La verdad oculta de los teléfonos “inteligentes”

REPORTAJE NACIONAL


La verdad oculta de los teléfonos “inteligentes”

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2017, 10:30 am

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Ray Acosta

De acuerdo con su misión, Samsung Electronics es una empresa que busca “inspirar al mundo con tecnologías y diseños innovadores que enriquezcan la vida de las personas”.

Sus metas “cuantitativas” son “vender 400 mil millones de dólares y obtener un lugar preponderante en la industria de tecnologías de la información (TI). Sus metas “cualitativas”son: “ser una empresa innovadora y respetada; estar entre los diez mejores lugares de trabajo del mundo; ser líder creativo para formar nuevos mercados”.

Nada mal para la empresa de Suwon, Corea del Sur. Sin embargo, su misión y visión se impacta contra la realidad que la contradice irremediablemente. Veamos. ¿Qué haría si frente a su casa amanecieran 42 millones de toneladas métricas de teléfonos celulares?

Ésa es aproximadamente la basura electrónica que se generó en 2014, que equivale a llenar 174 veces los 66 metros de altura de la Pirámide del Sol en Teotihuacán; y si bien es cierto que no toda fue generada por Samsung, la tomamos como ejemplo después de la explosiva publicidad que hizo para promover el Galaxy Note 7, la cual resultó tan explosiva como el mismo teléfono, cuyo mal diseño obligó a Samsung a retirar 4.3 millones de aparatos del mercado, acción que no hizo pública así como tampoco se ocupó de explicar por qué los Note 7 se incendiaban. ¡Vaya forma de enriquecer la vida de las personas!

Hace 10 años, los teléfonos inteligentes cambiaron nuestras vidas. Es difícil imaginarnos el día a día sin estos dispositivos: con ellos podemos leer y enviar correos electrónicos, intercambiar mensajes de texto en tiempo real, leer libros, ver películas, escuchar la radio, enviar “nuestra ubicación” a alguien, compartir fotografías o videos en vivo, participar en redes sociales, sincronizar archivos desde nuestra computadora con el Smart Phone, hacer video llamadas con nuestros seres queridos y amigos, calificar algún vino con una aplicación o encontrar información al instante y claro, si usted se acuerda, ¡usarlo como teléfono!

Todo esto está muy bien, pero, ¿las empresas en telecomunicaciones priorizan a la gente o las ganancias? “Los números son fríos”, decía el magnífico cronista deportivo Pedro Septién, El Mago Septién, y tenía razón. Echemos un vistazo.

En 2007 se vendieron cerca de 120 millones de teléfonos “inteligentes” en todo el mundo. En 2020 se espera que las ventas alcancen los seis mil 100 millones de unidades, aproximadamente el 70 por ciento de la población mundial.

Pero, ¿cuál es la huella ecológica que estos productos dejan en nuestro planeta y bajo qué condiciones laborales trabajan los obreros que nos permiten tener en nuestras manos estas maravillas de la tecnología?

La respuesta la encontraremos en la desmedida ambición de las empresas, manifestación del espíritu del neoliberalismo y, por si esto fuera poco, la más desalentadora indiferencia de nosotros como usuarios, a quienes nos importa un bledo cómo se hagan éstos y cuánta gente se vea afectada al producirlos. Es crudo, pero es cierto. Somos parte de esa ecuación.

De acuerdo con un estudio del Global Web Index (GWI), con cifras de 2014, México es el país con más usuarios de redes sociales a través de teléfonos celulares en todo el mundo: siete de cada 10.

¡Por fin somos primer lugar en algo! Este binomio, los teléfonos “inteligentes” y el servicio de internet que utilizan los llamados Millennials provocaron en buena medida este impresionante cambio social ¡en tan solo 10 años!

Pero, ¿qué esconden estos dispositivos “inteligentes”, en apariencia inocentes? Por un lado, condiciones laborales deplorables para muchos de los trabajadores que se emplean en la fabricación de un celular.

Y es cierto, Samsung (y otros fabricantes) pueden alegar que los mineros de la República Democrática del Congo que se dedican a extraer metales preciosos que se utilizan para la fabricación de celulares, no son sus empleados y desentenderse de sus problemas de salud y calidad de vida; incluyendo el conflicto armado que parece no terminar nunca en aquella nación africana, que por supuesto, no es uno de los “diez mejores lugares de trabajo del mundo” que promueve la misión de la empresa sudcoreana.

