México necesita “Plan B” frente a las amenazas de Trump

ESPECIAL DE NIDIA EGREMY


México necesita “Plan B” frente a las amenazas de Trump

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2016, 16:30 pm

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Nydia Egremy

La presidencia del magnate xenófobo Donald John Trump trastocará las relaciones internacionales y, por ende, su política hacia México. Tras manipular a los perdedores de la globalización y usar políticamente su racismo, la engallada ultraderecha dirigirá durante cuatro años a la potencia hegemónica del capitalismo global.

A la inminente cacería y deportación de millones de mexicanos que viven en EE. UU, se suma el riesgo de institucionalizar el autoritarismo en la política bilateral. Sólo hay dos respuestas posibles: elaborar una estrategia que permita organizar eficazmente la resistencia en todos los ámbitos o rendirse ante la voluntad imperial.

La incógnita es si el Plan B de los estrategas del Gobierno Federal beneficiará a las mayorías o a las élites entreguistas.

Donald J. Trump nunca mintió con respecto a sus intenciones hacia su vecino y socio del sur. Así como en el siglo XVI, Nicolás Maquiavelo sugirió en su obra El Príncipe a Lorenzo de Médici, crear a un enemigo externo para ganar la simpatía y apoyo de sus ciudadanos, así el magnate elaboró un virulento mensaje antimexicano que apuntaló con su lema de campaña: “vamos a recuperar el control, haremos que Estados Unidos (EE. UU.) vuelva a ser un gran país”.

Para lograrlo, persuadió a millones de estadounidenses, víctimas de la inequidad globalizadora, con base en una falacia: que nuestro país y sus ciudadanos son la causa de sus penurias.

Algunos ven la victoria electoral del empresario como el asalto de la ultraderecha y un cambio de régimen en la superpotencia. Al examinar lo ocurrido, se constata que la derecha capitalizó la rabia de trabajadores y clases medias, castigadas por la voracidad corporativa para tomar el poder.

Esa oportunista “derecha machista y racista” aprovechó a los perjudicados por el establishment y los usó, afirma el analista Raúl Zibechi.

Por eso, Trump articuló su discurso antimexicano con tres ejes: 1) Expulsar a los indocumentados mexicanos porque todos son “corruptos, delincuentes y violadores” 2) Construir un muro fronterizo para frenar el ingreso de inmigrantes indocumentados y 3) Cancelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Esa retórica ultraderechista y proteccionista hizo del originario de Queens el 45º presidente del país aún más poderoso del mundo y un gran peligro para México.

Se extiende el terror
Ya ganador, en su primera entrevista Donald Trump reiteró que deportará a tres millones de inmigrantes. El desasosiego se extendió: “la gente está asustada, los mexicanos que hace años viven en este país temen que se concrete la amenaza de deportación”, reseñaba Kirk Semple en The New York Times. “El miedo y la angustia ya se sienten”, refería a su vez el periodista Jorge Ramos Ávalos, al añadir que hay miles de historias de niños afligidos porque sus padres serán deportados. “Quisiera decirles que todo va a estar bien, pero no puedo”, lamentaba Ramos considerado por la revista Time uno de los 25 latinos más influyentes en EE. UU.

El objetivo inmediato del xenófobo Trump son los casi 700 mil dreamers (los jóvenes inmigrantes indocumentados que llegaron a EE. UU. siendo muy pequeños). Gracias al programa federal que en 2012 lanzó Barack Obama, conocido como Acción Diferida (DACA, en inglés) ellos permanecen en el país y trabajan legalmente.

Hoy el futuro de tal programa es incierto. Y la mayoría de ellos rechaza separarse de sus familias o retornar a un país donde la falta de empleo y seguridad los expulsó. Mientras, los activistas informan cómo tramitar la ciudadanía o residencia en zonas de inmigrantes en Los Ángeles, Phoenix o Chicago. “Ésa es la única vía para estabilizar a nuestras familias y asentar nuestras comunidades”, explica el director de la Federación Laboral del condado de Orange, en California.

Pero el racismo organizado está en auge. En la zona fronteriza de Arivaca, Arizona, patrullan unos 200 voluntarios armados –muchos exmilitares– en compañía de la Patrulla Fronteriza y el Servicio de Inmigración y Aduanas (SIA), para evitar el ingreso de inmigrantes.

