La pequeña y mediana empresa y su verdadero enemigo, el monopolio

Por Abel Pérez Zamorano


La pequeña y mediana empresa y su verdadero enemigo, el monopolio

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2016, 09:30 am

(El autor es un chihuahuense nacido en Témoris, Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias Económico-administrativas de la Universidad Autónoma Chapingo.)

Según la teoría económica en boga, vivimos en una sociedad de libertad de inversión, donde pueden realizarse la imaginación y el empeño de los individuos en la fundación de empresas; aquí, se dice, no se coarta la iniciativa personal, como sí ocurre en economías centralmente planificadas, en que el Estado controla y pone coto al capital. Así, los estrategas del modelo actual, basados en la doctrina neoliberal, asumen que los hombres comunes toman la economía en sus manos, libremente, según sus capacidades e inventiva. Adam Smith en su Riqueza de las naciones propugna la inversión individual contra monopolios como la Compañía de las Indias orientales, que controlaba el comercio de Inglaterra con sus colonias de Asia. En la Francia revolucionaria, la burguesía ascendente que se liberaba de la opresión feudal, consagró en la célebre ley Le Chapelier, 1791, como derecho ciudadano inalienable la libre concurrencia. Con el tiempo, este principio encarnó en muchos casos en la etapa juvenil del capitalismo; en ella era posible. Por ejemplo, en los Estados Unidos con los pequeños empresarios que arribaron a las trece colonias, o emprendedores que prosperaban como rancheros en las tierras que obtenían casi regaladas en el centro y el oeste, o explotando vetas de oro en California. Pero como dice la conocida canción, ¡ese tiempo ya se acabó! Ese mundo idílico de oportunidades para todos, ilusión de muchos, democrático e incluyente y que atrae la imaginación, es cada vez más quimérico.

Pero su enemigo no es externo, el socialismo, por ejemplo: su principal amenaza es su propio desarrollo, obra de la ley general de la acumulación del capital, por la cual progresivamente la estructura original de empresas pequeñas es arrasada por grandes corporativos o holdings que controlan giros empresariales diversos, tipo FEMSA o CARSO. La mencionada ley expresa una tendencia irreversible hacia estructuras de mercado oligopólicas, predominantes en sectores como los grandes hoteles, industria automotriz, cementeras o maquinaria agrícola; los duopolios, donde dominan solo dos participantes: industria cervecera y refresquera, y a nivel mundial Airbus y Boeing en construcción de aviones; o, finalmente, francos monopolios como Telmex, o Monsanto en varios sectores de la agricultura. He ahí los verdaderos destructores de la “libre empresa”, a la que reducen a una presencia cada vez más marginal.

Y eso lo consiguen mediante mil y una barreras a la entrada con que mantienen a raya a los potenciales competidores, sobre todo pequeños; son mecanismos tales como el monto del capital necesario para entrar: en industrias como las mencionadas, miles de millones de dólares, que no cualquiera tiene; el acceso privilegiado al financiamiento, a patentes y tecnologías avanzadas. Ciertas licencias gubernamentales restringen la entrada y otorgan exclusividad para operar en determinado territorio o controlar cierto mercado; las asimetrías en la información: privilegiada para unos cuantos y desconocimiento para la mayoría; también las economías de escala, que reducen los costos promedio al aumentar la producción, y donde los costos fijos se distribuyen entre grandes cantidades de producto, abaratando en medida creciente cada unidad producida. En agricultura, el minifundio está asociado inevitablemente a tecnologías tradicionales, salvo excepciones en sectores especializados.

Algunos ejemplos de esta evolución en la economía mexicana. El número de tiendas OXXO se triplicó en los últimos tres años (se abrieron mil tiendas anuales), y se estima que entre cuatro y seis abarrotes tradicionales cierran por cada OXXO que abre. En una década sus ventas se cuadruplicaron. En el mercado de agua embotellada, Danone, Coca-Cola y Pepsico controlan el 84.4 por ciento de las ventas. En televisión abierta (incluye servicios y producción vendida a otras televisoras), Televisa controla el 68 por ciento y TV Azteca el 31. Farmacias del Ahorro tiene 1,300 establecimientos y planea abrir otros tantos para el año 2020 (en un semestre ha abierto 180 farmacias, o sea, 30 por mes, una diaria); el aumento será de 300 nuevas al año, para competir con otros gigantes como Femsa y la chilena Socofar o la norteamericana Walgreens (Economiahoy.mx). No es difícil imaginar qué suerte correrán las farmacias o boticas tradicionales. En 2013, en producción de pollo, Bachoco controlaba 35 por ciento y la brasileña JBS, el 24; nueve grandes empresas producen el 44 por ciento del huevo, y otras 180 el resto. JBS, el mayor procesador de carne del mundo, controla a Pilgrim´s Pride y Tyson Foods. En tiendas de autoservicio, Walmart estableció en México su primera tienda en 1991; para 2005 tenía 432, y en 2014 pasó a 2,163: aumento de 16 por ciento anual, y en sus ventas, en 8.2. Con una inversión de 183 millones de pesos, en agosto de 2015 abrió la tienda número tres mil (un Superama) en México y los seis países de Centroamérica donde opera. En julio del año pasado, en México tenía 2,302 tiendas y en Centroamérica, 692. Controla también Aurrerá, Bodega Aurrerá, Superama y Sam´s Club. En 2014, los cuatro grandes: Walmart, Soriana, Chedraui y Comercial Mexicana, generaron 80.6 por ciento de las ventas en tiendas de autoservicio.

Pero el avance de los gigantes tiene su necesario correlato en la quiebra o absorción de las pequeñas empresas. El estudio Esperanza de vida de los negocios en México, INEGI, indica: “… de cada 100 negocios del sector Comercio que iniciaron operaciones, después de un año transcurrido sobreviven 34, a los 5 años sobreviven 25 y a los 25 años sólo sobreviven 9”. La investigación partió del número de empresas nacidas desde 1983 y empleó encuestas y censos económicos de 1989, 1994, 2009 y 2012. Por su parte, según Forbes (20 de marzo de 2013), 82.5 por ciento de las Pymes desaparecen antes de cumplir dos años de fundadas.

En resumen, la concentración del capital como obra de la ley general de la acumulación elimina a la “libre empresa”, pequeña y mediana, como posibilidad real y sustentable en el largo plazo, pero a la par se la sigue usando para atraer a los marginados y potenciales inconformes con el orden de cosas actual, ofreciéndoles “alternativas” para el desempleo con la creación de “empresa propia”. A los jóvenes se les vende la ilusión de ser “empresarios prósperos”, que “serán sus propios jefes” y a quienes nadie dará órdenes ni podrá despedir; que no buscarán, sino crearán empleos. Y para hacer esto creíble se arguye que varios negocios grandes y exitosos tuvieron origen humilde, pero se omite mencionar la estadística sobre cuántos de los pequeños podrán, si no crecer, al menos sobrevivir. Es la venta de ilusiones de un modelo económico decadente incapaz de ofrecer empleo bien remunerado a la gente y que apela al recurso del “autoempleo”, reconociendo así de facto su propia inoperancia. Levantarse de la pobreza y volverse empresario exitoso es algo así como quien, en un espejismo, cree ver agua en el desierto y corre a buscarla, sin hallar más que secos arenales.