Hablando de lugares de trabajo

La economía de la República Democrática del Congo (RDC) es un desastre. Según los indicadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2011 este país africano alcanzó el desafortunado último lugar de las naciones más pobres del mundo y el último en el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Datos que no tienden a mejorar en el corto ni mediano plazo ¿Un país con mala suerte o víctima de desalmados “progresistas”?

¿Qué tienen que ver Sony, Apple, Nokia, Motorola, Compaq y nuestros multicitados amigos de Samsung en esta situación? Veamos. Para la “mala pata” de los nativos congoleños, fueron conquistados por Bélgica en 1885 y desde entonces su historia ha sido desgraciada y algo peor aún: no ha cambiado. Debido a la globalización de la economía mundial, ocurrida a finales del siglo XIX, hasta hoy esta nación africana ha sido explotada en todos los sentidos y la guerra civil, desde los años 60, le ha costado al menos cinco millones de vidas.

En la extracción de materias primas, la RDC ha aportado, además, la vida de otros varios millones congoleños sin que los países “civilizados” hayan hecho algo “real” para cambiar esa situación; al contrario, han sido cómplices de este genocidio.

La expectativa de vida de un ciudadano de la RDC apenas alcanza los 40 años debido a las condiciones de esclavitud con que se vive desde hace 132 años, mismas que derivan de hambrunas, mutilaciones, discriminación, guerras, presencia frecuente de epidemias de ébola o sida: los congoleños lo han sufrido todo.

Lo importante no son las vidas de los trabajadores, sino extraer minerales. Dato curioso: ¿sabía usted que el Congo fue el mayor exportador de uranio a Estados Unidos (EE. UU.) durante la Segunda Guerra Mundial y que con este material se construyó la bomba atómica?

Al pagar por ese uranio, los estadounidenses se convirtieron en cómplices del régimen de esclavismo inhumano que Bélgica mantenía en el Congo y del que los gringos presumían estar en contra. Hoy, la minería es una actividad semiclandestina, o como le dicen elegantemente los economistas sin conciencia: “actividad económica informal”, concepto que suena más elegante.

Por esta semiclandestinidad no pueden “registrar” mejoras en los índices de su producto interno bruto (PIB). Incluso, la exportación de diamantes es una actividad ilegal. La pregunta es ¿quién tiene dinero para comprar diamantes? ¿Usted y yo o los verdaderamente ricos del mundo?

Finalmente, la RDC es el mayor productor mundial de cobalto mineral, cobre y diamantes, además de otros materiales que se usan para la fabricación de las baterías de nuestros celulares y tabletas; muchos niños trabajan en las minas o como soldados para defender la ilegalidad de esta actividad, tema denunciado por el diario El Mundo, de España y por Amnistía Internacional. ¿Y los resultados?

¿De qué están hechos los celulares?

Aluminio, tungsteno, neodimio, cobalto y oro son solo algunos de los más de 60 materiales empleados en la fabricación de nuestros teléfonos, incluidas sustancias derivadas del petróleo y químicos dañinos para la salud de las personas que entran en contacto con ellas para su fabricación.

Para empeorar el panorama, debido a la llamada obsolescencia programada, el motor secreto del neoliberalismo, la generación de basura electrónica ha llegado a límites intolerables.

Dicho mecanismo perverso consiste en hacer que la vida útil de los productos modernos sea “programada” para ser sustituido con otro y obligar a la compra desmedida de productos que no necesitamos. El software es un mecanismo de control que hace que nuestros aparatos queden obsoletos con “las nuevas versiones”, aunque ello no sea necesario.

¿Por qué no hay una ley que lo prohíba?: debido a los sobornos y a lacorrupción de los políticos en Washington, The Wall Street Journal lo llama “lobbying”; en el “lobbie” de El Capitolio se soborna, perdón, se “cabildea” con los diputados y senadores de EE. UU. para que nunca llegue a discutirse ninguna ley que ponga en peligro el negocio de las empresas de comunicaciones, cueste lo que cueste y muera quien muera. Bien lo dijo uno de los fundadores de Google, Eric Schmidt: “me siento profundamente orgulloso de las estructuras que hemos instalado.

