La Cuba de hoy, el sueño de Martí

REPORTAJE ESPECIAL


La Cuba de hoy, el sueño de Martí

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2018, 22:00 pm

/facebook @twitter
Nydia Egremy

Por más de medio siglo, todo el poder destructor de la superpotencia mundial se ha enfilado contra la población y el gobierno cubanos. Nunca en la historia, un adversario de Estados Unidos (EE. UU.) ha sufrido tanto acoso político y tantas sanciones económicas y agresiones terroristas como las que el país que se dice más democrático del mundo ha lanzado contra La Isla.

A 59 años del triunfo de la prestigiada Revolución Cubana, y a 164 del natalicio del patriota José Martí, cabe recordar que Cuba y EE. UU. comparten historia, geografía e intereses regionales. Ambos países podrían compartir un futuro exitoso si el actual inquilino de la Casa Blanca honrara la normalización de relaciones que se inició en 2014. Los intereses estratégicos de México también pasan por los de esos vecinos; de ahí que urja una diplomacia con visión geopolítica.

En enero de 2018, los cubanos conmemoran el natalicio de su héroe patrio José Julián Martí y el triunfo de su revolución, iniciada en los años 50 del siglo pasado. Ambos acontecimientos, que marcaron la voluntad de Cuba por su autodeterminación, se celebran en medio de la agresiva política estadounidense contra La Isla, que el próximo 19 de abril renovará su dirección política nacional.

Por ello, la retórica de la prensa corporativa anuncia el “fin de la era de los Castro” y omite los éxitos del Estado cubano, entre los que se halla su sobrevivencia a 21 años de la caída del bloque socialista, a 52 años de bloqueo económico y el haber ganado la batalla de las ideas sin disparar un solo tiro.

Mientras, a 154 kilómetros de distancia, Donald John Trump ha dado un golpe de timón a la política que su antecesor, Barack Obama, inició con Cuba hace dos años. A solo seis meses de haber asumido el cargo, el magnate presidente ha desmantelado gran parte del proceso de deshielo bilateral.

La dirigencia cubana ha delineado relevantes reformas económicas y migratorias a pesar del genocida bloqueo que EE. UU. mantiene contra 11.4 millones de cubanos y que se traduce en carencias básicas en todos los ámbitos de la vida cotidiana y en un enorme lastre sobre la economía.

Asfixiar la economía cubana

Donald Trump delineó la nueva política hacia Cuba en junio de 2017 al firmar el Memorando de Seguridad Nacional. Ahí plasmaba el objetivo del capital corporativo de asfixiar la economía cubana, al imponer nuevas sanciones contra el estratégico sector turístico y los militares cubanos, quienes supuestamente controlan hoteles, tiendas y oficinas importadoras. Además de volver a imponer límites a los viajes de los estadounidenses a La Isla, el magnate daba crédito a la falacia de un supuesto “ataque sónico” contra sus diplomáticos en La Habana. Se trataba de cerrar el cerco.

Para agilizar esa política imperial, están las iniciativas del lobby anticubano en el Congreso. Ileana Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart y Carlos Curbelo son legisladores que históricamente han apoyado la subversión contra el gobierno cubano. Hoy encabezan ese grupo los senadores Robert Menéndez y Marco Rubio, que por años han azuzado la confrontación de EE. UU. y La Habana.

En un debate en torno al “fracaso” en la normalización de relaciones entre EE. UU. y Cuba que tuvo lugar en la universidad Miami-Dade College, Rubio no dudó en atizar el odio al expresar: “No es de nuestro interés tener un régimen dictatorial, antiisraelí, antiestadounidense, proiraní y proPutin a 90 millas de nuestras costas”. Rubio se mostró a favor del “nuevo enfoque”de Trump hacia Cuba.

Todo esto ocurre, pese a que el secretario de Estado adjunto para Latinoamérica y el Caribe, Francisco Palmieri, sostiene que su país no tiene pruebas de que La Habana esté ligada con esos hechos. Además, el director adjunto de seguridad diplomática del Departamento de Estado (DE), Todd Brown, ha afirmado: “No digo que sea un ataque acústico, pero sabemos que hay un elemento acústico asociado, que puede ser parte de otro estilo de ataque”. En represalia por esa situación, Trump expulsó a 17 diplomáticos cubanos y suspendió las visas de cubanos que desean viajar a EE. UU.

