Terrible amenaza trasnacional

EDITORIAL/ Se paga caro ser vecino de un país imperialista. A México le ha costado más de la mitad de su territorio; le ha costado el saqueo de sus riquezas naturales, especialmente de los recursos del subsuelo.


Terrible amenaza trasnacional

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2017, 19:00 pm

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Buzos de la Noticia

Varios municipios de toda una región veracruzana son el objetivo actual de las empresas mineras trasnacionales que tanto daño han causado en varias entidades de nuestro país. El riesgo de envenenamiento de los mantos freáticos no es lo peor, la amenaza es doble: hace décadas que esa región, hoy blanco del capital rapaz, se encuentra en peligro de un accidente nuclear de proporciones tan desastrosas como los que han ocurrido en otras regiones del planeta.

El Complejo Nucleoeléctrico de Laguna Verde se encuentra demasiado cerca de los codiciados yacimientos áureos que las mineras canadienses pretenden extraer; esto representa un grave aumento del peligro, porque las detonaciones en las futuras minas afectarían el funcionamiento de los reactores nucleares; millones de mexicanos sufrirían las consecuencias de la irresponsabilidad de unos cuantos inversionistas ansiosos de lucrar con la extracción del metal precioso, oculto en el subsuelo veracruzano.

Se paga caro ser vecino de un país imperialista. A México le ha costado más de la mitad de su territorio la suerte de ubicarse en la frontera sur de Estados Unidos (EE. UU.); le ha costado el saqueo de sus riquezas naturales, especialmente de los recursos del subsuelo; la explotación inhumana de su población por capitalistas de aquel país que encuentran aquí no solamente materia prima y fuerza de trabajo abundante y barata para hacerla producir fabulosos montos de valor excedente, de plusvalía, sino también el mercado seguro para dar salida a sus productos.

Saquear los recursos naturales de los países sometidos a su poder económico hasta agotarlos es una característica del imperialismo; el petróleo y los metales preciosos como el oro y la plata representan un objetivo muy importante de los grandes consorcios, del capital financiero dispuesto a realizar la inversión necesaria, por cuantiosa que sea, para instalar enclaves mineros que le permitan adueñarse de toda esta riqueza.

Todo esto obtiene el capital imperialista en los países sometidos: materias primas, fuerza de trabajo y consumidores; y estas ventajas son mayores mientras más cerca se encuentra el país objeto de su voraz afán.

Hace mucho que México se encuentra bajo el asedio de EE. UU., su chantaje comercial y sus amenazas de aislamiento ahora se refuerzan con un nuevo discurso, la deportación de los migrantes mexicanos que producen una buena parte de la riqueza de ese país.

La historia de la explotación minera en manos de extranjeros es ya muy larga en México; los resultados también son conocidos hace mucho tiempo: el envenenamiento de tierras y aguas; el exterminio de la vida silvestre en lo que antes fueran importantes centros de reserva ecológica; la muerte de los mineros dentro de pozos y túneles, víctimas de asfixia, derrumbes, explosiones, enfermedades crónicas o el abandono a su suerte, enterrados vivos; pero éstas no son las tragedias más espantosas que puede acarrear la irracionalidad de las mineras extranjeras.

Cuando los yacimientos se agotan, la trasnacional retorna a su país dejando en ruinas la región, a sus habitantes sin empleo, sin ingresos, contaminados, enfermos o inválidos.

Una tragedia más espantosa se cierne hoy sobre la región veracruzana próxima al complejo nuclear de Laguna Verde; la indignación y la denuncia no han tardado en manifestarse en aquella entidad federativa, pero no parecen cobrar la fuerza suficiente para detener la penetración de las aves de rapiña canadienses o de cualquier potencia imperialista; es necesaria la protesta y la acción de todos los mexicanos.