Se llama capitalismo; somos orgullosamente capitalistas, no tengo duda al respecto”, señaló al cuestionarle respecto a sus prácticas de evasión fiscal y monopólicas en 2012.

Solo en marzo de 2015, The Wall Street Journal documentó 230 encuentros entre empleados de Google y altos funcionarios de la administración de Obama, actividades que han llegado a costar la nada despreciable cifra de nueve millones 850 mil dólares.

“Big Brother is watching you”

En su novela 1984, George Orwell introdujo el concepto del “Gran Hermano”, es decir, un gobierno tiránico y represor que gracias a la tecnología podía vigilar a los ciudadanos y controlarlos.

Aunque una de las intenciones de Orwell era estigmatizar y calumniar al sistema socialista de Rusia, China y Cuba (1984 fue publicada en junio de 1948, en Londres), hoy en día vemos que son los gobiernos neoliberales quienes han caído en esas prácticas y lo que es peor: los usuarios, inocentes, no quieren creer que sus gobiernos y los mega-empresarios de la comunicación sean capaces de esto.

¿Cómo pueden vigilarnos? Simple: a través del software de su teléfono es posible acceder a todos los datos de su celular, así como al hardware: es decir, al micrófono, cámara y su ubicación vía GPS, sin que usted se dé cuenta; ni siquiera tienen que pedirle permiso. ¿Lo saben Apple o Samsung y Telcel o AT&T?

Claro. Incluso, el satanizado Edward Snowden, ese mismo que trabajaba para la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de EE. UU., y que en 2013 decidió decirle al mundo lo que ya sabíamos (que éramos vigilados), diseñó un accesorio para iPhone, una batería que, además, le advierte cuando cualquier dato es transmitido por su teléfono y le permite detenerlo, pues el dispositivo es independiente del celular y por ello libre de “virus” o “malware” que trate de detener su funcionamiento.

Por cierto, debido a que reveló esta actividad ilegal entre los gobiernos neoliberales de EE. UU. y Europa, Snowden huyó a Rusia, donde vive en el anonimato y donde tendrá asilo político hasta 2020. ¿Deben ser secretos los documentos que violen nuestra soberanía y libertad, porque el policía mundial tiene derecho a cuidar al mundo “libre”?

De inocencia a perversidad

Facebook, la “inocente” red social donde la gente se entretiene de manera “sana”, propiedad de Google, ha crecido de manera exponencial en los últimos 10 años.

De acuerdo con cifras de la investigación titulada 12 Estudio sobre los Hábitos de los Usuarios de Internet en México 2016, de la AMIPCI (Asociación Mexicana de Internet), la población internauta mexicana alcanzó la cifra de 65 millones de personas.

El tiempo promedio de conexión del usuario nacional es de siete horas con 14 minutos, prácticamente una jornada laboral –una hora y tres minutos más en relación con el año anterior– y el 77 por ciento de éstos se conecta desde su teléfono celular. El 79 por ciento del tiempo de conexión se dedica a la red social del joven multimillonario y “filántropo” Mark Elliot Zuckerberg.

El teléfono “inteligente” es ya el primer dispositivo para acceder a las redes sociales, el auge de Instagram y WhatsApp ha disparado su uso.

Pero ¿de dónde se sostienen estos servicios “gratuitos”?: de la publicidad. ¿Cuál publicidad?, de la que Google, YouTube, Facebook y WhatsApp recopilan de sus actividades. ¿No sabía que usted mismo autorizó al emporio informático vigilar sus actividades y utilizar su información cuando accedió a las condiciones del servicio? Lamento informarle que así es.

Y empeora. El motor del neoliberalismo es la avaricia desmedida. ¿Qué tienen Google, YouTube, Facebook y WhatsApp en común?: los mismos dueños, hecho que buscan ocultar con tanto empeño: se llama monopolio, oligopolio pues, para ser gramaticalmente “correctos”.

En 2014, Facebook compró WhatsApp con una base de datos de 600 millones de personas (los usuarios de esa red social) por la módica suma de 21 mil 800 millones de dólares, barato en relación con lo que se puede multiplicar esa cifra en ganancias.

Poderoso caballero es don dinero

Aunque parecen hechos aislados, no lo son. De acuerdo con Forbes México, el sistema operativo que tiene más participación en el mercado es Android, que llegará en 2017 al 75.3 por ciento del mercado nacional.

