Venezuela en la mira del gran capital

Por Abel Pérez Zamorano (Primera de dos partes)


Venezuela en la mira del gran capital

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2017, 20:51 pm

(El autor es un chihuahuense nacido en Guazapares, es Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias Económico-administrativas de la Universidad Autónoma Chapingo, de la que es director.)

La economía orienta su esfuerzo no solo a estudiar la forma de producir riqueza eficientemente, sino a la búsqueda de mecanismos eficaces de distribución, toda vez que el mercado por sí solo es incapaz de hacerlo. Y la política, acción social consciente y organizada, influye en la economía para favorecer a una u otra clase social a través de partidos y gobiernos afines a ellas. En su caso, los potentados, protegidos por gobiernos obsecuentes, emprenden todas las acciones que favorezcan la acumulación del ingreso, y para ello elaboran leyes ad hoc que maniaten a los sindicatos e impidan a los trabajadores reclamar sus derechos. Reducen impuestos a los ricos y los aplican a las clases medias y pobres; impiden el aumento de los salarios; eliminan subsidios a los sectores de más bajos ingresos, “porque eso es populismo”. Los gobiernos populares, en cambio, procuran mejorar la distribución y la suerte de los desamparados.

Pero en un momento dado la riqueza es una magnitud determinada; no es infinita, y al dar más a unos disminuye lo que corresponde a los otros, y se rompe el sano equilibrio. El aumento desmedido y sin control de la ganancia empresarial reduce los recursos destinados al bienestar social, y viceversa: si se mejora este último, las grandes fortunas no crecen a las velocidades que sus dueños ambicionan. Y viene la rebelión de los potentados, pero no solo de los ricos de países pobres, sino de las metrópolis; se inconforman las empresas transnacionales y dejan caer todo el peso de su poder sobre los gobiernos insumisos, populares y nacionalistas. Este ha sido el caso de China, que con su colosal desarrollo viene ganando terreno aceleradamente y compitiendo en influencia con Estados Unidos; también han buscado un camino de soberanía e interés genuino por el pueblo los gobiernos de Rusia e Irán; igual ocurrió en los tiempos de Gadafi con Libia, que llegó a ser el país con el más alto nivel de bienestar social entre los 54 que componen el continente africano, medido esto en el Índice de Desarrollo Humano, certificado por la ONU. Pero estorbaba al dominio mundial de Estados Unidos, y el gobierno de Gadafi fue derrocado y el presidente, asesinado, en el marco de la llamada «primavera árabe». Hoy Libia es un caos; un país prácticamente inexistente, pero bajo control de las grandes potencias occidentales.

Por el mismo delito de preferir a los pobres, hoy es víctima de persecución política Cristina Fernandez de Kirchner, que junto con su esposo, el también ex presidente Néstor Kirchner , aplicó en Argentina políticas, sobre todo en materia fiscal, para acotar los excesos del gran capital, destacadamente agrícola y agroindustrial: hoy es perseguida por la prensa y por la ley, con amenaza de cárcel. Igual pasó con Luis Inacio Lula da Silva, exitoso ex presidente brasileño de extracción obrera, que cuenta entre sus logros haber reducido en 30 millones el número de pobres en su país; igual suerte, y por la misma razón, sufre su sucesora y compañera de partido, la ex presidenta Dilma Rousseff. Pues bien, ese mismo delito han cometido los gobiernos de la Venezuela Bolivariana, fundada por Hugo Chávez y que hoy encabeza Nicolás Maduro. También es blanco de una grosera ofensiva desde Washington, en todos los frentes, de consuno con varios gobiernos latinoamericanos y con los aristócratas venezolanos.

