La realidad norteamericana

Por Brasil Acosta Peña


La realidad norteamericana

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2017, 14:00 pm

Doctor en economía por el Colegio de México (COOLMEX) con estancia en investigación en la Universidad de Princeton, fue catedrático en el Centro de Investigación y Docencia económica y articulista en la revista económica Trimestre Económico.

Por motivos de trabajo, tuve la necesidad de visitar Estados Unidos y pude despejar personalmente una serie de inquietudes que han nacido a raíz de la toma del poder del nuevo presidente, Donald Trump.

Estuve en el estado de Texas, uno de los más conservadores de Estados Unidos. Esperaba que en el ambiente se respirara, por parte de los latinos, miedo, temor, espanto, etcétera; sin embargo, hay un ambiente de relativa calma, aunque tensa, pero calma al fin y, al mismo tiempo, se nota que los latinos han tomado una serie de precauciones que les ha hecho ser cuidadosos y solidarios ante las posibles acciones por parte del gobierno para deportarlos.

Buena parte de la economía norteamericana se paralizaría o se vería seriamente afectada si se hicieran deportaciones masivas de los mexicanos o de los latinos que trabajan sin documentos en el país del norte. Esto se nota especialmente en el comercio y en los restaurantes que, como era de esperarse, abundan por aquella región. Los trabajos de limpieza, de lavado de platos, de aseo de baños, etcétera, lo realizan los paisanos esmeradamente bajo la estricta mirada vigilante del gerente de cada local.

Es notable, en algunos casos, como incluso hasta el chef del restaurante es de origen latino o mexicano. Asimismo, se observan cuadrillas de trabajadores de la construcción cuyos rasgos evidencian su origen latino trabajando en la construcción de los grandes edificios y casas de aquella región.

También se nota, con claridad, las cuadrillas de paisanos que se dedican a la agricultura cuyas jornadas de trabajo son extenuantes, al más viejo estilo de la explotación sureña que diera origen a la guerra de secesión en Estados Unidos.

Al mismo tiempo, se puede observar que los trabajadores norteamericanos dedicados por ejemplo a la construcción, sólo trabajan desde las 10 de la mañana y concluyen a las tres de la tarde, con un intervalo de almuerzo de 11:30 a 12 del día.

Es por eso que se ven tramos de obra pública en el más claro abandono: maquinaria notablemente abandonada, tramos carreteros que señalan la realización de obras públicas sin que haya ningún tipo de avance, materiales desperdiciados por el desgaste derivado de su inacción, etcétera; en resumen, lo que se alcanza a ver es un estado de desperdicio de la mano de obra norteamericana que tiene su contraste en la gran cantidad de trabajo que realizan los paisanos nuestros en aquella nación y toda la fuerza de trabajo que actúa en nuestro propio país para enriquecer a los poderosos de Norteamérica.

Otra manera de demostrar que la sociedad norteamericana tiene tiempo de sobra y que refleja el control que se tiene sobre su mente colectiva para la realización de actividades distintas a las actividades laborales está en toda la industria destinada al entretenimiento.

Por ejemplo, los partidos de beisbol son los días lunes y marte; los de basquetbol, miércoles y jueves y así durante todo el año, los norteamericanos se la pasan frente al televisor, en los estadios, en los bares, etcétera, revelando con ello que son una sociedad que le queda mucho tiempo libre y que tiene dinero para gastar los recursos en esa gran industria que es la del entretenimiento, como queda dicho.

También noté la gran cantidad de gente que vive en la calle, de la caridad, solicitando apoyo para cubrir sus necesidades elementales.

Personas en sillas de ruedas, personas en edad de trabajar pero solicitando apoyo para paliar el hambre, personas sin empleo solicitando en los semáforos dinero para comer, personas con enfermedades de nacimiento que solicitaban apoyo en virtud de no tener la capacidad de satisfacer económicamente la atención médica que se requería para una calidad de vida adecuada en la capital de los mejores hospitales del mundo, etcétera. Éste es un reflejo de la incapacidad de la economía norteamericana para satisfacer la oferta de empleos, para absorber a toda la mano de obra disponible y en condiciones de trabajar.

Es tal el afán de lucro y el individualismo, que la situación acaba lastimando la entraña de la sociedad más rica del mundo, pero, al mismo tiempo, de las más desiguales del planeta.

Lo que antes no se veía en el supermercado, ahora personas que van a hacer algún tipo de compra y que, después de ver el precio, creyendo que era menor por haberlo visto así en una propaganda determinada, deciden mejor salir del establecimiento sin haber comprado lo que necesitaban.

Por otro lado, la gente no lleva abarrotados sus carritos del supermercado como antes, lo cual me consta debido a mi estancia en la Universidad de Princeton, en el año 2007.

La gente se siente agobiada por los préstamos que se ve obligada a pedir si quiere resolver sus principales problemas, como la adquisición de una vivienda, un auto, pagar sus vacaciones, o muchas otras cosas que sólo así puede adquirir y que la sociedad consumista norteamericana le obliga a adquirir.

Como puede verse, estamos ante una sociedad que muestra signos claros de su descomposición: falta de empleos, problemas financieros de la gente común, falta de atención y arreglo de los servicios públicos, incapacidad para adquirir los bienes de la misma forma que antes debido al incremento de precios y a la consecuente pérdida de la capacidad del salario, etcétera.

Donald Trump, en vez de ponerse a arreglar los problemas que afectan directamente a los norteamericanos que aquí fueron descritos, ahora está poniendo los ojos en la desaparición total del Estado Islámico sin intervención de nadie más que de Estados Unidos, es decir, tiene los ojos puestos en gastar los recursos financieros que han sido invertidos en armamento, para sacar sus inventarios y, al mismo tiempo, posicionarse estratégicamente en el medio oriente como hasta ahora han querido hacerlo, para muestra están las innecesarias y ridículas guerras de Irak y del Magreb.

Es por eso que la llegada de Donald Trump, lejos de poder imponer sus proposiciones de campaña, solo evidencia la división interna entre las clases poderosas de Estados Unidos; situación que debe ser aprovechada por la clase obrera para promover la formación de un movimiento social que conlleve a su liberación.

En este sentido, los trabajadores manuales de Estados Unidos, que son los que llevan sobre sus espaldas la transformación principal de los procesos de producción, pueden jugar un papel determinante en el cambio de la sociedad norteamericana para la construcción de una sociedad que distribuya la riqueza las grandes mayorías. El tiempo dirá si es posible.