La nueva Rusia de Vladímir Putin

REPORTAJE INTERNACIONAL/ La Crónica de Chihuahua


La nueva Rusia de Vladímir Putin

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2015, 22:27 pm

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Nydia Egremy

Durante el último año del siglo XX, Rusia rondaba la categoría de Estado fallido. Ya no era una de las grandes referencias ideológicas mundiales y había perdido su hegemonía en el llamado bloque socialista. Quince años después y liderado por Vladímir Vladimírovich Putin el país eslavo es un actor global moderno con estabilidad interior.

En sus tres mandatos, el abogado y académico ha mantenido el principio de las llamadas “cuatro íes”: instituciones, infraestructura, innovación e inversiones para defender los derechos e intereses de Rusia, objetivo que Boris Yeltsin no quiso ni pudo materializar.

Acorde con estos principios Putin, logró la estabilidad. Pagó casi en su totalidad la deuda externa que heredó de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y con los ingresos por la exportación de hidrocarburos creó un Fondo de Estabilización para enfrentar la crisis capitalista global, la caída de los precios del crudo y las sanciones impuestas por Occidente.

Si en 2005 declaró ante el Parlamento que la desaparición de la URSS fue la peor catástrofe geopolítica del siglo XX, hoy gracias al Gobierno de Putin en el mundo existe una nueva estructura de poder global liderada por Moscú, admiten analistas. En noviembre de 2014, Putin sintetizó su visión global a la agencia Tass: Rusia no debe rivalizar con Occidente ni nadie más, sino desarrollar su propia agenda, reclamando su derecho a fortalecer al país y proteger sus intereses en el exterior en beneficio del pueblo ruso; por ello, el país no se alejará del resto del mundo ni construye nuevos muros.

Es claro que la Rusia de Putin aspira a seguir siendo una gran potencia global y tiene todo para serlo, señala Manuel de la Cámara, del Instituto Elcano. Es el país más grande del planeta, con más de 17 millones de kilómetros cuadrados; es el segundo exportador mundial de petróleo y el primer productor y exportador de gas natural en el mundo; posee el 20 por ciento de las reservas mundiales de carbón; el 14 por ciento de uranio; dispone de las mayores reservas de agua dulce en la Tierra y la mayor extensión de bosques, entre otras riquezas.

Ascenso y fortaleza

Para descalificar los logros del presidente ruso en sus sucesivos mandatos, Occidente lo presenta como oscuro exespía soviético en Alemania, de donde retornó a Rusia para integrarse al Gobierno de Boris Yeltsin. Sin embargo, la vida de Vladímir Putin retrata a una generación que nutrió su nacionalismo tras vivir la agresión fascista y la caída del socialismo real.

Hijo único y sobreviviente de una familia que padeció el asedio nazi en Leningrado –San Petersburgo– se graduó con honores como abogado al defender la tesis: Estados Unidos en África. Su primer trabajo fue en 1975 para el servicio en el exterior de la KGB y en 1985 fue destacado a Dresden, Alemania. A la caída del Muro de Berlín, Putin retornó a su universidad como vicerrector y luego fue vicealcalde de San Petersburgo, invitado por su exprofesor Anatoly Sobchak.

En tanto, Boris Yeltsin adoptaba sin reservas las políticas neoliberales y sus férreas reformas estructurales; privatizaba las principales empresas –muchas quedaron en manos de exfuncionarios– y dependía del crédito extranjero; el separatismo se fortalecía y Rusia se declaró en suspensión de pagos.

El economista Alexei Kudrin introdujo al Gobierno de Yeltsin a Putin, quien en 1996 dirigía el Servicio Federal de inteligencia (FSB). En junio de 1999, Putin lideraba el Consejo Nacional de Seguridad y dos meses después era designado primer ministro, el sexto en el Gobierno de Yeltsin.

Balance de 15 años

Al asumir como presidente interino, el 31 de diciembre, Putin declaró: “Hoy se me han asignado las funciones de jefe de Estado. Quiero subrayar que ni por un minuto en el país ha habido ni habrá un vacío de poder y las autoridades cortarán todo intento de quebrantar la ley y la Constitución de Rusia”.

Yeltsin gobernó con base en un sistema clientelar que cultivó vínculos y lealtades personales en perjuicio de las instituciones y su mala administración dejó deficiente recaudación en las regiones autónomas. En contraste, Putin privilegió la eficiencia y las propuestas novedosas para impulsar la reforma territorial; logró la adhesión de 49 gobernadores de las regiones autónomas rusas para cohesionarlas y evitar el separatismo y firmó 42 acuerdos bilaterales entre las regiones autónomas y Moscú, hecho inédito en la historia política del país.

