Reformar lo reformado para tener gobernador-presidente… se vale soñar

**Suena a discurso de Cantinflas, eso de que el próximo gobernador dure sólo dos años para luego elegir a otro que dure tres y después de ese, ahora sí que vengan los de a deveras... chato.


Reformar lo reformado para tener gobernador-presidente… se vale soñar

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2015, 15:20 pm

Alejandro Salmón Aguilera/ ahoramismo.mx

Ocurrencia. No se puede calificar de otra manera eso de modificar la constitución política del estado de Chihuahua para “reformar la reforma” aprobada hace apenas tres años, la cual reducía el período del próximo gobernador para ajustar los períodos electorales y ya no andar un año sí y otro también gastando el dinero, el tiempo y las energías en pelearse por candidaturas.

Es difícil entender a qué viene eso de que el próximo gobernador dure sólo dos años para luego elegir a otro que dure tres y después de ese, ahora sí que vengan los de a seis años. Suena a discurso de Cantinflas.

Eso de empatar elecciones para que el gobernador electo en el 2018 pueda ser presidente de la República parece un sueño güajiro. El presidente Miguel de la Madrid no fue gobernador de su natal Colima, ni las elecciones locales de su estado coincidían con las presidenciales. Tampoco las de Veracruz, de donde eran Adolfo Ruiz Cortines y Miguel Alemán, o la de Baja California, entidad nativa de Ernesto Zedillo. Tampoco las elecciones gubernamentales de Guanajuato o Michoacán, lares de Vicente Fox y Felipe Calderón, iban “de la mano” con el gobierno de la República.

Para hacer memoria: en octubre del 2012, el Congreso del Estado votó a favor, por unanimidad, una reforma constitucional para que el gobernador electo en 2016 dure cinco año en el cargo, por única ocasión, de modo que el siguiente gobernador fuera electo el mismo día que se celebren las elecciones intermedias federales del año 2021. La misma reforma incluía reducir los períodos de los alcaldes electos en el 2016 a dos años, para que la siguiente elección intermedia local coincidiera con la federal del 2018.

Todo ese reajuste de calendarios tenía por objeto—decía la exposición de motivos expuesta en el Congreso—a la necesidad de recortar los tiempos electorales, de modo que hubiera comicios en Chihuahua una vez cada tres años y no como en la actualidad, que cuatro de cada seis años son electorales.

Este miércoles surgió la propuesta de reformar otra vez la constitución para que los ajustes de calendarios se hicieran de otro modo: dos años y luego volver a los seis años para que el gobernador que le siga coincida con el período del presidente sucesor de Enrique Peña Nieto.

El proyecto de reforma sólo muestra que no se ha reformado nada; que la administración pública es electorera, de vistas cada vez más estrechas, ya ni siquiera sexenales, sino de dos años. Si ya se había logrado un consenso para reducir un período para emparejar fechas electorales, no se entiende por qué volver a moverlas.

La pregunta que muchos se hacen ahora y que esta columna comparte es ¿a qué viene esa reforma? ¿qué lograría hacer un gobernador en dos años, si es bien sabido que el último año del ejercicio—así sea de seis, o de 20 años—se gasta en “grilla”, en pataleos, en confrontaciones dentro y fuera de los partidos para obtener la candidatura, aun cuando sea para un ejercicio de tres años. Quiere decir que el próximo gobernador sería prácticamente una bisagra, un gobernador sin fuerza, con un poder simbólico, prácticamente despachador.

Darle dos años al próximo gobernador invita a una serie de especulaciones, como si no hubiera especuladores de profesión en el ambiente político local. Invita a pensar que quien está al frente en las preferencias electorales no lo está en los gustos del actual grupo gobernante, de modo que, si va a ganar, que dure sólo dos años y, si quiere otros tres, que vuelva a hacer campaña. Que no gobierne, pues.