El grupo, autodenominado Arizona Border Recon, ha sido acusado de excesos. Envalentonados, los anglosajones pro-Trump acosan a niños mexicanos en escuelas, calles y tiendas al gritarles “¡Construye el Muro!”. Iguales maltratos reciben otros latinos, árabes y asiáticos. Es terrorismo puro.

Muro y TLCAN
Construir un muro en los tres mil 145 kilómetros de frontera común es otro objetivo del empresario. Sin embargo, ese muro existe desde 1994, cuando lo comenzó el gobierno de William Clinton en el marco de la Operación Guardián.

El nuevo proyecto costaría entre 10 mil y 21 mil millones de dólares; el exaltado magnate exige que lo financien pueblo y gobierno de México, y con un ilegal e inmoral amago amenaza con bloquear las remesas (estimadas en unos 25 mil millones de dólares) y elevar el costo de las visas.

El tercer eje de Trump contra México es reformar o derogar el TLCAN. En sus 22 años de vida ese pacto integró la economía de México a la de EE. UU., principal destino del 80 por ciento de sus exportaciones.

México no creció sino con apenas un mediocre 2.99 por ciento que está muy por debajo de sus vecinos del sur. Su tasa de desempleo fue del 3.9 por ciento en julio de este año, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Es decir, con el TLCAN se profundizó la vulnerabilidad y la dependencia.

Pero las élites mexicanas (grandes empresarios, agroindustrias, aseguradoras y concesionarios de telecomunicaciones, entre otros) claman por su vigencia.

Alegan que el pacto representa un millón de dólares por minuto; la Cámara de Comercio de EE. UU. en México asegura que de ahí dependen unos siete millones de empleos y que en la frontera el comercio mueve 1.4 mil millones de dólares diarios.

El futuro de ese acuerdo depende de razones geopolíticas. Si Donald Trump mantiene la visión del “pivote” asiático de Obama, condenaría a muerte al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) y usaría a la Alianza del Pacífico (con México) como su ariete en la región Asia-Pacífico.

En esa dinámica, EE. UU. se desentendería de América Latina, que podría buscar otras alternativas comerciales y financieras, señalan Andrés Serbin y Andrei Serbin Pont. Y mientras el empresariado mexicano duda entre la sumisión y la diversificación, Trump ya logró que la Ford no produzca en México su línea Lincoln y siga en Kentucky.

Pasmo y acción poselectorales
Todo indica que hasta que se definió que el republicano ganó la presidencia estadounidense por una apretada votación de 50-49, se encendieron las alertas del gobierno mexicano.

El nueve de noviembre, tras felicitar a Donald Trump, el presidente de México anunció que se reunirá con él en este período de transición para definir “con claridad” el rumbo de su relación. Optimista, el Ejecutivo aseguró que los mexicanos iniciamos esta etapa “con seguridad, determinación y unidad” y que la nueva agenda incorporará temas como la seguridad, cooperación y prosperidad. Es decir, lo único que interesa a la Casa Blanca.

Algunos confían en la solidez y los contrapesos de las instituciones estadounidenses para evitar la confrontación y el desastre económico. Al aumentar la incertidumbre se anunció –pero no llegó– el mensaje del Ejecutivo Federal. Los analistas políticos Leonardo Curzio, María Amparo Casar, José Antonio Crespo y Lorenzo Meyer lamentaban el “pasmo” del gobierno federal en la televisión pública.

Sólo se ha visto actuar a la Secretaría de Relaciones Exteriores (S.R.E.). En fecha reciente la canciller declaró que el gobierno de México ha sido “claro y enfático” en que pagar por un muro está fuera de nuestra visión de integración. Luego diseñó, con la Subsecretaría para América del Norte, de Paulo Carreño King, el embajador de México en EE. UU., Carlos Manuel Sada Solan y el cuerpo consular, un “plan de protección y asistencia consular”.

Los 50 cónsules en ese país deberán transmitir mensajes de “confianza y tranquilidad” a los mexicanos y exhortarlos a evitar provocaciones y posibles fraudes migratorios, según el comunicado 518.

Sin embargo, el 13 de noviembre Trump reiteró al canal CBS que expulsará o encarcelará “a unos dos o tres millones” de criminales, pandilleros y traficantes de drogas.

Esa posición animó la hostilidad antimexicana y la S.R.E. lanzó 11 Acciones desde su embajada en EE. UU.: puso en operación el teléfono de asistencia 185 54 63 63 95; aumentó la presencia de consulados móviles y las citas para tramitar la matrícula consular.

