La geopolítica del Papa Francisco

REPORTAJE ESPECIAL


La geopolítica del Papa Francisco

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2015, 18:30 pm

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Nydia Egremy

Jorge Bergoglio, el jesuita argentino más poderoso del mundo, con el uso eficaz de su figura mediática, en sólo 26 meses después de su ascenso al trono papal, ha logrado convertirse en la figura capital de las relaciones internacionales en su papel de jefe de la Iglesia Católica. Elogiado por el presidente de Estados Unidos, respetado por el mandatario de Rusia, referente para América Latina y el catolicismo mundial, el activismo político-pastoral del Papa Francisco ha logrado trascender con su mediación entre La Habana y Washington, con su análisis científico-ético sobre el medio ambiente en su encíclica Laudato sí y con su posición en temas tabú como el aborto y la unión entre homosexuales, por citar tres ejemplos.

La Iglesia Católica, a lo largo de su milenaria historia, ha jugado un rol político internacional para sobrevivir; con ese pragmatismo eligió a un pontífice ad hoc para enfrentar los desafíos contemporáneos. Ante la pérdida de adeptos y el auge de otros credos, esa institución ha tejido un exitoso entramado global de relaciones para catapultarse en el gran juego internacional. Con su softpower (poder suave) Jorge Bergoglio abandonó los confinados pasillos de El Vaticano y decidió proyectar la visión geopolítica de una iglesia que aspira a ser protagonista en el siglo XXI.

Para alcanzar su influencia global, para los especialistas la diplomacia de El Vaticano es la mejor preparada e informada del planeta. La Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con 179 de los 193 Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y desde hace unos días su bandera ya ondea en la sede neoyorquina de esta organización. Además, eligió a su pontífice número 266 de las entrañas del clero latinoamericano, región del mundo donde el catolicismo va a la alza.

Su activismo se traduce en recorridos por sitios estratégicos. Realizó su primer viaje en julio de 2013 a Brasil, el país con más católicos. El año pasado fue muy activo para el Papa: en mayo visitó Jordania, Palestina e Israel; tres meses después llegó a Sur Corea; en septiembre estuvo en Albania y en noviembre en Estrasburgo (Francia), así como en Turquía. Al iniciar 2015 visitó a los feligreses asiáticos de Filipinas y Sri Lanka; en julio regresó a América Latina para reunirse con católicos de Ecuador, Bolivia y Paraguay.

El poder suave del Papa

Fiel a su vocación geopolítica, el Papa declaró en Washington a la agencia rusa TASS que “sin Rusia, ninguno de los más urgentes problemas globales podrá resolverse”. En el mismo sentido, Bergoglio ha cruzado misivas confidenciales con China, país con el que el Vaticano no mantiene relaciones desde 1957, y en su pasado viaje a Sur Corea logró que Beijing permitiera a su avión sobrevolar su espacio aéreo. Interesado en influir en el azotado Irak, Francisco envió ahí como su representante al obispo argentino Leonardo Sandri, prefecto para la Congregación de las Iglesias Orientales.

Su viaje a Cuba y Estados Unidos está enmarcado en esa búsqueda por afianzar el protagonismo político del Vaticano en los asuntos estratégicos del planeta. Bergoglio llegó a ambos países con el capital político de su mediación para que La Habana y Washington normalizaran relaciones tras un conflicto de medio siglo, último bastión de la guerra fría.

Por décadas, la propaganda imperial presentó al gobierno cubano como represor religioso y adversario de la Iglesia Católica. No obstante, la relación bilateral entre ambos Estados muestra lo contrario: el decreto de ley No. 208 de 1935 del presidente provisional Carlos Mendieta creó una legación cubana en Ciudad del Vaticano. En respuesta al gesto, en 1953 el Papa Pío XI estableció una Nunciatura Apostólica en La Habana; de modo que este 2015 se conmemoraron 80 años de nexos diplomáticos.

