Willa: emergencia pasajera y perenne emergencia social

**La responsabilidad institucional radica en el papel que las instituciones juegan como comparsa jurídica y moral del modelo económico; y en que los recursos destinados a la obra pública, se van a la burocracia que los administra.


Willa: emergencia pasajera y perenne emergencia social

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2018, 11:28 am

Por Juan Pablo Muñoz Alderete

“Un millón de niñitos se nos muere de hambre y un silencio se duerme contemplándolos.” (Jorge Debravo)

Luego de las lluvias “atípicas” provocadas a finales del pasado mes de octubre, por el huracán Willa y de los efectos perniciosos causados en algunos lugares del estado de Durango, voces oficiales e interesadamente oficiosas se apresuraron a responsabilizar a este fenómeno de la situación de penuria de los duranguenses, haciendo énfasis en su carácter natural e impredecible.

Sin embargo, al absolutizar esta verdad se oculta la causa de fondo y la responsabilidad institucional pasada y presente en la permanencia de condiciones de una desventurada cotidianeidad, agravadas, eso sí, por eventos naturales, “atípicos” como el mencionado; condiciones de una pobreza tal, que 24 millones de mexicanos tienen carencias de alimentación, entre otros indicadores, lo cual ocurre en este siglo de prodigiosa modernidad, progreso científico (incluyendo adelantos médicos), producción ingente de alimentos y satisfactores de todo tipo, conectividad, etc. Y la causa no es Willa, que fue noticia unos días y que luego pasó de moda, dejando como única respuesta oficial un recuento de daños que se facturó al FONDEN, cuyo tortuguismo e ineficiencia es conocido en todos los lugares que han padecido algún desastre natural.

La referida causa de fondo es el modelo económico que rige en nuestro país, generador de una riqueza de tal magnitud, que lo coloca entre los primeros 14 países a nivel mundial, pero que, al mismo tiempo, condiciona y conduce a la concentración de esta en pocas manos, a costa del empobrecimiento de la mayoría: de los obreros, que con su trabajo la producen recibiendo a cambio salarios de hambre; de los campesinos, cuya producción sólo les deja para mal comer. Un modelo que recauda más impuestos de los millones de pobres, y menos de quienes tienen mayores ingresos y, en contrapartida, distribuye lo recaudado inequitativamente aplicando más recursos para el capital y menos para el pueblo.

La responsabilidad institucional radica, en primer lugar, en el papel que las instituciones juegan como comparsa jurídica y moral de ese modelo económico; en segundo lugar, en que los recursos destinados al pueblo en forma de obra pública, programas sociales, etc., se operan de tal forma que una parte importante se destina a la burocracia que los administra; y, en tercero, en que otra parte se escamotea, llega inoportunamente, se aplica incompleta.

Como ejemplo de lo anterior, tenemos uno emblemático, en el estado y en el país, de miseria estructural y escamoteo institucional de recursos, en el municipio de El Mezquital, que ocupa (una disculpa por la machaconería) el nada honroso primer lugar en pobreza y marginación en el estado y el segundo a nivel nacional, situación que se acentúa en la zona indígena, donde habitan las etnias tepehuana, wixárika (huichol), y náhuatl (mexicaneros), cuya riqueza en recursos naturales, principalmente forestales, fue y sigue siendo esquilmada en algunas de sus comunidades por la explotación voraz, dejando a los habitantes originarios sólo desempleo, miseria y un profundo deterioro del ecosistema; así, la manutención de las familias depende de una raquítica economía de autoconsumo, ganadería en pequeño, emigración por miles a los Estados Unidos y a municipios y estados vecinos para contratarse como jornaleros, comúnmente junto con mujeres e hijos en edad escolar, hospedándose en condiciones infrahumanas, hacinados en bodegones sucios e insalubres o en campamentos conformados por carpas de plástico, durmiendo en el piso, alimentándose de sopas instantáneas, frituras y gaseosas; sin condiciones de aseo y más incomodidades inherentes a tal “estilo” de vida.

Respecto a la infraestructura tendiente a disminuir los índices de marginación, las carencias son graves, a pesar de los cuantiosos recursos que cada año se anuncian para este municipio con el supuesto objetivo de mejorar la situación de miles de familias, pues, aparte de la enorme necesidad, un alto porcentaje de obras (cientos) no se construyen o quedan a medias, entre las que se cuentan, de electrificación, agua potable, drenaje, viviendas, carreteras y brechas, etc.

En el caso de algunos programas federales de apoyo, como PROAGRO, PIMAF, PROGAN, de SAGARPA y de otras dependencias, es habitual la inoportunidad y rezago con que se aplican; y, respecto a los estatales, de suyo insuficientes, la participación de la presidencia municipal (autodenominada incluyente) en su aplicación, es profundamente condicionante y discriminatoria hacia quienes no son afines al grupo gobernante, lo que distorsiona y vicia su pretendido objetivo social.

El sistema de salud se encuentra colapsado. La atención que se brinda en los hospitales integrales de La Guajolota, Huazamota y El Mezquital, y con mayor razón en las “casas de salud” y clínicas del IMSS de localidades alejadas, es sumamente deficiente, pues existe una insuficiencia crónica de personal, equipo, instrumental, y medicinas; las caravanas de salud funcionan muy esporádicamente; los hospitales de Durango (450 y Materno Infantil), adolecen de similares defectos, además de que se saturan al tener que recibir a la mayoría de los enfermos del estado, trasladados por incapacidad médica en los lugares de origen, marcadamente del Mezquital; miles de niños de hasta 5 y 7 años carecen de vacunas en varias comunidades, lo que puede derivar en una epidemia.

En tales circunstancias, nada de raro tiene que la miseria, la marginación y la vulnerabilidad se profundicen, crezcan, se enquisten y se manifiesten cada vez con una mayor y trágica normalidad en dolorosos eventos sociales: el fallecimiento por hambre y por infecciones gastrointestinales de adultos y sobre todo de niños; por enfermedades curables, incluyendo algunas que se consideraban erradicadas desde hace décadas, como la tuberculosis, que en este municipio se torna pandémica; por cáncer y leucemia, cuya incidencia aumenta alarmantemente por piquete de alacrán, al carecerse de suero, de atención médica o de la rapidez en el traslado; por parto; etc.

Siguiendo el hilo, la solución a largo plazo radica en el cambio de modelo económico; en lo inmediato debe haber un gobierno sensible para paliar la situación vía una coordinación interinstitucional, que aplique los recursos con que disponen los tres órdenes de gobierno, de una forma equitativa, no facciosa ni condicionada por filias y fobias políticas.

Felices fiestas y año nuevo. Son mis deseos para mis compañeros y amigos y otros posibles lectores.