firme mano del Zar Alejandro III, estaba inclinada hacia un lado, encogida y cansada como una anciana, en un pueblo donde el agua era un bien escaso y preciado.
Allí, en el invierno de 1860, nace Antón Chéjov, en medio de una pobreza que nunca lo abandonaría.
De hecho, su abuelo Egor Chej, había nacido siendo un siervo y compró su libertad y la de sus cuatro hijos con los ahorros de su vida: 700 rublos.
Pável Yegórovich Chéjov, su padre, era un director devoto cristiano ortodoxo, pero también un violento alcohólico.
Su madre, en cambio, Yevguéniya Yákovlevna, era una mujer delgada, de rasgos finos, tierna y tranquila, con una gran facilidad para inventar cuentos para sus hijos.
Alumno mediocre, Antón a los 13 años vió por primera vez un escenario y unos decorados.
En esa época, el teatro tenía bastante de subversión e inmoralidad y Antón comenzó a frecuentarlo como un acto de rebeldía.
Poco después, se metía entre bambalinas y hablaba con los actores. De vuelta en casa, Antón no podía apartar de su mente los recuerdos de la velada; intentaba revivirlos con lecturas precoces y desordenadas, aunque su verdadera pasión era el teatro. Escribía tragedias y farsas y, haciendo él mismo de actor, junto a a sus hermanos o compañeros del instituto, formó una compañía de aficionados. Le gustaba maquillarse, disfrazarse, y dibujar con carbón un bigote en su cara.
Enfermó muy joven de tuberculosis, enfermedad entonces incurable, y aunque era el tercero de sus hermanos, comenzo a escribir relatos para ayudar a su casa (su padre ya se habia arruinado), bajo el seudónimo de Antosha Chejonté, y pagar su carrera de Médico, iniciada en 1879.
En 1886 aparece su primer libro de relatos y cuentos cortos.
Ese mismo año se estrena en el Teatro Aleksendrinski de San Petersburgo, su obra La gaviota.
Fue un fracaso completo.
Luego de unos meses en Ucrania para tratar su enfermedad, regresó a Moscú.
Allí fue a visitarlo el gran director Konstantin Stanislavski, que habia visto La gaviota, y le propuso reponer la obra, pero esta vez con una puesta en escena donde los actores aplicaran su famoso método de interpretación.
Presentada en el Teatro de Moscú, La gaviota fue un éxito absoluto.
Se inició entre director y autor una estrecha colaboración, de la que surgieron sus tres obras maestras; Tío Vania (1897), Las tres hermanas (1901), y El jardín de los cerezos (1904), que lo consagran como dramaturgo.
Su lado Humano, no fue menor que su talento literario.
Su altruismo fue real y se materializó en obras concretas, que aliviaron el sufrimiento de los más necesitados. Durante una epidemia de cólera, prestó sus servicios como médico. Atendió a 25 pueblos sin cobrar nada. Solía decir: “La medicina es mi esposa legal; la literatura, sólo mi amante”. Cuando regresaba de sus viajes, alzaba una banderita para anunciar que podían acudir a su consulta gratis los pobres de la zona. Construyó un dispensario cerca de su vivienda e impartió gratuitamente clases de higiene, con el fin de frenar las epidemias. Su hermana María Pavlovna, le ayudaba como enfermera, atendiendo al más de un millar de campesinos, suministrándoles sin ningún coste todas las medicinas. Ayudó a recaudar fondos para combatir la hambruna desatada por la pérdida de las cosechas en Samara.
Con el dinero de sus obras, creó tres escuelas para los hijos de los campesinos.
Su compromiso social fue más allá.
En 1890 realizó un viaje de 82 días en coches de caballos, vapores y destartalados carruajes para visitar la colonia penitenciaria de la isla de Sajalín, un verdadero infierno que lo dejó conmocionado, mostrándole la faceta más inhumana de la Rusia zarista.
En mayo de 1904, ya gravemente enfermo, llega junto a su mujer Olga Knipper al spa alemán de Badenweiler.
La calurosa noche del 15 de Julio de 1904, Antón Pávlovich tomó la copa llena, miró a su alrededor, sonriò a todos y dijo: “Hacía tiempo que no bebía champán”...
Luego dijo Ich sterbe, me muero en alemán.
Cuando Olga fue a colocarle hielo en el pecho para bajarle la fiebre, Antón se lo impidió; "No se pone hielo en un corazón vacío...".
Son sus últimas palabras.
Chejov es el más occidental, tal vez el más pragmático de los novelistas Rusos. Figura central del Realismo y creador del relato moderno en el que el efecto depende más del estado de ánimo y del simbolismo que del argumento.
Su clarividencia moral nunca se convirtió en arrogancia. Su corta vida le bastó para ser el Padre del Naturalismo Ruso y un referente imprescindible de la Literatura Universal.
La Crónica de Chihuahua es un diario independiente, enfocado a describir las singularidades y la cotidianidad de la comunidad chihuahuense.