Terminó muriendo Don Panchito, famoso teporocho de la División del Norte

**Terminó muriendo don Panchito rodeado del amor de sus iguales, carcomido por todos los males que le trajo esa vida que vivió sin haberla escogido él.


Terminó muriendo Don Panchito, famoso teporocho de la División del Norte

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2018, 18:27 pm

Chihuahua, Chih.- Como un milagro, quien en vida fuera uno de los seres más despreciados y solitarios, terminó siendo atendido de la manera más humanitaria posible, en manos de alguien que pasó por lo mismo que él, en un caso digno de darse a conocer.

Ésta es la historia de don Panchito.

El paradero del notable teporochito del rumbo de las colonias San Jorge y División del Norte, don Panchito o “Pancholoco”, fue un misterio desde que lo recogieron unos hombres que lo cargaron en vilo hasta una camioneta que partió con rumbo desconocido. Eso sucedió a fines del pasado mes de junio, y los vecinos nunca supieron a dónde lo llevaron, ni hubo desde entonces noticias de su salud, ni nada.

Su vida fue una especie de leyenda negra acá en estos rumbos del sur de la ciudad, porque ningún ser humano podría haber sobrevivido durante tantos años en las circunstancias en que vivía este hombre. Con plastas de mugre colgándole por todos lados de su anatomía, él se la pasó deshidratado y hambriento. Para moverse, se arrastraba porque estaba físicamente en el peor de los deterioros. Esa última semana de junio en que los vecinos lo vieron tirado en el baldío donde “vivía” a la intemperie, les dio mucha lástima y hablaron para que se lo llevaran.

“Lo subieron en una camioneta, para dizque trasladarlo a un albergue que no supimos cuál”, dijo una vecina de aquí. Acá saben vagamente que el hombre tenía parientes en la colonia San Jorge. Don Panchito era un típico teporocho del barrio acá en la colonia División del Norte, y duró años viviendo en el baldío del número 8233 de la calle Lulú Creel. Viviendo es un decir: se sentaba en una piedra, dormía sobre una cobija en el suelo, en el más completo desamparo, y aquí recibía la lluvia sobre el rostro. La nieve llegó a caerle encima de las cobijas, aguantó decenas de heladas, se derritió con los calores del verano, y así fue sobreviviendo con apenas unas galletas medio masticadas mientras consumía la ración de alcohol que nadie sabe dónde conseguía cotidianamente.

EL MISTERIO DEVELADO

El misterio se resolvió en diciembre, cuando hubo noticias de él en el Albergue Guadalupano, en Aldama y Calle 31.

“Acá nos llegó don Panchito, nos lo mandaron del Hospital Central porque allá no podían ya hacer nada por él, porque era un enfermo terminal”, relató Mauricio Núñez Sánchez, padrino del Albergue Guadalupano. Acá lo atendió, de todo a todo, y cuando se dice todo es todo, el “Highlander”, un adicto en recuperación quien presta servicio social ayudando a otros que se extraviaron en la senda que él siguió en un tiempo. Él lo vestía, le cambiaba el pañal, lo bañaba, lo limpiaba hasta que, hace ya poco más de un mes, el desdichado pasó “a mejor vida”.

Don Panchito era alcohólico, adicto a la cocaína, y además de tener un enfisema pulmonar muy desarrollado, padecía de problemas renales y, por si fuera poco, graves deficiencias respiratorias. El “Highlander” le practicaba sus diálisis también.

Al teporochito lo dejaron aquí en calidad de enfermo terminal de muy corto plazo, es decir, que ya venía casi para morir. “Estaba muy hinchado, babeaba mucho, y el ’Highlander’ le daba de comer lo poquito que alcanzaba a deglutir porque el hombre ya no aceptaba comida y retenía mucho líquido; le platicaba, lo bañaba, le lavaba su cama, su colchón, el plástico con el que se cubría su cama”, dijo Mauricio Núñez.

Terminó muriendo don Panchito rodeado del amor de sus iguales, carcomido por todos los males que le trajo esa vida que vivió sin haberla escogido él.