La prensa furibunda y el conflicto de clase en México

Por Abel Pérez Zamorano


La prensa furibunda y el conflicto de clase en México

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2016, 14:38 pm

(El autor es un chihuahuense nacido en Témoris, Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias Económico-administrativas de la Universidad Autónoma Chapingo.)

Para nadie es un secreto que México es uno de los países más desiguales, desde hace casi 500 años, cuando arribaron los españoles y despojaron y esclavizaron a sangre y fuego a los nativos de estas tierras. A mediados del siglo XVIII vivía aquí quien fuera considerado el hombre más rico de América, quizás del mundo, Pedro Romero de Terreros, Conde de Regla. Y el problema se ahonda: según el doctor Julio Boltvinik, de El Colegio de México, los pobres suman ya más de cien millones; y dice la CEPAL: “La proporción del ingreso corriente total que concentra el 10% de las familias más ricas de México se incrementa del 35% al 62%, con lo que el coeficiente de Gini aumenta de 0.45 a 0.68. De igual forma, el 1% de las familias más ricas concentra el 22.8% del ingreso total y su ingreso promedio es de 625,000 pesos mensuales […] la proporción de ingreso del 1% de los hogares más ricos se eleva a 34.2% y sus ingresos medios a 973,000 pesos mensuales, mientras que el 0.1% de las familias (poco más de 31,000) suman el 19% del ingreso y sus percepciones medias ascienden a 5,000,000 de pesos mensuales (Cursivas APZ). De igual forma, este estudio señala que […] el 10% más rico concentra el 66%, con lo que el coeficiente de Gini se eleva a 0.73” [Recuérdese que cuando el coeficiente es 1, una sola persona tendría toda la riqueza, y si es cero, todas tendrían el mismo ingreso, APZ] (Miguel del Castillo Negrete, La magnitud de la desigualdad en el ingreso y la riqueza en México, CEPAL, 2015).

Medio milenio llevamos padeciendo esto, tiempo suficiente para descartar de una vez y para siempre que los acaudalados y su gobierno piensen renunciar algún día buenamente a sus privilegios y compartir con los pobres la riqueza que éstos crearon. La historia muestra que solo la acción organizada y consciente de los afectados puede lograr una distribución equitativa, pero en nuestros días pocos acometen en serio la tarea, por compleja y peligrosa. Algunos lo han intentado y fracasaron, a falta de un proyecto claro y viable y de la necesaria fuerza política. El esfuerzo más serio, metódico y exitoso, dentro del marco constitucional, es el que ha encabezado un egresado de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, el ingeniero Aquiles Córdova Morán, quien desde hace 42 años viene construyendo una organización que hoy cuenta con cerca de millón y medio de integrantes, y reclama cada día más fuerte por atención a las necesidades de los más desprotegidos, y no sólo de palabra.

Conozco al ingeniero Córdova Morán desde hace más de cuatro décadas, y puedo afirmar con plena seguridad que es uno de los hombres más ilustres del México actual, con una cultura universal y un profundo sentido humanista. Y como no se trata aquí de formular juicios de valor sino de sustentar tesis con hechos, cito solo cuatro ejemplos, los más conocidos, que cualquiera puede constatar, donde se palpa esa obra de justicia social: en Puebla, los municipios de Tecomatlán y Huitzilan (documenté este caso en mi anterior colaboración), e Ixtapaluca y Chimalhuacán en el Estado de México. Sobre este último me permito remitir al lector a mi obra Marginación urbana: el caso del oriente mexiquense, Editorial Miguel Ángel Porrúa, segunda edición (2014); en el Capítulo 7 ofrezco datos precisos sobre el progreso alcanzado en ese municipio otrora ejemplo de atraso y miseria, y hoy modelo nacional de desarrollo urbano. En todos ellos ha estado presente la inspiración, conducción y apoyo decidido del ingeniero Córdova Morán. Mas no solo ahí. En los 32 estados de la república pueden encontrarse miles de pueblos, colonias e instituciones educativas que han sido beneficiados material y culturalmente.

Por todo esto llama la atención, pero también se explica, la saña con que le ha tratado cierto sector de la prensa (en honor a la verdad no toda; casos hay dignos y respetables), que no le perdonan su labor social. Una auténtica perla de esto se vio en Puebla los días 7 y 26 de abril, en un programa radiofónico llamado “Juego de Troles”, donde un par de periodistas de cuyo nombre no quiero acordarme, encabezaron un concurso para mentarle la madre al ingeniero Córdova Morán y sus compañeros, a cambio de un premio a quien con más vulgaridad lo hiciera. Lo anterior puede ser corroborado con solo escuchar las grabaciones de los programas. Esto de ninguna forma es un hecho menor; tiene gravísimas implicaciones, sobre todo por el peligro que entraña para la seguridad personal y la vida de las personas ofendidas y por el odio incitado, pues al linchamiento verbal sucede casi siempre el físico. Y muy revelador es que los dueños de la empresa no hayan procedido a la obligada disculpa y a poner freno a esta envilecida “libertad de prensa” ejercida por sus soeces empleados.

Ante el conflicto social expuesto líneas arriba, el lacerante empobrecimiento de la mayoría de los mexicanos y su lucha por mejorar un poco su vida, no es difícil inferir que los ataques de prensa y las injurias de corte fascista son, objetivamente, admítanlo o no quienes los profieren, una defensa de las grandes fortunas, pues buscan estigmatizar, maniatar y paralizar a quienes las afectan, encarcelarlos o lincharlos si posible fuera. Es, insisto, una abierta toma de partido, ridículamente mimetizada con la burda apariencia de la indignación de dos “adalides del profesionalismo periodístico” por motivos puramente personales. No. Lo ocurrido es un episodio, vulgar sí, pero expresión de un conflicto social de mucho mayor hondura y trascendencia que tiene que ver con la distribución del ingreso, con la lucha social en México. Y al respecto ilustra el preguntarnos, ¿por qué los periodistas no condenan a los funcionarios déspotas o insensibles que burlan a la gente y la empujan a reclamar? No parece importar. Simplemente es la repulsa a secas, tajante, implacable, a quienes se atreven a cuestionar el modelo económico vigente y la inequitativa distribución del ingreso social; pero muchas veces ni siquiera son los periodistas como personas los que espontáneamente salen a atacar, sino algunos dueños de periódicos, radiodifusoras o televisoras, empresarios importantes, que les ordenan hacerlo.

En fin, si como principio general es reprobable la difamación y el insulto de algún medio contra cualquier ser humano, en este caso la ofensa se agrava tratándose de un mexicano ilustre que ha hecho más bien por los humildes que cualquiera de los señores de los medios que le ofenden. Y para éstos que se sienten encumbrados en el areópago, con ínfulas para juzgar a otros y convencidos de la eternidad del orden social que les prohíja, bien vale recordar las palabras de don Quijote: “Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca”. Y sí, quinientos años les ha durado el mal a los mexicanos.