Sin novedad al frente: El personal médico está exhausto

**La sobrecarga de trabajo cada día se incrementa; no tienen insumos necesarios para cumplir su misión, siguen con deficiente equipo de protección y no llegan los refuerzos; el bono Covid no a todos les llega.


Sin novedad al frente: El personal médico está exhausto

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2020, 09:35 am

Diego Badillo/
El Economista

En un paréntesis en el frente de batalla de esta guerra que México y el mundo libra contra un ejército microscópico de coronavirus invasor, dos soldados, de esos de uniforme blanco muestran las consecuencias de más de nueve meses de batalla y las condiciones de su trinchera.

Uno de los grupos que más carga han soportado en este tiempo de pandemia son las enfermeras y los enfermeros.

En el Hospital General La Raza del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en la Ciudad de México, desde que llegan y checan en la planta baja a su hora para no perder los “estímulos” económicos a que tienen derecho, inicia la jornada de estrés.

De ahí como hormigas blancas se reparten al piso asignado: planta baja, urgencias adultos y pediatría, donde se atienden tanto a pacientes covid como a pacientes “sanos”; tercer piso; terapia respiratoria; quinto piso Covid; Cuarto A y sexto B, Covid; torre con pacientes de los demás servicios no covid.

Inmediatamente después se reportan al rol y las jefas designan tareas específicas.

Para entrar a las áreas donde están los pacientes con Covid, hay que ponerse el equipo de protección personal. La adrenalina comienza a correr, toda la parte del cuerpo que quede expuesta estará en contacto directo con el virus.

Son hombres y mujeres que, obligados por la situación que viven todos los días, son un ramillete de mañas: Unos, antes de ponerse los goggles les ponen unas gotas de Pinol o Fabuloso y no es porque sean fanáticos de ese olor a microbús, sino porque si no hacen esa maniobra se empañan y no hay nada más fastidioso que traer esos objetos pegados a los ojos empañados como vidrio de vagón del metro vandalizado.

En esas condiciones pasan cuatro horas, cambiando camas, suministrando medicamentos, corriendo por medicamentos y materiales.

Dicen que ha habido casos en los que tienen que atender hasta 30 pacientes con cuatro equipos de dos enfermeras generales.

El aire de hospital tiene que pasar por la máscara, los dedos enfundados en látex y los ojos quedan con esa sensación de prepararse para nadar y jamás tocar el agua. Lo único líquido que corre por su cuerpo es sudor que rueda buscando el suelo.

En equipos de dos se ponen los implementos de protección, mismos que los protegen, pero que también sofocan y deshidratan, además les impide rascarse, y no se pueden quitar y volver a usar si necesitan ir al baño. Generalmente les toca atender alrededor de ocho pacientes diarios.

La pregunta diaria es ¿cuántos tubos te tocaron? Se refiere a los pacientes intubados. Los tubos son de los que tienen que estar al pendiente en la jornada. En un día normal atienen cada uno al menos a cuatro.

Francisco Lugo un enfermero de ese frente, dice que lo más cansado es estar adentro (del área Covid), el sentir mucho calor en el cuerpo, estar sudando, el que te pueda picar la cara, tener comezón y no poder rascarte. Pero eso es lo fácil. “Lo grave es lo que ves y sientes en personas graves. Uno llega a conocer a los pacientes. Uno quisiera hacer milagros, salvarlos, pero muchas veces no está en nuestras manos”.

Es triste lo que se ve ahí dentro, cuenta, cómo el saber la condición del paciente cuando no es alentadora y sostenerle la mirada cuando te ve a los ojos o ya ni eso puede.

Y ahí dentro de esos trajes que los hace ver como envoltorios, el turno no es lineal. Basta el grito de un médico anunciando que un paciente se va a intubar para correr por el carro rojo.

Eso implica ir corriendo por un carrito que tiene adaptado un montón de implementos. A donde se estaciona ese artefacto, generalmente llegan de súbito varios integrantes del cuerpo médico y maniobran, piden, preguntan y hablan: hombres trabajando. El paciente está en una crisis y esa gente está haciendo todo lo posible para rescatarlo de las estadísticas.

Mientras, los enfermeros que se quedan fuera, preparan medicamentos, se la pasan actualizando soluciones, pasando todo lo que pacientes y personal necesita. Todo lo que entra a ese lugar ya no sale: se contamina.

Cuando salen los “descontaminan”. Por lo menos eso dicen, porque para entonces han pasado ya cuatro horas de vértigo, gritos, esfuerzos por ver a través de los lentes, la sensación aquella de no poderte rascar la comezón que se junta como en capas y las ganas de aventar todo y largarte a casa.

Actualmente durante su jornada de trabajo no se pueden ni sentar un momento y tienen que comer en menos de 10 minutos porque la carga es mucha.

Pero no hay oportunidad para distracciones. Ponerse el equipo no es lo difícil de la jornada, lo delicado es salir y evadir el virus que, al menos en algún lado está impregnado. Quitarse un guante es todo un arte. Ay de ti que dé un chicotazo.

De ahí pasan a las regaderas. Van todos desesperados, saben que el baño con agua caliente desactiva el virus. Salen, buscan entregar al relevo, salir e irse a casa. En el trayecto, las escenas dan vuelta en su cabeza.

