Matemáticos ganan oro y no les dan plata

**México ha obtenido tres medallas en olimpiadas internacionales en esta materia, pero en el país falta una política que impulse a jóvenes destacados, afirman entrenadores


Matemáticos ganan oro y no les dan plata

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2016, 10:03 am

Que algunas personas entiendan las matemáticas como una forma de pensamiento, como una actividad humana en la que está presente la estética y la creatividad, pero sobre todo como una provocación para asumir retos a los que no todos están dispuestos —entre ellos la falta de apoyos institucionales—, ha generado que durante las últimas tres décadas México se convierta en una potencia matemática a nivel global.

Diego Hinojosa Téllez es una de esas personas y forma parte de esta tradición de conocimiento en el país; tiene 15 años y en junio pasado obtuvo la medalla de oro en la 18 Olimpiada de Matemáticas de Centroamérica y el Caribe, que se realizó en Kingston, Jamaica.

A principios de julio pasado, junto con su entrenador, Guillermo Rivera, un joven universitario que estudia Mecatrónica en la Universidad Autónoma de Guadalajara, Diego dio una conferencia en el Campus Party que se realizó en Guadalajara para explicar que las matemáticas no son sólo números, no son rígidas ni aburridas. Sin embargo, su mente estaba enfocada en el siguiente entrenamiento, pues en este mes estará en Tailandia en una nueva competencia.

“Desde pequeño siempre fui muy entusiasta de la escuela en general y me gustaban mucho las matemáticas, sacaba 9 y 10, y ahí me di cuenta de que realmente era bueno para las matemáticas y no me aburrían como a muchos de mis compañeros; ahí me empezaron a inscribir a concursos y a los primeros que fui gané y me di cuenta de que eso era lo mío”, dice en entrevista un día antes de su participación en el Campus Party.

Para él, las matemáticas implican ese espacio en el que siempre hay ideas nuevas que descubrir, donde el ingenio y la creatividad son indispensables para seguir adelante, pero también exigen trabajo.

“Esto no se consigue de la noche a la mañana, no soy niño genio, sino alguien que ha trabajado mucho, es algo que se tiene que desarrollar; yo tengo casi tres años de ir constantemente a clases de matemáticas y a entrenamientos, esto es perseverancia y trabajo”, señala.

—¿Por qué se piensa en las matemáticas como algo aburrido? —se le pregunta.

—En la escuela muchas veces los maestros enseñan las cosas de una manera aburrida, de una manera mecánica en que te tienes que aprender las fórmulas. Una olimpiada trata de romper la forma como se ven las matemáticas en la escuela, tienes cuatro horas y media para resolver tres problemas, pero te dan la oportunidad de que juegues con los datos, que analices, pienses y desarrolles tu propia teoría, fomentar la creatividad, y que razones antes de hacer algo de manera mecánica, esa es la diferencia.

Gracias a las matemáticas, en un año Diego ha conocido China, donde obtuvo mención honorífica; en Argentina ganó medalla de plata, y de Jamaica trajo la presea de oro.

Es verano y la vida de este joven está en transición, termina la secundaria y la preparatoria está prácticamente encima, pero él comienza a pensar más allá: “Me gusta mucho la Economía, pero no descarto una carrera tecnológica, me gustan mucho la programación y la computación, creo que será algo muy importante en el futuro del desarrollo y la innovación”.

Estudia en el Centro de Desarrollo Integral Arboledas, la misma escuela donde se formó Olga Medrano Martín del Campo, quien en abril pasado ganó la medalla de oro en la Olimpiada Europea de Matemáticas para Niñas y quien por sus logros en competencias internacionales obtuvo una beca para estudiar la licenciatura en matemáticas en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

Al hablar de Olga es inevitable recordar a su hermano Adán, para ir construyendo esta especie de árbol genealógico de los campeones olímpicos en México; él, antes que ella, logró varios oros en competencias internacionales y también está becado en el MIT.

“Si fueran futbolistas o deportistas, todos en el país los recordarían y hablarían de ellos, pero no”, dice un poco en broma el entrenador de Diego, Guillermo Rivera, quien también es delegado en Jalisco de la Olimpiada Nacional de Matemáticas para Alumnos de Primaria y Secundaria (ONMAPS).

Mientras llegan los días de entrenamiento, Diego recorre los pasillos del Campus Party y sigue disfrutando de otras actividades que le gustan, como la música y el futbol.

Aunque al salir del país a una competencia la ONMAPS se hace cargo de los gastos de Diego, su familia ha tenido que aportar para entrenamientos y otras cosas. “Ha sido un sacrificio, porque a veces tengo que salir de viaje y es difícil, pero me han apoyado siempre”, dice.

Después de su triunfo en Jamaica, fue invitado por el gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, a platicar de sus logros. El mandatario se comprometió a apoyar a jóvenes como él.

