Sí, el pueblo sí es bueno y sí es sabio

**Sólo el pueblo lo puede hacer, y lo hará con quienes le están iluminando el camino a seguir y no con los bufones de la “Cuarta transformación”, que es una mamarrachada autoritaria, y no es, ni de lejos, una decisión del pueblo.


Sí, el pueblo sí es bueno y sí es sabio

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2019, 20:28 pm

Por Javier Martínez Jaramillo

¿Puede el pueblo realmente decidir lo que se debe hacer en el país con inteligencia, responsabilidad y pensando en el bien colectivo, el bien de todos?, ¿es apto para tomar decisiones de Estado y llevar, con mano firme y serena, las riendas de la nación? No hay duda de ello, y se debe entender en qué consiste esta verdad.

Creo que no existe ser humano que no se emocione cuando leemos el modo en que Sancho Panza conduce con inteligencia e indulgencia ejemplares, su Isla Barataria; o la bondad, el sacrificio e inteligencia casi perfectos de Jean Valjean de Víctor Hugo, dirigiendo la alcaldía de Montreuil-sur-Mer. Ambos personajes surgen del seno del pueblo trabajador y, puestos en la posibilidad de gobernar, lo hacen con bondad e inteligencia notables.

Existen muchos otros ejemplos que hablan de la bondad e inteligencia extrema del pueblo, como la transformación radical de Pedro Sarmiento en la excelente novela de El Pensador Mexicano, José Joaquín Fernández de Lizardi, o la entereza de Fernando Valle en Clemencia, del Maestro Ignacio Manuel Altamirano, todos personajes surgidos de la mente brillante de no menos buenas gentes, pero cuyos personajes y sus proezas son irreales. Y han sido muchos otros buenos hombres reales, que existieron, pensaron, soñaron y escribieron e incluso intentaron hacer con no menos buenas intenciones.

Grandes “idealistas”, como dicen ahora a quienes son buenos pero soñadores,… hasta antes de que el Prometeo de Tréveris y su colega se inmolaran para dedicar su vida a convertir el sueño en ciencia transformadora y lo lograron. A ellos les siguió Vladimir Ilich Lenin, a quien sí se le presentaron los problemas de la revolución y la construcción en los hechos de una nueva sociedad en la que el pueblo tuvo el poder. Después, han pasado muchos años y muchos acontecimientos en las sociedades que han intentado crear ese nuevo mundo, que solamente confirman que Marx, Engels y Lenin tenían razón.

Ya no se trata de un simple deseo, de una entelequia bienintencionada pero inalcanzable, sino de una tesis formal que cumple los requisitos del método científico y que estipula que el tránsito a una nueva sociedad, superior en todos los sentidos y que tenga como principal contenido la desaparición de la pobreza, que es la causa de todos los males habidos y por haber, el camino a esa nueva sociedad habrá de pasar inevitablemente por una etapa en la que gobierne el pueblo trabajador. Y su gobierno será de mano firme, bondadosa y sabia.

¿Por qué tiene que ser así?, ¿cómo va a ser?, ¿de dónde vendrán los nuevos hombres a gobernar de un nuevo modo? Como científicos, estos gigantes del pensamiento respondieron solamente lo que podían responder, hasta donde la experiencia histórica les permitió avanzar sin caer en predicciones baratas o en demagogia.

Marx dijo: “... Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de la lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de estas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases solo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases...”

Engels, por su parte, aseguró: “[...] después de la inminente supresión de la producción capitalista es, más que nada, de un orden negativo, y queda limitado, principalmente, a lo que debe desaparecer. Pero, ¿qué sobrevendrá? Eso se verá cuando haya crecido una nueva generación […] Y cuando esas generaciones aparezcan, enviarán al cuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían hacer. Se dictarán a sí mismas su propia conducta, y, en consonancia, crearán una opinión pública para juzgar la conducta de cada uno. ¡Y todo quedará hecho!...”

Lenin: “… Podemos (y debemos) emprender la edificación del socialismo no con un material humano fantástico ni especialmente creado por nosotros, sino con el que nos ha dejado como herencia el capitalismo. Esto es, sin duda, muy “difícil”; pero cualquier otro modo de enfocar el problema es tan poco serio que no merece la pena hablar de ello […]”

Y entendemos el genio de Cervantes, el pueblo no sólo puede, es el único que puede. Sólo que, al igual que Cervantes, Víctor Hugo, Lizardi, etcétera, estos grandes humanistas dijeron claro que no puede ser el pueblo, así como lo encontramos, como se nos presenta, así como ha sido “formado” por la sociedad dividida en clases y en especial el capitalismo: ignorante, egoísta, desintegrado; sino que es necesario educar a ese pueblo, organizarlo y elevarlo a comprender sus verdaderos intereses de clase, a crear su propia organización que la convierta en clase poderosa, capaz de realizar programas y metas, de modo que pueda efectivamente ejercer el poder. Sí, ejercer el poder, ya no se trata de que decida entre el “mal gobierno” y el “buen gobierno”, como dijera José Revueltas, sino de ponerse al frente del proceso social.

Hoy nadie podrá negar los grandes éxitos en el terreno económico, científico, educativo y sobre todo social, y en el respeto de los derechos humanos que alcanzó la patria proletaria de Lenin, la primera nación dirigida por el pueblo trabajador. ¿Y qué es Cuba, por ejemplo, sino el pueblo cubano en el poder?, ¿No es, acaso, prueba contundente de la bondad y sabiduría del pueblo los grandes logros en materia de educación, salud, ciencia, artes, deporte y varios otros etcéteras? ¿En qué otra parte del mundo, por ejemplo, los médicos aprenden a curar para salvar vidas y los maestros para enseñar y forjar a las nuevas generaciones y no para “ganar bien” aún a costa de la vida de los demás?

El pueblo debe tomar el poder, pero antes debe organizarse; debe educarse, así como a Sancho lo educó Don Quijote y a Jean Valjean lo transformó Monseñor Bienvenido. Necesita comprender sus verdaderos intereses y la forma en que los puede materializar; debe entrenarse para lograr ejercer el poder con firmeza, sabiduría, valentía y humanidad, para que lo haga con conocimiento de causa y con posibilidades de éxito. Y al hacerlo no solamente sabrá llevar al país y a la humanidad entera por el camino del progreso o como dicen ahora, del crecimiento y del desarrollo, es decir lograr el “más” pero también el “mejor” para todos, y no sólo para unos cuantos como lo hace la sociedad actual. Esa es la tarea del pueblo bueno y sabio.

Junto a esto, que es verdad científica… ¿cómo se ven las “consultas” del actual gobierno federal, en las que, dice López Obrador, decide el pueblo? El símil es ofensivo, y ya es momento de que el pueblo organizado, y el no organizado también, abran los ojos y conserven en su conciencia el agravio y la afrenta que les hace López Obrador y la sarta de oportunistas y demagogos que le rodean; para exigir una satisfacción, no en forma de revancha o venganza, sino para hacer efectivas su bondad, sabiduría y sobre todo su derecho y obligación de ponerse en efecto al frente de la nación, de organizarse, convertirse en fuerza política sólida, real, potente y efectiva, y tomar el poder para enrumbar a México hacia la grandeza que le prometieron nuestros ancestros.

Sólo el pueblo lo puede hacer, y lo hará con quienes le están iluminando el camino a seguir y no con los bufones de la “Cuarta transformación”, que es una mamarrachada autoritaria, y no es, ni de lejos, una decisión del pueblo. Este, observa cuidadoso el proceso y está atento al momento en que podrá cumplir su papel histórico; precisamente porque el pueblo sí es bueno y sí es sabio.