La confrontación de Yeltsin en Chechenia (1995) provocó atentados terroristas en todo el país y Moscú. Tras el secuestro de rehenes rusos por chechenos en Beslán, en septiembre de 2004, Putin enfatizó la seguridad y estableció el control civil de las fuerzas de seguridad sobre las agencias que combaten el terrorismo.

Por sus vínculos con San Petersburgo, Putin tuvo el apoyo de la élite política y los grupos de presión influyentes; a ello sumó el diálogo entre políticos de partidos y legisladores y otros “no sistémicos” que fortaleció a las instituciones y sus iniciativas. Con ese sustento, en 2000 se propuso duplicar el producto interno bruto (PIB) en una década y aunque se retrasó un lustro, cumplió esa ambiciosa meta.

Además, Rusia alcanzó la proeza de crecer al 7.2 por ciento entre 2000 y 2007. La clave del éxito en la era Putin fue reducir gradualmente el énfasis en la producción del sector primario (materias primas) para ponderar el de los bienes de alta tecnología con valor agregado. Tras promover las compras estatales, iniciativas empresariales y abrir mercados, aumentó la clase media: un sector urbano y joven de trabajadores estatales calificados y ejecutivos medios de empresas estatales y privadas, también llamado Generación Putin, apunta el Centro de Comunicaciones Estratégicas.

Y aunque las sanciones occidentales y la caída en los precios del crudo obligaron a reducir las expectativas de crecimiento económico entre 1.5 y 2 por ciento, sus logros políticos, sociales y hasta deportivos (la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno y la reunificación de Crimea y Sebastopol) no han ido a la baja. El apoyo de los ciudadanos a Putin llega al 73 por ciento, el registro más alto para un país fuera de la Unión Europea, consigna la consultora internacional Gallup.

Política exterior

A pesar de que Moscú acogió al excontratista de la Agencia Central de Inteligencia, Edward Snowden, la dialéctica de la diplomacia de Putin, que defiende los intereses rusos, ha evitado la confrontación con Estados Unidos (EE. UU.), señala el investigador del Departamento de Estudios Globales del Tecnológico de Monterrey, Pablo Telman Sánchez Ramírez.

Putin siempre ha visto hacia Europa. Tras la ampliación de la Unión Europea (UE), donde cinco estados miembros lindan con Rusia, se transformó en el mayor vecino de ese bloque, con dos mil 200 kilómetros de límites comunes y es el primer suministrador energético de la UE. Se le atribuye como mayor logro haber evitado una tercera guerra mundial con Occidente por la crisis en Ucrania que, al escalar, favoreció el retorno a Rusia de la península de Crimea y el estratégico puerto de Sebastopol. Hoy mantiene buenas relaciones con Alemania, el motor de Europa, su mayor inversionista.

En 2013 Putin logró evitar la agresión de Occidente contra Siria en un gesto que reveló la creciente fortaleza global de Rusia. Su participación en el grupo P5+1, que pactó el acuerdo nuclear con Irán, expresa el auge del Kremlin en Medio Oriente. También contribuyó a estabilizar a Afganistán y a contener los violentos grupos yihadistas, considera Robert Bosh del Programa de Rusia y Eurasia, de Chatham House.

En los últimos años, el Kremlin signó con Pekín una alianza energética, comercial y financiera que impulsó el llamado Siglo Euroasiático. Desde 2005, el analista Jim O’Neill, de la calificadora Goldman Sachs, observó el resurgimiento de Rusia y la integró al grupo de economías emergentes que bautizó con las siglas BRICS (por las iniciales de sus integrates: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en el que el país eslavo es el motor industrial del bloque, cuyo banco propio impulsó Putin.

La Rusia de Putin invierte en Brasil, Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, además de reforzar sus vínculos con Cuba. Y en el espacio postsoviético, el mandatario ha promovido instancias de integración regional como la Comunidad de Estados Independientes, la Comunidad Económica Euroasiática, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva y la Organización de Cooperación de Shanghai. Con esa activa diplomacia, Putin ha evitado el aislamiento al que Occidente busca condenarlo.

