Las masacres de Ramos: consecuencia de Las Contratas de Sangre

**El relato de un episodio de esta guerra fratricida lo ofrece Jason Betzínez, quien siendo un niño sobrevivió al exterminio de la nación. Esta versión la da él en su libro “I Fought With Geronimo” (“Yo luché con Gerónimo”).


Las masacres de Ramos: consecuencia de Las Contratas de Sangre

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2017, 18:37 pm

Por Froilán Meza Rivera

En 1839, el Congreso del Estado de Chihuahua, decretó las leyes conocidas como Las Contratas de Sangre, que ofrecían recompensa por las cabelleras de los apaches, a las que se opuso firmemente el gobernador Angel Trías, y a las que denunció como sangrientas e inhumanas.

El relato de un episodio de esta guerra fratricida lo ofrece Jason Betzínez, quien siendo un niño sobrevivió al exterminio de la nación. Esta versión la da él en su libro “I Fought With Geronimo” (“Yo luché con Gerónimo”).

Ramos, o Kintal (casas de paredes anchas), justo enmedio de Casas Grandes y Janos, era el pueblo más grande de esa zona. Los apaches Warm Springs o Chihenne, tenían buenas relaciones con los mexicanos. Les gustaba visitar pueblos como Ramos para intercambiar pieles por ropas coloridas, cuchillos, ornamentas y otras cosas. Los apaches Chihenne tenían poco contacto con otras bandas de apaches, y no siempre sabían de sus actividades de guerra, ni tampoco participaban en ellas. No sentían ninguna responsabilidad por las atrocidades cometidas por otros indios y no sabían que el gobernador de Chihuahua entonces (Luis Terrazas), había ofrecido recompensas por la cabeza de cada hombre, mujer o niño de toda la tribu.

Ellos no sabían que en ese tiempo no había seguridad para visitar las villas mexicanas, incluso cuando sus habitantes parecieran amistosos.

En el verano de 1850 varias familias de apaches Chihenne fueron a Ramos, como era su costumbre. Durante los varios días que permenecieron ahí, intercambiaron cosas en el pueblo, mientras pasaban las tardes en su campamento a las afueras, cantando, contando historias, bailando y jugando a las cartas.

Un día, un corredor llegó gritando que todos tenían que ir al pueblo. Los “amistosos” mexicanos habían destilado una gran cantidad de mezcal y estaban ofreciendo tragos a todos los que fueran. El licor era absolutamente gratis y los indios podrían tomar tanto como quisieran en las cantinas y podrían llevar algo al campamento. El campamento se quedó solo, excepto por la gente que estaba muy joven o muy vieja para caminar. Los apaches podían ser engañados por medio del intoxicante licor. Incluso con el puro olor del aguardiente perdían su habitual precaución...

Los apaches tuvieron un día de locura en Ramos, tanto, que aquel día no notaron que las calles estaban vacías. La borrachera continuó en el campamento. El apache nunca toma con moderación. Continua tomando hasta que se acaba el licor o hasta que cae inconsciente. Así fue esta vez. Poco después de medianoche todos estaban tirados bajo los influjos del destilado.

El campamento quedó en calma, excepto por los perros que ladraban.

Justo antes de la primera luz, soldados y colonos mexicanos cayeron sobre el campamento. Iban armados con rifles, lanzas, cuchillos y garrotes. A una señal rompieron violentamente el fuego. Luego comenzó el apuñalamiento, los garrotazos y los lanzazos. Se oían maldiciones en español, gruñidos, gemidos, unos cuantos gritos y el llanto de un niño.

Algunos indios se las arreglaron para huir en la semioscuridad. Pero sólo fueron unos cuantos. En poco tiempo, los apaches en su mayoría quedaron tirados sobre su propia sangre, muertos o muriéndose. Los mexicanos empezaron a trabajar con sus filosos cuchillos, amarrando los manojos de cabelleras, trofeos por los cuales recibirían oro y plata de sus autoridades. Se decía que el precio por cada cabellera era de 200 pesos por los hombres, con menores cantidades por las de mujeres y niños.

Unos pocos días después los sobrevivientes llegaron al campamento principal de los apaches Warm Springs. Por varios días se pudieron escuchar los llantos en los tipis (tepees) y en los cerros cercanos. Casi no había familia que no hubiera perdido alguno de sus miembros.

Los jefes analizaron por un largo tiempo la acción para tomar revancha de los mexicanos de Ramos. Finalmente Baishan, cuyo nombre significaba cuchillo y era llamado por los mexicanos Cuchillo Negro, el jefe principal de los Chihenne, llamó a un concilio a los jefes de varias bandas. Respondieron a la invitación Cochise, jefe de los apaches Chiricahuas, Mangas Coloradas de los Mimbreños, los apaches Bedonkohe, los apaches Nedni, de Juh, y otros, como Vitorio y Gerónimo. Éstos tres, muy jóvenes aún.

Se tomó la decisión de atacar a Ramos. Los guerreros, después de danzar, empezaron a preparar el ataque. Meses después se conformó un grupo de guerra que consistía en 175 guerreros y un gran número de aprendices. Se dice que fue el más grande ejército apache participante en una batalla.

Si la gente de Ramos lo hubiera sabido, habrían dejado el pueblo y se habrían ido lejos, al sur, por seguridad”.

Por supuesto que la venganza fue terrible. El pueblo de Ramos fue literalmente arrasado, como lo veremos con todo detalle en el siguiente número.

Para eso sirvieron Las Contratas de Sangre: para provocar masacres y venganzas.

Trías tenía razón.