Rusia "desnazifica" zonas de Ucrania y defiende a civiles

**El objetivo de la operación militar en Donbás, además de proteger a la población víctima de injusticias por parte de Kiev, es impedir que recursos y territorios de esos nuevos estados pasen a control de trasnacionales.


Rusia

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2022, 06:10 am

Nydia Egremy/
Buzos de la Noticia

Éste era un conflicto previsible y evitable. En 2013 proyectó su sombra, con el genocidio de 14 mil personas a manos del ejército de Ucrania. Atrás estuvo el anhelo del capitalismo corporativo por controlar a políticos y élites, recursos y territorio de Ucrania, para lucrar con su riqueza minera, industrial y agrícola a costa de 3.6 millones de rusos étnicos que habitan el Donbás. Solo la Rusia de Vladimir Putin frenó esa intención, que echó por tierra la campaña de terror de Joseph R. Biden para reeditar la fobia de la ultraderecha contra un Kremlin ante el que históricamente ha sido incapaz. La operación militar especial para “desnazificar” y militarizar a Ucrania, demuestra que Putin tiene el control del juego geopolítico ante sus adversarios.

Hoy se sabe que la falacia de la “inminente” invasión de Rusia a Ucrania, fue una trama que urdieron los estrategas occidentales, a partir de la información de sus servicios de inteligencia, relativa al próximo reconocimiento del Kremlin a la independencia de dos territorios en el Donbás, la zona oriental más rica de aquel país.

Las autoridades de Kiev, incapaces de aceptar que tras su intención de adherirse a la OTAN está cerrar el cerco contra Rusia, intensificaron por meses sus agresiones sobre la población de origen ruso en esas localidades. Occidente contribuyó a esa sistemática política de corte fascista al diseñar una mentira: la “inminente” invasión contra la indefensa población de Kiev, por la feroz Rusia.

Ese discurso avaló la inmediata adhesión de los gobiernos y fuerzas más reaccionarias del continente europeo, para encender los ánimos al inventar al agresor ideal: Rusia y su presidente. Esa campaña de distorsión mostró mapas con supuestos despliegues de tropas, de poderosas armas y hasta objetivos nucleares.

A la vez, abundó comparativos de la fuerza bélica de los protagonistas en el conflicto, descripción de la adquisición de cuantiosos arsenales destinados por Estados Unidos (EE. UU.) y sus socios a Ucrania, los países bálticos y antiguos estados del bloque socialista. Todo un arsenal de gran poder para enfrentar la “amenaza” del Kremlin.

Sin embargo, los artífices de esa guerra de papel no respondían a preguntas de especialistas menos ingenuos, como: ¿por qué dos potencias nucleares se enfrentarían en un conflicto que ninguna ganaría?, ¿por qué en plena pandemia de Covid-19?, ¿por qué en un año de comicios legislativos en EE. UU.?

La respuesta es que Washington ideó esa falacia para crear una percepción negativa de Rusia, su adversario geopolítico, porque es tal su descrédito que se juega su reposicionamiento global. En ese contexto, Moscú apuró la cuenta regresiva, adelantó su estrategia y dominó el juego.

Acción quirúrgica

El 24 de febrero será recordado como el día en que Rusia lanzó una operación militar quirúrgica al este de Ucrania, precisamente la acción que los servicios de inteligencia occidentales prevenían en sus informes y que Washington manipuló para crear una percepción de repudio contra Moscú.

Aunque la decisión se tomó con gran anticipación, en su oficina en el Kremlin, a más de mil 250 kilómetros de distancia, el presidente ruso Vladimir Putin recordó a sus conciudadanos que Ucrania ha sido parte integral de la historia rusa y anunció que había lanzado una operación militar especial para proteger a la población de origen ruso del régimen fascista en Kiev.

Detrás de esa decisión hubo agresiones planeadas por Occidente y Ucrania. El 14 de febrero estallaron hostilidades (ataques con morteros a zonas civiles) en la línea de separación entre tropas de Ucrania y fuerzas de defensa de Donetsk y Lugansk, en lo que representó la peor ola de agresión desde 2014.

Por ello, el 15 de febrero, la Duma (Parlamento ruso) instó al Ejecutivo a reconocer la independencia de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk; para promover su petición le hicieron llegar la iniciativa al respecto. Habían transcurrido ocho años de la autoproclamación de ambos territorios, en 2014; en ese tiempo, Rusia no realizó ningún acto que comprometiera los Acuerdos de Minsk para evitar más tensión con Ucrania y Occidente.

Sin embargo, el 21 de febrero, en solemne ceremonia, el mandatario ruso firmó los decretos que reconocían a esos dos estados. Tras esa formalidad, signó los respectivos acuerdos de cooperación y asistencia en seguridad; los líderes políticos de Lugansk y Donetsk invocaron ese pacto y, así, Moscú estuvo en condiciones de enviar a sus fuerzas armadas en defensa de la población civil.

