La “guerra interna” de la partidocracia

EDITORIAL


La “guerra interna” de la partidocracia

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2017, 11:33 am

En estos días se ha agudizado entre los partidos políticos una sui generis estrategia electoral de “todos contra todos”; una guerra cruzada en que cada uno denuncia públicamente las corruptelas cometidas por los otros, llegando a veces a demandar la acción penal contra ellos o por lo menos contra sus más conspicuos dirigentes; pero el resultado es la decepción y alejamiento de las masas del proceso electoral, que así quedan al margen de la participación política.

La presente campaña, tan intensa o más que las anteriores, recoge todas las experiencias y perversas artimañas puestas en práctica en el pasado. La corrupción general, la más increíble deshonestidad y la falta de principios en importantes actores de la política nacional van quedando al descubierto en medio de esta sucia cruzada.

Son tiempos electorales, turbulentos; otra vez se fabrican villanos, convirtiendo en circo la detención de funcionarios cuya evidente culpabilidad se convierte en una estéril válvula de escape de la inconformidad social.

El fenómeno parece no ser espontáneo ni casual; más bien da la impresión de obedecer a un acuerdo general para desalentar el voto, inhibiendo la participación de las mayorías para que la apatía decida los resultados en los comicios de 2017 y 2018. Hace tiempo que el pueblo llano dejó de participar activamente en los procesos electorales, dejando el camino libre a las instituciones creadas por el Estado para garantizar su control.

Semejante absurdo tal vez no sea maquinado por la partidocracia o por alguno de sus miembros en particular; el culpable tendría que ser, en todo caso, el beneficiario del fenómeno y ése no puede ser otro que el poder imperial, agazapado tras el juego electoral; solo a él le convendría que las cosas permanecieran igual o que empeoraran en México, que la derecha se fortaleciera, que el modelo “democrático” de alternancia bipartidista se impusiera en nuestro país para facilitar su dominio, su control de la vida política y lograr la sumisión total de las fuerzas internas al capital trasnacional.

Por eso no dudan en aplicar la teoría y la práctica del caos, que tan buenos resultados les han dado; y no hay que descartar que en el futuro inmediato intenten asestar “golpes suaves” como los que hoy ensayan en Sudamérica.

Pero ni el imperio de dos partidos al servicio del capital, como en Estados Unidos ni la grotesca partidocracia mexicana son el camino para que nuestro pueblo acceda al gobierno e imponga su voluntad.

Para que desaparezcan la pobreza y la injusticia en que se halla sumida nuestra patria es indispensable que los trabajadores se organicen, se eduquen políticamente y luchen por sus propios intereses, sacudiéndose la manipulación de la clase empresarial y sus partidos, que en el fondo constituyen una estudiada forma de controlar a la sociedad.