En 1999, Hugo Chávez llegó a la presidencia, y desde ahí impulsó una impresionante mejora en el bienestar popular, frenada recientemente por la desestabilización económica y política y la guerra mediática orquestada desde Estados Unidos; ello, ciertamente, ha afectado algunos de los logros alcanzados y ha dañado la economía (aspecto sobre el cual abundaré en posterior ocasión). En esta primera colaboración sobre Venezuela, permítame, paciente lector, exponer con cierto detalle, como antecedente y contexto indispensable, algunos indicadores del desarrollo social alcanzado en ese país. En diciembre de 2005, la Unesco declaró a Venezuela territorio libre de analfabetismo. Por otra parte, hasta 2015, al menos 3.5 millones de venezolanos pobres habían recuperado la vista gracias a cirugías realizadas por médicos cubanos en el marco del convenio “Misión Milagro”, iniciado en 2004. Respecto a la alimentación, en junio de 2013, la FAO otorgó un reconocimiento al gobierno venezolano por reducir a la mitad el número de personas con hambre. Otra fuente apunta: “Venezuela recibirá por segunda vez el reconocimiento que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) otorga a países que han realizado progresos excepcionales por reducir la desnutrición, lo que posiciona a la nación entre las 30 que han cumplido con la meta planteada en la Cumbre Mundial de Alimentación” (Globovisión, 6 de junio de 2015).

Refiero aquí otros indicadores, recabados por el prestigioso periodista Ignacio Ramonet, Director de Le Monde Diplomatique en español. He aquí algunos fragmentos de su artículo “Las 10 victorias del Presidente Maduro en 2016” (Le Monde Diplomatique en español, 31 de diciembre de 2016). Ramonet cita puntualmente sus fuentes, a las cuales puede remitirse el lector, omitidas aquí por razones de espacio. Apunta que antes de 1999: “[...] de cada diez venezolanos sólo tres consumían regularmente carne, pollo, café, maíz, leche, azúcar... Mientras que, en los últimos diecisiete años, el consumo alimentario (gracias a la inversión social masiva de la revolución) se disparó en un 80%”. Más adelante agrega: “Es un récord mundial. Ningún otro Estado en el planeta dedica casi las tres cuartas partes de su presupuesto a la inversión social [...] el número de establecimientos hospitalarios se multiplicó por 3.5 desde 1999 [...]”. Sigue diciendo: “Antes de la revolución apenas el 19% de los jubilados recibían una pensión, el resto subsistía a menudo en la miseria o a cargo de sus familiares. Este año 2016, el porcentaje de personas jubiladas que reciben una pensión (aunque no hayan podido cotizar a la seguridad social durante su vida activa) alcanzó el 90%. Un récord en Suramérica”.

Sobre vivienda: “En 2016, esta Misión entregó nada menos que 359,000 viviendas (a título de comparación, un país desarrollado como Francia apenas construyó, en 2015, 109,000 viviendas sociales). A eso hay que añadir las 335,000 viviendas rehabilitadas en el marco de la bonita Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor. Una Misión particularmente elogiada por el genio de la arquitectura Frank Gehry, autor del Museo Guggenheim de Bilbao y del Museo Louis Vuitton en París, que ha declarado desear involucrarse en ella. De tal modo que estamos hablando de casi 700,000 viviendas sociales entregadas en 2016. Una cifra sin equivalente en el mundo [...] Desde que inició su mandato, en 2013, el Presidente Maduro ya ha entregado cerca de un millón y medio de viviendas a familias modestas”. Considérese que la población del país es de 31.5 millones de habitantes.

Y dice al final: “Desde 1999, el Gobierno bolivariano ha invertido en la agricultura como ningún otro... #Venezuela se abastece al 100% de papa... cebolla... tomate..., lechuga, repollo..., guayaba, melón, plátano... En arroz, el 80% es de cosecha nacional. En quesos y embutidos también el 85% es de producción local. Incluso en pollo, cochino y carne, las importaciones representan apenas el 24%” (ibid.). Todos estos son, en fin, algunos de los logros más importantes de la nueva Venezuela, un notable esfuerzo de distribución de la riqueza, cuyo conocimiento ayuda a comprender el origen y carácter del conflicto político en ese país y la molestia de sus antiguos dueños, nacionales y extranjeros.