Al amanecer del jueves 24, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la Federación de Rusia ordenó a su ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, emprender la operación militar especial en la región del Donbás. Putin pidió a militares y civiles de Ucrania no oponer resistencia y advirtió que respondería de inmediato a toda fuerza externa que se opusiera.

En el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, cuya presidencia pro témpore ejerce Rusia, paradójicamente, los miembros vieron por televisión el anuncio de Putin. Fuentes internas señalaron que Rusia invocó el Artículo 51º de la Carta de la ONU, que permite la autodefensa.

El jueves 24, Putin afirmó que el objetivo de la operación militar especial que lanzó es “proteger a las personas que han sido objeto de abusos y genocidio por parte del régimen de Kiev por ocho años” y llevar ante la justicia a los autores de esos crímenes contra civiles.

Descalificar con adjetivos

En las Revoluciones de colores que Occidente detonó en Medio Oriente entre 2010 y 2011 se enalteció la figura de los “rebeldes” al asociarlos con luchadores por la democracia y los valores reconocidos por EE. UU. y sus aliados. Lo mismo sucedió en Libia, cuando las corporaciones ávidas de apoderarse de la riqueza energética e hídrica del país norafricano incitaron a Washington y a sus gobiernos adeptos a patrocinar a fuerzas “rebeldes” para crear el caos y, al final, asesinar a Muammar al-Khadafi.

En 2013, cuando Occidente puso la mira en Siria, cooptó a “rebeldes” que entrenó y subsidió con dólares y libras esterlinas para minar al gobierno de Bashar al-Assad. Hoy, para CNN, BBC, The New York Times, The Washington Post y otros medios occidentales, los “rebeldes” son sinónimo de indeseables separatistas. Se repite ese vocablo para denostar a personas cuyo origen étnico o simpatía política no concuerda con el régimen derechista de Kiev ni con los intereses capitalistas.

Hay dos objetivos más: mostrar a Occidente que no permitirá que recursos y territorios de esos nuevos estados pasen a control de trasnacionales; y evitar que Ucrania se adhiera a la OTAN para servir de ariete contra Rusia como permitir la instalación de armas nucleares.

Estupefacto, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con Rusia y la formación de una coalición “anti-Putin” con países occidentales, de los que esperaba una acción decisiva.

Según la emisora británica BBC, Zelensky aseguró que sus fuerzas daban armas a voluntarios para defender el territorio. Es decir, envió a civiles a combatir en una zona donde el ejército de Ucrania se rendía a las fuerzas de Donetsk, según confirmaban imágenes tomadas a las 15:56 horas en esa zona.

Entretanto, el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov explicó que la operación militar durará en función de su resultado y lo definirá el presidente Putin. Agregó que se creó un margen de seguridad para reducir el periodo de acción emocional de la población.

Fracasó trama

Para el Partido Demócrata estadounidense, Rusia es su rival geopolítico por su ascenso político-económico y reposicionamiento en la escena global. Consciente de que por décadas la prensa corporativa ha construido un clima mediático cerrado al pensamiento plural, y que estimula la ignorancia entre su audiencia, Joseph Robinette Biden escaló su ofensiva político-mediática contra Moscú.

Al lanzar su estrategia de histeria anti-rusa, Joseph Biden oxigenó un clima que condujo a las autoridades del Kremlin a consumar su apoyo a las repúblicas separatistas. Hasta entonces, Washington había gozado de esa contención rusa, pero su campaña de distorsión se le revirtió y, con ello, perdió el control del juego.

El desenlace, desde luego previsto por los estrategas del Pentágono, fue la operación militar quirúrgica del Kremlin en la región pro-rusa del Donbás. Para analistas del discurso político en medios, el escándalo y la mentira no reportará beneficios a Biden. “No son las cosas, sino la información, lo que determina el mundo en que vivimos” sostiene el filósofo surcoreano, Byung-chul Han.

El botín

A estas alturas cabe preguntar: ¿qué significa Ucrania para las potencias? Pues representa el primer lugar europeo en reservas de uranio; es el segundo lugar y décimo mundial en reservas de titanio; segundo lugar mundial en reservas de manganeso; segundas reservas mundiales de hierro; segundo lugar europeo en reservas de mercurio; tercer lugar europeo en gas de esquisto; cuarto lugar mundial por el valor total de sus recursos naturales y séptimo lugar mundial en reservas de carbón.

Es un país industrializado –desde la época soviética– que produce amoniaco, gran productor de acero y con enorme capacidad de centrales nucleares, en longitud de vías férreas, tercer productor global en equipos de geolocalización; exportador de turbinas para centrales nucleares, fabrica lanzacohetes y exportador de productos para la industria de defensa.

Destaca como país agrícola; es primer exportador mundial de girasol, segundo productor de cebada, tercero en exportación de maíz, cuarto en papas, quinto en centeno y producción de abejas, octavo exportador de trigo, noveno productor mundial de huevos de gallina y 16º exportador global de queso. Ucrania puede cubrir la necesidad alimentaria de 600 millones de personas, afirma Andriy Futey.