Navegando solos

A 200 kilómetros de Guadalajara, en Lo de Villa, colonia de la periferia de la capital de Colima, Bruno Gutiérrez y otros 12 jóvenes entrenan para la siguiente competencia nacional que se realizará en noviembre, en Acapulco, Guerrero. El delegado del la ONMAPS en el estado, Luis Isaías, ha conseguido prestada un aula de la escuela Aurelia Razón Márquez y que durante una semana los prepare el doctor Jesús Jerónimo, uno de los entrenadores de equipos nacionales.

Bruno ganó la plata en la olimpiada que se realizó en Jamaica en junio pasado y pretende estar pronto en otra competencia internacional. En primero de secundaria acudió a su primera competencia nacional de la ONMAPS y obtuvo bronce, un año después repitió; en noviembre pasado concursó en la Olimpiada Mexicana de Matemáticas, donde también obtuvo bronce, y en mayo logró el oro en la Olimpiada Nacional, con lo que consiguió su boleto para el certamen de Centroamérica y El Caribe.

“En primaria siempre me gustaron las matemáticas porque me hacen pensar mucho para resolver un problema, son un área fascinante que ha ayudado al desarrollo de toda la ciencia”, dice durante un receso tras cinco horas de práctica.

Bruno practica al menos dos horas diarias de lunes a viernes, y los sábados de 9:00 a 19:00 horas, pero en esta ocasión, para aprovechar la estancia del entrenador que viene de Querétaro, lo hace ocho horas al día.

Aunque terminó la secundaria en la Estatal 12 de Colima y no conoce los resultados de los exámenes de admisión de la preparatoria, piensa que su futuro estará vinculado con matemáticas, física o programación.

Hubo un tiempo en que el gobierno del estado y la Universidad de Colima invertían en el trabajo con los alumnos que irían a las olimpiadas de matemáticas, pero hace tiempo que eso terminó y hoy la delegación de la ONMAPS y los estudiantes van por su cuenta.

A finales de julio, políticos de Colima se empeñaron en hacer público su reconocimiento a Ricardo Enrique Preciado, alumno de sexto de primaria originario del municipio de Coquimatlán, quien ganó la pasada Olimpiada del Conocimiento. A la felicitación del presidente Enrique Peña Nieto se sumaron las del gobernador y varios diputados en el estado.

—¿Tú has recibido alguna felicitación o reconocimiento por parte de los diputados o del gobernador? —se le pregunta.

—No, en lo absoluto —responde Bruno.

Recuerda que muchos de sus maestros son ex olímpicos y menciona los nombres de dos compañeros: Carol José Gutiérrez, quien ganó oro en una olimpiada nacional, y Sergio López, quien ha estado en dos olimpiadas internacionales; es su forma de hacer ver que este es un trabajo de mucho tiempo y muchas personas.

Un camino de 30 años

En 1984, México fue invitado por primera vez a una olimpiada internacional de matemáticas. Jesús Jerónimo, uno de los entrenadores de los equipos nacionales conoce la historia y la relata, mientras sus alumnos intentan resolver un problema geométrico que está en la pizarra.

“No tenían idea de cómo se seleccionaba un equipo y agarraron gente de prepas de la UNAM y del Politécnico, y les fue muy mal porque no tenían idea de a qué iban; después, varios profesores de la UNAM y del ITAM se pusieron a organizar un evento nacional para detectar jóvenes con talento y entrenarlos. Así, en 1987 se organizó la primera olimpiada y el equipo que salió de la preselección tuvo un desempeño mejor; desde entonces se ha ido avanzando y 20 años después México obtuvo su primera medalla de oro en una olimpiada internacional”, señala.

Aunque en todo este tiempo algunas dependencias y empresas privadas han otorgado apoyos para organizar estos eventos e impulsar a los participantes, el problema es que no existe una política pública para fomentar otra manera de aprender matemáticas.

“Las matemáticas las vemos de una manera más divertida, menos mecánica y tediosa, algo completamente diferente a como se abordan en la educación tradicional. El Conacyt ha dado dinero, dos o tres millones para realizar la olimpiada durante dos años, pero eso apenas alcanza; Telmex en alguna época dio incluso laptops para los premiados, pero de repente dijeron que ya no podían apoyar, aunque hace algunos años el Conacyt lo volvió a hacer.

“Siempre ha sido así: se cierran puertas y hay que tocar otras porque no hay una política institucional y todo depende de la buena voluntad de alguien”, indica.

Dice que la olimpiada tiene un doble objetivo: difundir las matemáticas de una forma distinta a como se hace en un aula, y seleccionar a los seis mejores de cada estado para el certamen nacional; quien acude a la Olimpiada Nacional tiene la oportunidad de competir por un sitio en la de Centroamérica y el Caribe, en la Iberoamericana o en la Internacional, de mayor prestigio.

Incluso, relata el profesor, hay una olimpiada que organiza Rumania —la Masters, le llaman— y sólo invita a los mejores 20 países del mundo: México ha asistido en dos ocasiones.

“Hasta ahora van tres medallas de oro en la internacional, y los que salen a esos niveles generalmente no se quedan en México a estudiar, se van al MIT, a Princeton o a universidades de Inglaterra o Alemania; sigue ocurriendo la fuga de cerebros y siempre se van con becas”, señala Jerónimo.
EL UNIVERSAL