Vivir una pandemia en tiempos de desigualdad

**Una tercera parte de la población del país no cuenta con suministro diario de agua, de acuerdo con cifras del INEGI (2018), es decir, alrededor de 44 millones de personas no tienen la posibilidad de lavarse las manos frecuentemente.


Vivir una pandemia en tiempos de desigualdad

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2020, 10:54 am

Luz Rodea- Oxfam/
Coordinadora de Medios y Comunicación
para el programa de Acción humanitaria

En cuestión de dos meses, la propagación de COVID-19 ha retado las capacidades de más de 140 países y en México ha generado discusiones sobre responsabilidad del Estado de contar con infraestructura básica para hacer frente a esta enfermedad. Se ha discutido si el sistema de salud está listo o no para atender todos los casos que se presenten, si los filtros sanitarios son suficientes para disminuir el riesgo de contagio y sobre todas las acciones que la ciudadanía debiese llevar a cabo para evitar la propagación.

Entre los 148 millones de entradas que los buscadores arrojan al respecto, lavarse las manos, mantenerse en casa y evitar el contacto con personas enfermas; resaltan como acciones estratégicas, pero ¿qué sucede cuando la situación en la que vives no te permite hacerlo?

*Para lavarte las manos, necesitas agua.

Una tercera parte de la población del país no cuenta con suministro diario de agua, de acuerdo con cifras del INEGI (2018), es decir, alrededor de 44 millones de personas no tienen la posibilidad de lavarse las manos frecuentemente durante 20 segundos, como es recomendado para prevenir la enfermedad. De esa cantidad, al menos 8 millones 500 mil personas no tienen siquiera acceso directo a agua en sus hogares, por lo que tienen que buscar fuentes externas para recolectarla. Estas cifras no reflejan la calidad del agua, ni si es apta para el consumo humano.

*Para mantenerte en casa, debes contar con un trabajo que te permita no salir, pero sin poner en riesgo tu patrimonio.

El 56% de la población económicamente activa en México trabaja de manera informal, lo que significa que, de inicio, no cuentan con prestaciones laborales que les permitan quedarse en casa o ausentarse unos días sin que eso represente inestabilidad o detener por completo sus ingresos. Esto sin tomar en cuenta a aquellas personas que sí cuentan con un trabajo formal, pero que no disfrutan de las condiciones para trabajar desde casa, como las personas que trabajan en tiendas de autoservicio, la industria maquiladora e incluso en el sector salud, quienes, además, no siempre cuentan con días pagados por enfermedad.

*Para evitar el contacto con otras personas, tendrías que evitar el trabajo de cuidados y, por supuesto, no vivir en hacinamiento

La frase “sana distancia” se ha replicado constantemente en los últimos días para hablar de la corresponsabilidad ciudadana al evitar el contacto con población de riesgo o que pudiese estar contagiada. Sin embargo, no considera lo difícil que es mantener espacio cuando se vive en condiciones de hacinamiento, como los 9.8 millones de personas que no cuentan con espacios dignos de vivienda en el país (CONEVAL).

Tampoco toma en cuenta los riesgos generados por los roles de género hacia mujeres jóvenes, niñas y adultas mayores, quienes ejercen diariamente labores de cuidado en sus hogares.

En otras palabras, la vulnerabilidad que se genera a partir de la responsabilidad de cuidar y atender a otras personas que se asigna por estereotipos de género y la amenaza que representa, especialmente en adultas mayores, que en este caso se encuentran más vulnerables a morir por la enfermedad.

La incertidumbre provocada por el COVID-19 no es sólo porque no conocemos con exactitud el comportamiento del virus, sino porque las desigualdades que enfrenta una gran parte de la población mexicana simplemente les impedirán seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias y eso será un factor determinante en el impacto de la pandemia en nuestro país.

La crisis de desigualdad que vive México representa una amenaza a la salud pública en sí misma y para reducirla necesitamos empezar a hablar de mecanismos que combatan esta vulnerabilidad, por ejemplo, un cambio en la estructura de recaudación que fortalezca los ingresos del Estado de manera justa, es decir, donde las personas y empresas con ingresos exorbitantes paguen lo que realmente les corresponde y esa carga no recaiga en la población que necesita respuestas eficaces ante crisis como la que estamos viviendo.