Diplomacia o caos

El Kremlin sigue apostando a la diplomacia y al dialogo con Ucrania. Sin embargo, el secretario de estado de EE. UU., Antony Blinken, suspendió su encuentro anunciado con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov.

Aún así, Vladimir Putin expresó que está dispuesto a dialogar con cualquiera de sus contrapartes. Lavrov explicó a su homólogo de Pakistán que aún espera una oportunidad de volver al derecho internacional y a los compromisos para que no prospere la actitud negativa de la OTAN.

Sin embargo, carente de tacto diplomático, el novel canciller de Alemania, Olaf Scholz solicitó a Rusia retirar “inmediatamente” sus tropas de Ucrania y declaró que la Unión Europea aprobará nuevas sanciones contra Moscú. A su vez, el antagónico presidente de la República Checa, Milos Zeman, instó a “desconectar” a Rusia del sistema interbancario SWIFT.

Israel, aprovechando la confusión imperante tras la acción militar rusa, “condenó” el operativo y ofreció ayuda humanitaria a ciudadanos de Ucrania. Entretanto, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, pidió al presidente ruso “en nombre de la Humanidad” retirar sus tropas y no permitir que en Europa comience la peor guerra desde comienzos del Siglo.

En el Consejo de Seguridad, México respaldó la integridad territorial “con base en sus fronteras reconocidas internacionalmente”, un pronunciamiento inquietante que ponía la diplomacia nacional en un dilema, pues tácita y expresamente se alineaba con la posición que lidera EE. UU.

Días después, esa declaración parecía dar un giro con la primera frase del canciller Marcelo Ebrard, cuando informó que México no apoyaría una respuesta bélica de Occidente. No obstante, la segunda frase rompió toda esperanza, cuando describió como “invasión militar” a Ucrania el operativo ruso. Luego agregó que el gobierno atenderá la resolución del Consejo de Seguridad y, finalmente, anunció que mantendrá sus relaciones con Moscú.

Futuro inquietante

En la actual escalada bélica parece lejana la posibilidad de resolver este conflicto regional sin acudir al uso de la fuerza. Parece fuera del horizonte de los responsables del sistema de seguridad nacional de EE. UU. y de los políticos europeos afines a la OTAN.

Sin embargo, en un ejercicio de prospectiva es posible vislumbrar estas acciones. En el corto y mediano plazo no habrá vencidos ni vencedores, cada parte alegará el fracaso de sus rivales. Los EE. UU. de Biden mostrarán su músculo militar, a exigencia de los republicanos, y endurecerán su política de sanciones financiero-comerciales contra Rusia. Es previsible que establezcan una nueva relación con la OTAN.

Putin tiene de su lado a la historia, pues Rusia ha demostrado ser inexpugnable y su desafío es mantener intacta su frontera. Así como ya mostró su músculo militar y se levantará con un triunfo indudable, esperará la reacción de un Occidente liderado por Washington.

Horas intensas

En sus primeras acciones, las tropas rusas aseguran la central nuclear de Chernobyl, derriban un helicóptero de combate y cuatro drones.

10:35 am. La República Popular de Donetsk detiene el éxodo masivo de la población civil de su territorio.

11:07 am. Dos cargueros civiles rusos son atacados por misiles de Ucrania en el Mar de Azov.

11:54 am. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, informa que la alianza activó su plan de defensa colectivo. Niega planes de desplegar tropas en Ucrania.

11:58 am. Guardias fronterizos ucranianos abandonan sus puestos.

12:32 pm. Cierran restaurantes de McDonald’s en Ucrania.

13.32 pm. El Ministerio de Defensa de Rusia informa que inhabilitó 74 instalaciones militares de Ucrania (11 aeropuertos locales, 3 puestos de control, un puesto operativo de La Armada y 18 estaciones de radar antiaéreos).

Entretanto, el Kremlin fortalecerá su frontera oriental y mostrará su habilidad diplomática en su entorno cercano, en particular con la Alemania del indescifrable Olof Scholz, quien vetó la autorización del gasoducto Nord Stream 2 y, con ello, se anotó un autogol. Es previsible que vigorice el Foro de Cooperación de Shangai y la Unión Euroasiática.

En el horizonte a futuro de esta crisis, la Unión Europea queda como el “convidado de piedra”, sin capacidad de decisión sobre lo que ocurre en su entorno. Debilitada por la crisis socio-sanitaria, la recesión y el Brexit, Bruselas parece estar en manos de EE. UU., que anhela sustituir a Rusia como su proveedor de hidrocarburos.

Ucrania, en particular Zelensky, no quería un conflicto armado en su territorio, pues sabe que la inestabilidad interna está a las puertas. Sin embargo, confía en las promesas de Occidente y espera obtener ventajas de esta crisis.

Las ganadoras del conflicto son las empresas trasnacionales y el Complejo Industrial Militar. Los perdedores son los países que endurecieron sanciones contra Moscú, pues tendrán un efecto boomerang en su economía y en el suministro de combustible.