La guerra estadounidense de 1812

**Fue otra guerra que ocurrió en 1812 y es mucho más desconocida que la que protagonizó Napoleón. Se trata de la guerra que libraron estadounidenses, británicos, indígenas y canadienses entre 1812 y 1814.


La guerra estadounidense de 1812

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2016, 13:00 pm

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Carlos Ehécatl

Todo el mundo sabe (gracias a Tchaikovski, a Tolstoi, o simplemente porque es uno de los episodios más rescatados de la historia mundial) que en 1812 el ejército de Napoleón marchó hacia Rusia para conquistar el país.

Las batallas que libraron rusos y franceses han pasado a la historia como uno de los momentos culminantes de las guerras napoleónicas, y son motivo de orgullo para el pueblo ruso, ya que ni Napoleón ni Hitler (dos colosos de la historia militar) pudieron tomar Rusia.

Pero hubo también otra guerra que ocurrió en 1812 y es mucho más desconocida que la que protagonizó Napoleón. Se trata de la guerra que libraron estadounidenses, británicos, indígenas y canadienses entre 1812 y 1814. Si bien esta guerra está estrechamente relacionada con el conflicto que se vivía en Europa en esos años, los protagonistas de este escenario no fueron los franceses, sino los estadounidenses.

Tras conquistar los territorios de Europa central, Napoleón se dispuso a tomar Inglaterra, pero la derrota de sus naves en la Batalla de Trafalgar dejó clara la supremacía marítima de Gran Bretaña. Ante esta situación, Napoleón cambió la táctica para someter a Gran Bretaña e impuso un cerco marítimo que impedía a los barcos de Europa continental zarpar rumbo a las islas septentrionales. El imperio británico respondió a la agresión y declaró que ninguna nave podía dirigirse a Europa continental a menos que contara con su autorización.

Esta tensión entre británicos y franceses afectó colateralmente a Estados Unidos, que tenía importantes redes comerciales en la Europa continental. Además, basándose en su supremacía naval, los británicos revisaban todos los barcos en busca de artículos de contrabando (según las normas británicas), los cuales eran decomisados en caso de ser hallados.

Pero la gota que derramó el vaso fue la caza de desertores de la marina británica: muchos de los desertores migraban a Estados Unidos y se empleaban en los barcos mercantes, pero cuando los británicos abordaban un navío estadounidense y encontraban desertores estos eran inmediatamente reincorporados a la Royal Navy. Los estadounidenses decidieron que la interferencia de los británicos en sus negocios había llegado al límite y meditaron un golpe.

James Madison, presidente de Estados Unidos, veía con tentación el vasto territorio de Canadá, que era colonia de Gran Bretaña. Cediendo a las ínfulas imperialistas que ya se encuentran en la Constitución estadounidense (1787), Madison mandó una propuesta al Congreso para que se declarara la guerra a Canadá; en el Congreso un grupo mayoritario argumentó que, además de los problemas comerciales, los británicos apoyaban a los indios del oeste para resistir la expansión de Estados Unidos, por lo que en 1812 se declaró la guerra.

Confiados en que “la conquista de Canadá será una mera cuestión de marchar”, como dijo Thomas Jefferson, los estadounidenses esperaron una victoria fácil. Con rápidos movimientos invadieron el territorio canadiense.

En Canadá encontraron resistencia de un grupo militar conformado por tres fuerzas: la reducida pero experimentada guarnición británica; los colonos canadienses que buscaban mantener su independencia de Estados Unidos y los pueblos indios, quienes sufrían las avanzadas estadounidenses en el oeste y habían negociado con los británicos para luchar juntos contra el mismo enemigo.

A pesar de la defensa, las principales ciudades de Canadá fueron tomadas: York (actualmente Toronto) fue saqueada y quemada.

La guarnición británica, los colonos canadienses y los pueblos indios se reorganizaron y lograron hacer retroceder a los estadounidenses. Mientras tanto Napoleón había sido derrotado en Rusia y los británicos consideraron que en esas condiciones ya podían enviar tropas a Norteamérica para apaciguar la situación.

La llegada del ejército británico fue un punto de inflexión. Las tropas británicas y los combatientes por Canadá lucharon coordinadamente hasta expulsar al ejército estadounidense del territorio británico, invadieron Estados Unidos y ocuparon las principales ciudades del norte, entre ellas Washington, D.C., donde la Casa Blanca fue quemada hasta sus cimientos.

A partir de ese momento, la balanza se equilibró. Los estadounidenses se movieron al sur para reclutar fuerzas y reorganizarse, los británicos atacaron los puertos estadounidenses sin poder tomarlos y se estableció una línea de combate que ni británicos ni estadounidenses podían romper.

Finalmente, los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos firmaron la paz en diciembre de 1814 (Tratado de Gante) y pusieron fin a las hostilidades.

Se acordó que el paralelo 49° sería la frontera entre Canadá y Estados Unidos, la cual debía ser respetada por los dos bandos. Gran Bretaña estaba poco interesada en reconquistar su antigua colonia y atendía amenazas más importantes en Europa. En marzo de 1815, Napoleón (fugado de la isla Elba) recomenzaba la guerra.

Este episodio de la historia, en general poco conocido, es contado por Estados Unidos con una interpretación singular:

La guerra de 1812 no fue un intento frustrado del temprano expansionismo imperialista estadounidense, sino una guerra librada por el pueblo estadounidense para consolidar su independencia como nación.