Entonces viene la otra angustia: no contagiar a sus familias. De cualquier forma, llegan a sus casas, a veces con la única misión de conciliar el sueño. Hay quienes dicen que se despiertan al menos dos veces. No son pesadillas, sólo despiertan molestos. Es estrés, angustia… es la pandemia que cargan en los nudos que traen bajo la piel de sus hombros.

Los médicos en el frente

En la misma trinchera están los médicos del frente. Para ellos en el hospital general de La Raza, la carga de trabajo se incrementó con la pandemia. Las autoridades decidieron trasladar personal de ese centro a las instalaciones habilitadas en el autódromo y los que se quedaron asumieron la responsabilidad de luchar por la vida de los pacientes que cada día son más y más.

Incluso, por la falta de personal rotan al personal de áreas, de aquellas donde se atienden pacientes Covid, como a las destinadas a otro tipo de pacientes. Al menos eso ocurría hasta la semana pasaba cuando volvió a ser completamente Covid.

Eder Mendoza, un doctor asignado al área de urgencia, denuncia que no hay medicamentos, no han encontrado personal y les están difiriendo las vacaciones sin preguntarles.

Cuenta que los doctores tienen hoy mayor carga de trabajo que en mayo-junio cuando se dieron los primeros picos de la pandemia.

Resume así la situación en ese lugar: el personal está cansado, agotado, no se tienen insumos, no se contrata y siguen entrando pacientes.

Dice que no sólo está incrementando el número de personas que ingresan a ese nosocomio; tambien están elevándose las muertes. Tan solo la semana pasada, en la noche de domingo para lunes, fallecieron 28 personas.

En ese hospital, el turno de los médicos comienza a las siete de la mañana y terminan a las dos de la tarde.

Al llegar se presentan con los médicos del turno de la noche y les dicen cuáles son los pacientes que están en estado grave, los no tan graves y los que están en estado crítico.

El primer golpe de estrés viene en dos vías, el número de pacientes por atender y su estado de salud y el estado de animo de su compañero apurando por entregar e irse a casa.

Una vez hecha la recepción se meten en el equipo. Uno por día, por eso se tienen que aguantar si quieren ir al baño. Algunos médicos aseguran que ahora los implementos de protección son peores hoy que los que les repartían en mayo. Como sea, comienzan el pase de visita.

Cuenta el médico que al menos en La Raza son tantos los pacientes “que los tienen pegados”.

El problema es que un paciente puede tener una cepa del coronavirus y su compañero de al lado de otra y sus virus se juntan simplemente porque los dos están estornudando y están compartiendo la misma toma de oxígeno que en algunos casos “parecen ya conexiones navideñas”. La mutación del virus es cuestión de tiempo.

El problema es que la capacidad de oxígeno que empujan las bombas no es suficiente para surtir a todos los pacientes conectados, por lo que algunos les llega muy poco o no les llega.

En el piso cinco, la semana pasada estuvieron alrededor de 50 pacientes amontonados a los que los atendieron tres doctores.

De los medicamentos, frecuentemente faltan anticoagulantes e inhalados.

Una vez cumplido con la atención con los internados salen del área. Se quitan el equipo de protección. Cuando comienzan a tomar aire inicia la segunda parte de la jornada: es hora de dar consulta.

Eso implica atender a las filas de pacientes que esperan en los pasillos.

Ahora en un turno atienden entre 35 y 40 personas, cuando la norma dice que deben ser máximo 12.

Son consultas a la carrera. Los pacientes tienen que aprovechar su tiempo para decirle sus dolencias, si tiene comorbilidades, qué es lo que toman, que otras enfermedades tiene, cuáles son sus síntomas, cuando empezaron. Todo eso de rapidito para dejar tiempo para que el doctor pueda explorarlo, escucharle los pulmones, la boca. Simplemente no les da tiempo.

Como sea, salen del turno con estrés acumulado.

Varios han optado por rentar cuartos en las inmediaciones del hospital para vivir solos y no estar en contacto con sus familiares. “Si estás en un área Covid, con estos equipos sabes que no puedes acercarte a tu familia”.

Al preguntarle por el bono covid el médico se enoja, dice que no les está llegando a todos. Lo traiciona el estrés y suelta: “este gobierno nos trata con el pie, esta es la esclavitud de esta pandemia”.

La madrugada del miércoles pasado, el director del IMSS, Zoé Robledo, durante un trayecto a Palacio Nacional, destacó la carga tan pesada que ha significado para el personal médico luchar contra esta pandemia.

“Es la carga de ponerse el riesgo todos los días, que a veces pueden contagiar a sus seres queridos y ahí ha estado y no han fallado”, dijo.

Subrayó que ellos tambien quisieran estar con sus familias, celebrar la navidad, poder darse un respiro, poder tener vacaciones y no las han tenido ni ahora ni en todo el año. “Yo estoy seguro que ellos van a estar ahí, que no van a dejar su puesto que no van a dejar la guardia”. E hizo un llamado a la población a no bajar la guardia: “no salgan de su casa a menos de que sea necesario”. Los hombres de blanco están en la trinchera, exhaustos pero en servicio.

diego.badillo@eleconomista.com.mx