A pesar de que nunca se demostró la participación de La Habana en este supuesto atentado, Rubio insistía en el Senado en que Cuba perpetró o conocía de esos ataques sónicos. El legislador, que perdió en las primarias republicanas ante Trump, es vocero del terror y especula: “posiblemente usaron microwave y otra tecnología”. En tanto, la directora para EE. UU. de la cancillería cubana, Josefina Vidal, considera “inaceptables” e “irresponsables” las declaraciones de esa audiencia senatorial.

Y mientras en los pasillos de Washington prosiguen las teorías conspirativas, la Policía Montada de Canadá ha declarado que, según sus investigaciones, “es un misterio el origen” de las dolencias que en 2017 sufrieron ocho canadienses en Cuba. Esto da la razón a lo expresado por Vidal, exjefa del equipo negociador del proceso de restablecimiento de relaciones por parte de Cuba.

Cooperación pese a todo

Poco se sabe del gran esfuerzo que desde EE. UU. hacen las fuerzas solidarias con el proceso revolucionario cubano. Esa movilización se acentuó desde noviembre de 2016 tras la elección presidencial de Donald Trump. Algunas de esas medidas se han traducido en el fortalecimiento de la oposición a las restricciones impuestas por el nuevo mandatario contra Cuba; en particular han incrementado sus demandas y movilizaciones a favor del comercio bilateral, poniendo énfasis en lograr una mayor exportación de productos agrícolas de los estados del Medio Oeste y Texas, donde dominan las fuerzas de derecha. Han intensificado en todo el país la promoción de más viajes turísticos hacia Cuba e impulsado la venta de maquinaria agrícola mediante el convencimiento directo a los fabricantes.

Al mismo tiempo esas fuerzas progresistas dentro de la superpotencia buscan articular un diálogo más amplio entre las ciudades portuarias de Florida y Texas con el puerto cubano del Mariel y respaldan, además, la Junta Bipartidista republicana y demócrata en los niveles nacional, estatal y municipal. La apuesta es clara: se espera que las nuevas generaciones de estadounidenses en estados conservadores sean menos hostiles a La Isla.

Ante la acometida de EE. UU., discursiva y operativa con base en mayores sanciones económicas, los cubanos atestiguaron la reacción valiente y digna de su gobierno. Mientras mantenía el diálogo con las fuerzas políticas que dieron lugar a reuniones bilaterales entre La Habana y Washington, así como empresariales y múltiples sectores estadounidenses, La Habana defendía la soberanía y la independencia de los cubanos.

Esa apuesta por el diálogo pacífico de Cuba se traduciría en la persistencia del marco de diálogo con EE. UU., que contempla ocho capítulos temáticos. El 13 de enero se celebró la primera reunión de Ciberseguridad y Delitos Cibernéticos, en el que participaron grupos de trabajo de ambos gobiernos; los lideraron el coordinador cibernético del DE, Robert Strayer; el subsecretario adjunto de Políticas Cibernéticas del Departamento de Seguridad Nacional, Thomas McDermott y el Secretario Adjunto del Departamento de Justicia, Bruce Swartz. Uno de los objetivos es lograr mejores prácticas en la protección de la red.

Tres días después, grupos de trabajo cubanos y estadounidenses mantuvieron una reunión técnica en Washington para hablar sobre cooperación penal, como las solicitudes de extradición de fugitivos de ambos países y convinieron en realizar más conversaciones en el futuro. En noviembre de 2015 tuvo lugar el primer diálogo binacional sobre justicia y aplicación de la ley; sin embargo, es notable lo ocurrido el 16 de enero pasado debido a la difícil coyuntura.

Migrantes beneficiados

A cinco años de la Reforma Migratoria en Cuba, 819 mil 749 personas han viajado al exterior, muchos por primera vez. La reforma del 14 de enero de 2013 –que se actualizó en 2016 y hace unos días– eliminó el permiso de salida (tarjeta blanca) que restringía las visitas al extranjero y amplió de 11 a 24 meses el tiempo de estancia en el exterior. Hay medidas que benefician a la diáspora como la eliminación de la habilitación del pasaporte y la admisión de quienes salieron de forma ilegal (salvo los que lo hicieron desde la Base de Guantánamo).

