Licencia a Salcido: la ruina de la vida institucional del estado

**Se ve con completa normalidad que un gobernador quite a discreción a jefes de poder quienes, jerárquicamente, son sus iguales.


Licencia a Salcido: la ruina de la vida institucional del estado

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2015, 17:30 pm

Por Alejandro Salmón Aguilera/ ahoramismo.mx

Difícil entender las prioridades del magistrado con licencia, José Miguel Salcido Romero.

La verdad, cuesta trabajo entender cómo dejó un empleo donde ganaba más de 163 mil pesos al mes por otro donde le darán poco más de la mitad. Laboralmente hablando es inexplicable que alguien haga eso.

Desde el punto de vista de desarrollo profesional, tampoco se puede comprender. Cómo se deja la presidencia de un poder para ocupar un puesto de subordinado donde durará, a lo mucho, 10 meses y 23 días. A ver si le entendemos: deja un cargo para el cual fue electo por un cuerpo colegiado de magistrados del Supremo Tribunal de Justicia en el cual duraría cuatro años por otro donde entra de relevo. No, no le entendemos, no nos alcanza la capacidad neuronal.

Si es difícil comprender la lógica del magistrado “licenciado”, mucho más lo es comprender la del sistema político local, en su totalidad.

La salida de Salcido Romero del Poder Judicial ocurre cuando éste se encuentra en un momento crítico, con la mudanza a un edificio al cual se le han encontrado por lo menos 25 irregularidades graves, según lo documentó el periódico El Heraldo, y la instauración de sistemas orales en materias civil y familiar. Además, dejó tirada la presidencia del STJE cuando el sistema de justicia familiar recién estrenado se encuentra en el ojo del huracán, recibiendo críticas de propios y de extraños.

Lo curioso de todo esto es que la clase política y hasta la empresarial del estado ha visto este desorden político-administrativo con toda normalidad. Declaraciones como la de “es una decisión personal” o “estamos seguros que hará un buen papel como secretario de educación” denotan la ligereza con la que se observa la vida institucional del estado.

A nadie ha extrañado el hecho de que el presidente del Supremo Tribunal deje el cargo para irse al Ejecutivo. A nadie le escuece el hecho de que el jefe del Poder Judicial acceda dócilmente a una invitación del gobernador.

Las versiones de que el nombramiento es más un castigo que una invitación acentúan la frivolidad del caso. Se ve con completa normalidad que un gobernador quite a discreción a jefes de poder quienes, jerárquicamente, son sus iguales.

Se ha dicho, a modo de justificar todo este desbarajuste, que lo importante no son las personas, sino las instituciones. Es cierto, sólo que las instituciones están conformadas por personas y son ésta las que les dan lustre o las llevan al despeñadero. Aquí el problema no es que se vaya un jefe de poder, lo grave es la forma como lo hizo.