"La diva más humilde": Miroslava Breach Velducea

**Así era Miros: la Diva más humilde; la sangrona más bondadosa; la enojona más hilarante (¿quién en el Diario de Chihuahua no recuerda sus airados reclamos, sin soltar la carcajada?) la amiga más amiga sin trasgredir la frontera periodística.


La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2017, 19:30 pm

Por Alejandro Salmón Aguilera

Es difícil describir a Miroslava Breach Velducea en una nota breve. De hecho, ella no escribía notas breves, “notillas hediondas”, solía llamarles. No se puede decir únicamente que era una “reportera profesional”, porque eso sería lo más obvio para quienes la conocimos.

Nadie que haya sido entrevistado por ella podría decir lo contario. Ningún lector, sea ocasional o asiduo, podría haber advertido algún manejo deshonesto o alejado deliberadamente de la verdad en su texto.

A esa descripción habría que agregar que era incisiva, como pocas personas dedicadas al periodismo. Un “no” era la señal de arranque. Cuando una entrevistada o entrevistado (aquello del lenguaje incluyente nunca se le dio) le respondía con una negativa o con una evasiva, era la señal inequívoca de que la entrevista apenas empezaba.

La cadena británica BBC, en su versión en español, la llamó “la reportera incómoda” en la nota publicada el 24 de marzo del 2017, donde daba cuenta del crimen que le arrebató la vida.

Tal vez ese sea el adjetivo que englobó su trabajo: el de la incomodidad, un rasgo que debe tener este oficio al cual Miroslava le dedicó 30 de sus 54 años de vida. Incomodidad, porque lo contrario no informa, “no da nota” o peor aún, sí da, pero para una “notilla hedionda”. No: era necesario reiterar, insistir, machacar. Fijarse en detalles que nadie más veía o que pasaban por alto; buscar mensajes en cada gesto, en cada rasgo de la vestimenta de su entrevistado; en el decorado de su oficina. Lanzarle la pregunta que nunca esperó, cual bateador que esperaba una recta y se encontró con un “slider”, de esos que incomodan hasta al cácher.

Deducir, por ejemplo, que el político Patricio Martínez iría por la gubernatura del estado cuando se apareció en una ceremonia del PRI con la barba recién rasurada, después de aquel famoso letargo que él llamó “la mecedora”.

Incómoda fue su actuación periodística a lo largo de su carrera en su estado natal, desde aquel año de 1993, cuando comenzó a publicar en El Heraldo de Chihuahua.
No todo era incomodidad, ni mucho menos. También había una especial mezcla de temperamento y solidaridad con el apabullado, como en aquel 22 de mayo de 1997, cuando hizo una detallada cobertura del operativo policiaco ordenado por el gobierno de Francisco Barrio para retirar a los campesinos indígenas del ejido Monterde de la Avenida Universidad, donde hacían un plantón de protesta frente a las oficinas de la PGR.

La cobertura de aquellos hechos marcaron todo un hito en su vida profesional, pero también en la historia del periodismo de Chihuahua, pues la dura realidad retratada en su nota incomodó a grado tal que motivó su salida de El Diario de Chihuahua, pero también la llevó a dedicarse de tiempo completo a la corresponsalía de La Jornada, periódico donde trabajó hasta el último día de su vida.

“A partir de 1997 fue contratada como corresponsal del periódico La Jornada, donde solía publicar los frecuentes abusos contra las comunidades de la etnia Rarámuri, conocida como Tarahumara”, resume la nota de la BBC donde se refieren a su carrera profesional.

Solidaria con el débil, así fuera un entrevistado o un compañero de trabajo. Su frágil antifaz de “sangrona”, como ella misma se describía, se caía a pedazos en cuanto veía a alguien en apuros. Ahí estaba, lo mismo para estar al lado de un compañero sus horas difíciles en el hospital, que para ayudar a la joven reportera que apenas se iniciaba en el oficio del periodismo.

Así era Miros: la Diva más humilde; la sangrona más bondadosa; la enojona más hilarante (¿quién en el Diario de Chihuahua no recuerda sus airados reclamos, sin soltar la carcajada?) la amiga más amiga sin trasgredir la frontera periodística. Esa era “La Breach”: imperdible, irrepetible, inolvidable.