A la vez reforzó el diálogo con autoridades estatales y locales cuyo trabajo incide en la vida de los mexicanos en aquel país. También consultó con legisladores de origen mexicano en el Congreso texano (del Caucus México-Americano) y el líder de la Cámara de Representantes de Texas, Joe Straus, sobre las prioridades del próximo periodo y su impacto en los mexicanos en ese estado.

El Ejecutivo reapareció el 11 de noviembre, en un acuerdo con el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) para “tratar” de emplear a los deportados de EE. UU. con el Programa Somos Mexicanos. Aspira a insertar laboralmente a los repatriados en su lugar de origen, dijo el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien no explicó cómo podrá funcionar un programa hasta ahora fallido ni a qué se comprometió el CCE.

Tampoco ha sido eficaz la reacción del Congreso mexicano. Mientras la diputada Cecilia Soto explicaba que “miles de estadounidenses han sido convencidos por su próximo presidente de que la causa del deterioro de su nivel de vida somos nosotros”, la senadora Mariana Gómez del Campo –quien violó la Constitución al apoyar a una candidata extranjera– pedía “cerrar un capítulo de agravios y pasar a uno de diálogo y entendimiento”.

El senador Armando Ríos Pitter pidió proteger mediante ley las remesas de los inmigrantes y su colega Luis Sánchez Jiménez propuso un Grupo de Trabajo multisectorial que atienda las eventuales deportaciones de mexicanos y migrantes de otros países; además llamó al Presidente a activar consultas con socios comerciales extranjeros.

El dirigente político y Secretario General del Movimiento Antorchista Nacional, Aquiles Córdova Morán, afirmó recientemente en Texcoco, que Donald Trump es una amenaza porque busca cancelar el TLCAN, imponer aranceles a mercancías mexicanas y favorecer el retorno de las empresas estadounidenses que aquí operan.

Ante tal escenario, el ingeniero Córdova dijo lo que deben hacer el gobierno y ciudadanos: “diversificar nuestro comercio”, acercarse a América Latina de la que México se alejó hace tiempo y “estrechar la mano de Ecuador, Bolivia, Argentina, Venezuela, Chile y nuestros hermanos de raza, lengua y cultura” para enfrentar al imperialismo.

Córdova Morán enfatizó que debe comenzar una revolución educativa de fondo, que genere sabios, creadores e inventores que levanten la economía del país.

Esos técnicos y científicos nacionalistas podrán levantar una industria poderosa que compita con productos de alto valor agregado. “Hay que ofrecer al mundo cosas que podemos hacer y que no tiene” agregó y ofrecérselos a los que “no nos levanten un muro y nos abran las puertas en igualdad de condiciones”.

Para el líder antorchista no hay mucho qué buscar, “son China, Rusia y los hermanos de América Latina” y concluyó con la reflexión de que hay un gran mercado que cubrir “pero no estamos capacitados y para terminar esa dependencia económica, debemos estarlo”.

En el sector privado destaca la posición del presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo A.C. Luis Rubio, quien estimó que México no tiene más alternativa que buscar la mejor forma de atenuar los “exabruptos electorales” y corregir “su propia ausencia de claridad estratégica en la relación”.

En el mismo sentido, la analista del Centro Wilson Viridiana Ríos declaró a Business Insider que, “al despertar, México se dio cuenta de que no puede seguir siendo económicamente dependiente de EE. UU. y debe diversificarse. Lo haremos, aunque sea difícil en el corto plazo”.

En contraste, empresarios y voceros pro-estadunidenses urgen a ganar el favor del nuevo líder imperial. El académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), Isaac Katz, opina que el gobierno podría solicitar la ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI) para emprender “planes de contingencia” y ganar tiempo mientras se conocen las primeras decisiones económicas del próximo presidente. A su vez, el líder del Grupo Ei, Manuel Díaz, afirmaba: “Preocupémonos por México, no por Trump”.

Mientras tanto, el fantasma de la inconformidad contra Trump recorre todas las ciudades de EE. UU. Todos los días hay protestas contra la amenaza del gobierno de ultraderecha y un futuro incierto, advertía Dan La Botz.

También ahí se manifiesta la frustración de los electores demócratas que gritan “¡No es mi Presidente!”. Es posible que estas manifestaciones aumenten al acercarse la fecha de su toma de posesión.