Según el especialista de Prensa Latina, Enrique González, la historia de ese vínculo data de hace 117 años, pues en 1898 el Papa León XIII nombró como primer Delegado Apostólico en Cuba a Placide-Louis Chapelle. Pese a las diferencias entre la Iglesia y el gobierno de la Revolución Cubana, esa relación se caracteriza por una diplomacia sustentada en la confianza mutua. Así lo confirma la amistad personal con Fidel Castro de monseñor Cesare Zacchi y los buenos nexos del periodista y embajador ante el Vaticano, Luis Amado Blanco.

El prelado encontró en Cuba una sociedad civil saludable; entre el 30 y el 35 por ciento de los cubanos profesa el catolicismo; y al tiempo que rechazó reunirse con miembros de la artificiosa oposición financiada desde agencias foráneas, estimuló al clero local a fortalecerse. Desde la emblemática Plaza de la Revolución, flanqueado por imágenes de Camilo Cienfuegos y El Che, Bergoglio sostuvo que la política debe estar al servicio del pueblo y a favor de soluciones negociadas para conjurar la violencia en la región. Ese mensaje coincide con las posiciones progresistas que impulsa la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) para que la región sea una zona de paz.

En el corazón de la superpotencia mundial, en el Capitolio, donde se han promulgado leyes que sostienen el genocida bloqueo contra Cuba y sanciones contra países cuya política rivaliza con Washington, el Papa evocó los sueños de Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Gay y Thomas Merton que en su tiempo clamaron por la no exclusión y la pluralidad, la justicia social, los derechos de las personas y la capacidad de diálogo. Paradójicamente, la ovación más fuerte que recibió fue cuando pidió la abolición mundial de la pena de muerte, vigente en 32 de los 50 Estados de la Unión.

Ante los poderosos congresistas estadounidenses, Francisco describió la desesperación de los migrantes y pidió que “no den nunca la espalda a los vecinos” cuyos derechos no siempre han sido respetados. Ante senadores y representantes, manifestó que un buen político es el que opta siempre “por generar procesos más que por ocupar espacios”. Y tras rechazar la invitación a almorzar de los legisladores, Bergoglio se reunió con 200 homeless (sin hogar) en el centro de atención de la parroquia de San Francisco antes quienes manifestó que no hay justificación social o moral para que ellos acepten su situación.

No se cumplieron las expectativas de su mensaje ante la apertura de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas. Se limitó a destacar que los gobernantes deben garantizar a las familias el derecho al techo, el trabajo y la tierra y, como era previsto, regresó a la tesis de su encíclica Laudato sí que critica la cultura del descarte y la desigualdad. Las novedades fueron: su reconocimiento al reciente acuerdo nuclear pacífico entre Estados Unidos e Irán y la crítica al sistema financiero que abusa de los Estados deudores, si bien fue el gobierno argentino quien lanzó esa iniciativa para evitar la maniobra libre de los llamados fondos buitre.

Lejos de los reflectores, Jorge Bergoglio maniobra más a fondo por la reforma de la ONU. En marzo pasado, el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, abogó en la Universidad Gregoriana de Roma porque el organismo amplíe sus responsabilidades y modifique sus estructuras actuales. Parolin advirtió que de no cambiar la ONU nunca se alcanzaría una mayor democratización y no tendría razón de existir, “porque su rol internacional causaría más daño que beneficios”, según Radio Vaticano.

Parolin sostuvo que esa falta de reformas ha ocasionado la indiferencia de la comunidad internacional por ciertos conflictos y recomendó que cuando el organismo tome determinadas medidas, se estudien profundamente el contexto y los factores implicados para no causar más dolor a quien ya de por sí es víctima de violencia. Advirtió que se debe evitar la devastación y que los conflictos se engangrenen sobre la base del estudio pormenorizado y el juicio justo.