¿Por qué es perverso? Porque el desarrollador de este sistema operativo es Google-YouTube-Facebook-WhatsApp (la misma empresa).

Cada vez que usted ve un video de su artista favorito en YouTube, por ejemplo, Los Beatles, esta información se utiliza en su contra.

Cuando “cambia” a Facebook, ve publicidad convenientemente relacionada con su navegación en Google-Chrome o YouTube; es decir, le sugieren “amigos” que también son aficionados al cuarteto de Liverpool o bien “ofertas” de productos relacionados con la banda inglesa, etc. Y eso es por cada página que usted visita. ¿Le sigue pareciendo inocente Facebook o YouTube?

Lo que sigue: Mark Zuckerberg, el “filántropo”, fue a India con la idea de “regalar” internet gratis al país asiático mediante su iniciativa Free Basics, “que ayudaría a que los menos afortunados escapen de la pobreza”, dijo.

No sé cómo alguien puede salir de la pobreza usando Facebook; lo cierto es que esta declaración es una verdadera joya.

En el primer “embate” fracasaron sus esfuerzos, pues el gobierno indio prohibió este “regalo” de Facebook. ¿Por qué es importante este mercado? Porque ahí viven mil 240 millones de almas (según datos de 2013). ¿Se imaginan cuántos clientes podrían cautivar?

Esperamos que las autoridades de la India no se rindan ante los dólares que representa esta nueva industria en aquella nación. Y si quieren perder el sueño, lean esto: Google ha dirigido sus más recientes esfuerzos al desarrollo de la llamada “inteligencia artificial”. ¿Se hará realidad la llegada de Terminator? Ojalá que no.

El costo de la codicia del neoliberalismo: un planeta y sus habitantes
El reporte de Greenpeace “De inteligente a sin sentido, el impacto global de 10 años del teléfono inteligente”, indica que el “ciclo de producción” de los celulares debe romperse. Los teléfonos inteligentes deberían ser reciclables en todos los sentidos.

Hoy no es posible reemplazar la batería o ciertos circuitos del celular, debido a la obsolescencia programada, esto hace que resulte más barato comprar un teléfono nuevo que arreglar uno descompuesto; ellos mismos han creado un loop “infinito” en el mercado.

Esta práctica debe terminar. Los ingenieros deben liberarse y diseñar teléfonos cuyo ciclo vital sea más amplio, más simple y económica su fabricación y actualización y que, además, utilicen materiales “amigables” con el ambiente.

¿Acaso los capitalistas abrirán los ojos ante esta realidad y modificarán su modelo de negocio por sí mismos o lo llevarán hasta sus últimas consecuencias? La historia nos da ejemplos.

La industria tabacalera, que por más de 50 años mintió con respecto a los efectos del tabaco en la salud llevando un litigio por varios años en las cortes estadounidenses tratando de evitar decir la verdad: que sus productos producen cáncer.

Después de los alegatos tuvieron que rendirse y admitir que sus productos no solo producen cáncer, sino agregar una leyenda con letras grandes en sus cajetillas para explicarlo. ¿Las empresas de comunicación harán lo mismo con su ciclo de producción de los Smart Phones o se repetirá la historia? La respuesta es: se repetirá la historia.

Es por ello que debemos pensar en las consecuencias y pasar de la primera fase que es hacer conciencia y divulgar esta información, a la segunda, la acción: debemos unirnos y organizarnos para cambiar estas prácticas, no solo injustas sino absurdas, derivadas de un modelo económico en decadencia cuyo objetivo es la ganancia y no la gente.

Es momento de que la gente rompa con ese ciclo, porque las empresas nunca pondrán como prioridad a la gente, pues su ambición sin control no se los permitirá.

Los ejecutivos de estas empresas de comunicación ¿estarán “realmente interesados” en detener el abuso de niños en el Congo o la generación de tanta basura electrónica y en reducir su producción de “modelos nuevos” cada año para favorecer a la gente y al ambiente? La mejor opinión es la suya, amable lector.

Si Samsung se dedicara a promover prácticas diferentes podría aspirar a convertirse en ese “líder creativo para formar nuevos mercados” que aspira en sus documentos de visión y misión; si lo logra “de verdad”, sería otra cosa.

Lástima que eso y “La tierra del nunca jamás” sean producto de la imaginación de un talentoso escritor de ciencia ficción.