Logros vs Críticas

Pese a la tenaz crítica occidental al régimen presidencialista ruso –con alto componente personalista y refractario a toda influencia externa– el tándem Putin-Medvedev en el Kremlin ha combinado exitosamente la tradición política rusa con la modernización. Si bien persiste un debilitado sistema partidista, en el Parlamento hay gran número de opositores, lo que confirma que Putin no auspicia un presidencialismo sin control y hegemónico.

El de Putin es un régimen híbrido entre autoritarismo y democracia liberal que desde el año 2008 el Kremlin autodefine como “democracia soberana”, afirman los autores del estudio Y Putin encontró el camino, dice Rubén Ruiz, profesor de Ciencia política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia Jesús de Andrés y becario de la misma institución.

Para fortalecer al Estado frente a intereses particulares, el Presidente incorporó a las mejores mentes de la élite civil petroburguesa a la administración macroeconómica. A la vez, se allegó a los llamados siloviki: la oficialidad del Ejército y altos miembros de la Seguridad e Inteligencia, que se denunció como la FSBitización del poder. Sin embargo, el éxito en Chechenia le dio la razón al mandatario.

“El caso más claro de la subordinación del Poder Judicial al Ejecutivo es la designación del Fiscal General del Estado por el Presidente y su aprobación depende del Consejo de la Federación”, criticó la revista Times a Putin en marzo de 2005. El medio omitió, sin embargo, que los ejecutivos de EE. UU., México, Francia, Reino Unido y decenas de otros países hacen exactamente lo mismo.

También se le criticó la persecución de los oligarcas desde la Fiscalía General del Estado entre 1994 y 1998, cuando unos 15 individuos controlaban los flujos financieros del país y decidían el destino de las instituciones a cambio de prebendas, favores políticos y económicos. Eran los oligarcas que contribuyeron a la elección de Yeltsin y cuyo auge declinó a la caída del Gobierno de Kiriyenko en 1998.

Al asumir la presidencia, Putin advirtió: “la oligarquía dejará de existir como clase” y desmanteló la estructura que los empoderó al ordenar el enjuiciamiento de Boris Berezovsky, Boris Gusinski y el magnate petrolero Mijaíl Jodorkosvsky. Para evitar la influencia de los cabilderos (lobbistas) en la Duma, Putin lideró esfuerzos para fortalecer la capacidad del Estado, señala el analista de la Universidad de Kent, Richard Satwa.

Entre 2001 y 2002, reformó el sistema de partidos para alcanzar tres metas: establecer un sistema más estable y coherente que permitiera una relación funcional con la Duma; impedir el nacionalismo autoritario y el separatismo y fortalecer a los partidos. En su segundo mandato (2004-2008) y ante acusaciones de corrupción, Putin realizó cambios enérgicos en su gabinete y redujo de ocho a dos vicepresidentes, entre otros.

Putin enfrentó la vertiente injerencista de las organizaciones no gubernamentales (ONG) que subvierten el orden y actúan como opositoras con financiamiento externo. Para acallar la versión de que el Gobierno violaba los derechos humanos y censuraba a las ONG, el canciller Serguei Lavrov propuso en 2004 crear un órgano con representantes de la ONU, del Consejo de Europa y 48 ONG rusas y extranjeras. Aunque ese Comité emitió leyes contra la violencia xenófoba y actos extremistas, Occidente lo descalifica.

A las críticas de que el Kremlin controla los medios de comunicación, hay que oponer que Putin reestatizó canales y medios en manos de oligarcas como Jodorkosvsky. En un inédito ejercicio, el pasado 16 de abril, respondió en vivo por cuatro horas preguntas de sus compatriotas en tres canales de televisión y tres radioemisoras que recibieron más de tres millones de llamadas telefónicas, recuerda el director de Red Voltaire, Thierry Meyssan.

Vladímir Putin es el primer presidente ruso que visitó México en junio de 2004. Los vínculos bilaterales entre las dos naciones comenzaron de forma informal en 1806, cuando el capitán Nikoláy Rezánov arribó con su barco Yunona a Baja California. En diciembre de 2014, al replicar la declaración de Occidente de que era “injusto” que las riquezas de Siberia quedaran bajo control ruso, Putin respondió: “Para EE. UU. quitarle Texas a México es justo, pero lo que nosotros hacemos en nuestro propio territorio es injusto para ellos”.

Pese a su gran popularidad, Putin asegura que no aspira a la presidencia vitalicia, que califica de dañina para el país; también considera erróneo pensar que en Rusia todo depende de él. Su objetivo es consolidar la economía y la estabilidad para que Rusia recupere su sitio en el grupo de las superpotencias.