Ese poder suave del Papa también pretende dejar atrás la alineación histórica de la Iglesia con el conservadurismo. Cables diplomáticos de la era Kissinger difundidos por WikiLeaks revelaron que El Vaticano colaboró con Estados Unidos para apoyar el golpe de Estado de Augusto Pinochet. Los mensajes del entonces número dos del Papa Pablo XI, Giovanni Benelli, quien representaba a la Santa Sede, defendían al régimen militar chileno y negaban la represión por la dictadura, que Benelli atribuyó a la “propaganda comunista”, aunque las acreditaban prelados conservadores.

Atraer más adeptos

El silencio de la Iglesia Católica ante las crisis humanitarias que dejó la intervención de Occidente en los Balcanes, el conflicto entre Ruanda y Burundi, la barbarie paramilitar contra sindicalistas en Colombia y su complicidad con las élites centroamericanas, explican el alejamiento de los católicos de esa institución. Bergoglio ha desplegado su estrategia del “poder suave” para atraer más adeptos.

En enero se anunció que El Vaticano aportaría tres millones de euros para enfrentar el Ébola en África Occidental. A la vez exhortó a agentes privados y públicos a aumentar los fondos para combatir esa enfermedad, cuyo último brote cobró la vida de casi ocho mil personas y afectó a más de 20 mil, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Para empoderar a las organizaciones católicas de los estados afectados, El Vaticano permite que ellas administren esos fondos y desplieguen a sacerdotes en esas regiones.

Con la misma lógica, en junio donó más de un millón de dólares para rehabilitar instituciones públicas de la isla caribeña de Granada; con ese financiamiento el gobierno local restaurará escuelas, centros de acogida para mujeres y ancianos, una iglesia y una biblioteca, entre otras construcciones, publicó la agencia Prensa Latina.

Otra forma de restituir la confianza de los creyentes ha sido la intensa reestructuración de los órganos financieros de la Santa Sede. Al iniciar su pontificado, Bergoglio buscó sanear el Instituto de Obras Religiosas (IOR), conocido también como el Banco del Vaticano, envuelto en casos notorios de corrupción, por lo que fue sometido a un severo escrutinio. En aras de mayor eficiencia y transparencia, también nombró al luxemburgués laico René Brulhart como presidente del Instituto de Información Financiera (IIF).

Para ganar el reconocimiento de las instituciones internacionales, en enero de este año se informó que las normas impuestas por el Papa lograron avances como la revisión del 55 por ciento de las cuentas de clientes (de un total de 10 mil) y su paulatina adaptación a los requerimientos internacionales financieros. El IOR también adoptó un manual de combate al lavado de dinero, el fomento de sistemas informáticos y la verificación de clientes y transacciones.

Así, la entidad restablece nexos con la banca italiana que congeló sus operaciones al conocerse casos de fraudes y lavado de dinero, como el del excontador del Vaticano, Nunzio Scarano, acusado del blanqueo de capitales y contrabando por unos 20 millones de euros.

En varios periodos históricos México y el Vaticano han enfrentado dificultades en su relación. Suspendida en 1861 por el rechazo a las Leyes de Reforma y agravada en los años 20 del siglo pasado por la rebelión cristera, el vínculo se restableció en 1992. No obstante, en febrero de este año el gobierno mexicano protestó al conocer que en un correo electrónico que el jefe de la Santa Sede envió en abril de 2014 al párroco mexicano Gustavo Vera, manifestaba su preocupación por el auge del narcotráfico en Argentina, y escribía: “Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Hablé con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror”. Ante la queja, El Vaticano aclaró que los dichos del Papa no pretendieron estigmatizar al país.

A pesar de la invitación gubernamental para que el estadista y líder católico visite el país, ese tema parece no merecer sitio en la agenda geopolítica inmediata. Mientras tanto, según el Censo de Población y Vivienda 2010, en México descendió el número de católicos en 17 millones.