Más sobre los salarios mínimos, las ayudas y la situación económica

Por Omar Carreón Abud


Más sobre los salarios mínimos, las ayudas y la situación económica

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2019, 08:58 am

(El autor es Ingeniero Agrónomo, Coordinador de la Dirección Nacional de Antorcha Campesina y dirigente en Michoacán. Conferencista y autor del libro: Reivindicar la verdad)

La Bolsa de Valores de Estados Unidos acumuló pérdidas del 20% en el último trimestre del año 2018 y, en los primeros días del año, la inmensa empresa Apple sufrió una caída de 10 por ciento en el valor de sus acciones y arrastró a la baja a toda Wall Street. Se dice, y yo lo creo, que el detonante de este último suceso financiero y la caída posterior de numerosas acciones, se debe a la revisión a la baja de los gastos de las compras navideñas en Estados Unidos que pasaron de obtener ingresos esperados por 91,500 millones a sólo 84,000 millones de dólares, un 12 por ciento menos. Los negocios andan mal. La gente no tiene para comprar.

Las ganancias, es decir, la parte de la riqueza social producida que va a parar a unas cuantas manos poderosas en el mundo, en Estados Unidos y en México, crece todos los días de forma escandalosa, mientras que la parte de la riqueza social que se queda para pagar la fuerza de trabajo utilizada (y la ociosa y no utilizada), la parte salarial, es cada vez menor. Sólo como ejemplo cito la parte de las ganancias que se llevan los banqueros: de enero a noviembre de 2018, los bancos que operan en México obtuvieron ganancias por 139 mil 812 millones de pesos que equivalen al 7.1 por ciento más de lo registrado en 2017. ¿De dónde habrían de sacar las clases trabajadoras para retirar de las tiendas cada vez más mercancías? No es, pues, no debe ser ninguna sorpresa que las compras, pese a la abrumadora propaganda para celebrar, regalar, consumir, vayan a la baja.

Eso explica la caída de las acciones. Una acción es un papel, es un recibo mediante el cual una empresa poderosa, hace constar que otra persona o grupo de personas (regularmemnte, también muy poderosas), le ha prestado dinero para sus inversiones, digamos un millón de dólares. Ese recibo, esa acción le da derecho al comprador, durante un determinado tiempo, digamos, 10 años, a recibir un interés (que puede ser fijo o variable) de acuerdo a las utilidades de la empresa, en el transcurso de esos 10 años, el poseedor del recibo o acción puede decidir deshacerse de él para echar mano de su millón de dólares y ahí es donde se evalúa el rendimiento (sin descartar manipulaciones perversas) de la empresa que emitió la acción: si sus negocios van bien, si se espera que sigan arrojando buenas utilidades, la acción podrá venderse al millón de dólares que costó o aún a un precio más alto de un millón cien mil o un millón 200 mil dólares, las acciones están a la alza. Pero si la empresa que emitió la acción no anda bien, si tiene dificultades o se espera que las tenga en el futuro cercano, un posible comprador de la acción ofrecerá por ella menos de su costo original, digamos 900 mil u 800 mil dólares, las acciones están a la baja.

Pues ahora en Estados Unidos que es el paradigma y la locomotora del capitalismo mundial, más aún de México, lo que indican los datos duros es que las acciones están a la baja. Incluso se espera que la Reserva Federal que ha venido aumentando los interseses por el uso del dinero, detenga esta tendencia o, incluso, decida correcciones a la baja, para adecuarse a la mala tendencia de los negocios. Desde mi muy modesto punto de vista, esa baja en la capacidad de compra en Estados Unidos que seguramente arrastrará a nuestro país, es la explicación de los intentos, muy pálidos, de dar un poco de más capacidad de compra a la población mediante el aumento a los salarios mínimos (precisamente por ello fue una inciativa de la clase patronal) y mediante las transferencias monetarias a grupos de población como son los llamados ninis, las personas de la tercera edad y ciertos grupos de estudiantes.

Los beneficiados con el salario mínimo serán aproximadamente 2 millones 76 mil trabajadores, cifra que representa solamente el 3.8 por ciento de la población ocupada total. Ese es el impacto positivo del cacareado aumento al salario mínimo, nada más, pues no se espera ningún efecto dominó posterior en otros bloques de sueldos y, hay que añadir, que el 57.8 por ciento de los asalariados de tiempo completo que ganan un salario mínimo trabajan en micronegocios, es decir, en aquellos que emplean entre 1 y 5 trabajadores, lo que implica, en pocas y resumidas palabras, que los grandes empresarios ganan la demanda de aumentar el salario mínimo para mejorar sus ventas, pero lo tienen que pagar, en su mayoría, los empresarios diminutos, los que están sometidos, como lo analizó Lenin hace muchos años, a una reducción drástica de su consumo personal y a laborar jormadas extenuantes que es lo que constituye el milagro de su sobreviviencia.

El mercado interno se debilita minuto a minuto. En varios estados de la república y en Michoacán en particular está cayendo drásticamente el empleo formal. Según la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, cuyos datos cita, atinada y oportunamente, Heliodoro Gil Corona, Coordinador de Proyectos Estratégicos del Colegio de Economistas en el estado de Michoacán, la entidad registró, durante los primeros once meses del 2018, una caída en la generación de empleo formal, nada más y nada menos que del 44.2 por ciento, ya que en el mismo período de 2017 generó 32 mil 670, mientras que en el de 2018 generó solamente 18 mil 221 empleos formales. De estos, 18 mil 221 -sólo el 53.6 por ciento- son empleos permanentes, mientras que el resto, son temporales (urbanos y rurales) y, algunos todavía se esperaba que se perdieran en el trancurso del mes de diciembre (falta revisar las estadísticas). Y no debe olvidarse que en Michoacán ya el 70 por ciento de la población económicamente activa labora en la informalidad y que el 50 por ciento de los michoacanos percibe remuneraciones de entre uno y dos salarios mínimos. ¿Con qué entonces van a realizarse compras masivas?

Hay, pues, crisis de ventas. No todavía una devastadora como la del 2008 que en sus orígenes fue también, como muchas otras, una crisis de sobreproducción, pero sí crisis crónica que no le permite desarrollarse al capital como lo necesita. El capital extrae la mayor -con mucho- parte de la riqueza que produce el hombre y le deja para sobrevivir una parte mísera en forma de salario a los que contrata “formalmente”, porque al resto lo arroja a la desocupación o a la desocupación diafrazada que se conoce con el eufemismo de “empleo informal”, a sobrevivir como pueda. Consecuentemente, la cantidad de dinero dedicada a la producción de mercancías es mucho muy superior a la que se puede dedicar a comprarlas y hacer realidad la ganancia contenida en ellas. De ahí la urgencia de que los Estados de la burguesía dediquen parte de los recursos que administran a emitir, por ejemplo, estampillas para la compra de víveres que en Estados Unidos abarcan casi al 47 por ciento de la población, aumenten un poco los salarios mínimos y hasta se vean obligados a regalar dinero a ciertos sectores mediante programas específicos para aumentar la capacidad de compra, para fortalecer el mercado interno. Estamos, pues, ante medidas de sobreviviencia del capital, no ante la nueva era de la justicia social. No nos confundamos.