Con su pasaporte, solo resta a los cubanos obtener el visado del país al que elijan viajar. En este lustro, dos millones 650 mil personas han viajado al exterior y EE. UU. fue el destino de 890 mil de ellos. En el primer lustro de esa reforma, los cubanos residentes en el exterior han realizado más de dos millones 70 mil viajes a La Isla, de los cuales un millón 570 mil corresponden a quienes arriban desde EE. UU.

Pese a las medidas que obstaculizan el flujo de personas entre ambos países, el interés de los cubanos que residen en EE. UU. por viajar a su país de origen se expresa en el hecho de que solo en 2017 unos 432 mil 786 de ellos visitaron Cuba, contra los 329 mil 448 que lo hicieron en 2016.

Futuro de la relación bilateral

El 12 de enero se conmemoró un año de la derogación de la subversiva política migratoria Ley de Ajuste Cubano, también denominada “pies secos/pies mojados”. Esa ley, instaurada en 1995 por William Clinton, con el frío cálculo de desestabilizar a la nación caribeña, alentaba la migración ilegal y la fuga de cerebros cubanos al ofrecerles la residencia permanente al año de haber llegado a la superpotencia si huían de La Isla.

A días de dejar la presidencia, Barack Obama suprimió esa ley, lo que supuso un paso trascendente en el restablecimiento de relaciones entre ambos países a partir del 17 de diciembre de 2015. En sus más de 20 años de vigencia, esa legislación provocó crisis migratorias, secuestros de aeronaves, lanchas y delitos como fraude migratorio y violencia. Hoy Cuba sostiene que la normalización plena de relaciones con EE. UU. pasa por que el Congreso de este país derogue esa ley.

Para los analistas, el futuro de los cubanos, de su relación con EE. UU. y con el mundo está determinado por el proceso electoral que consagrará la Asamblea Nacional del Poder Nacional, el 19 de abril próximo. Desde ahora se especula quién será el relevo político del presidente Raúl Castro Ruz. Entre los nombres más sonados figuran el primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel y el número dos del Partido Comunista de Cuba (PCC), José Ramón Machado Ventura. No obstante, como es usual en estos casos en todo el mundo, el secretismo se mantiene.

Los cubanos denuncian que la prensa corporativa ha decidido omitir logros como la designación de una mujer, Yailan Orta, como editora del órgano oficial del PCC, el diario Granma. También reclaman el silencio mediático contra el Programa Nacional de Nanociencia y Nanotecnologías, destinado a modernizar la industria –farmacéutica y biotecnológica, en la que Cuba es líder regional– para alcanzar la plena soberanía tecnológica. El plan comenzará este año y se proyecta hacia 2030.

Lo relevante en el ámbito político de Cuba, como señala el periodista y analista canadiense Arnold August, es que en 2018 las nuevas generaciones con mayor acceso al poder serán más propensas a defender la soberanía y la dignidad de su país y seguir desarrollando la Revolución contra los intentos de EE. UU. y sus aliados (abiertos y encubiertos) por subvertirla.

Política de odio

16 de junio de 2017. Trump firma el Memorando de Seguridad Nacional que adelanta su nueva política hacia Cuba y revierte la política de su antecesor.

8 de noviembre de 2017. El Departamento del Tesoro anuncia nuevas sanciones administrativas contra un amplio número de empresas del sector turístico (84 hoteles, tres agencias turísticas, cinco marinas), así como la importadora Corporación Cimex. Incluye una treintena de firmas vinculadas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (la Unión de Industria Militar), de Seguridad y del Interior. Con ellas no se podrán efectuar transacciones comerciales y financieras. Esto incluye a militares cubanos. Aunque mantiene los viajes de estadounidenses a La Isla en visitas personales o de estudio, exige que sean apoyados por una “organización patrocinadora”.

Martí en el siglo XXI

Cuando José Julián Martí fundó el Club Central Revolucionario Cubano y marcó las pautas para luchar por la independencia de Cuba, ignoraba que pasaría a la historia como el gran patriota anticolonialista. Este abogado y filósofo articuló con tenacidad voluntades a favor de la autodeterminación de su país al redactar las bases del Partido Revolucionario Cubano y fundar el periódico Patria. En 1895, Martí firmó la orden de alzamiento contra el colonizador y, por supuesto, ignoraba que apenas 64 años después inspiraría a la Revolución que puso en jaque al imperialismo estadounidense.

José Martí, nacido el 28 de enero de 1953, es “antiimperialista sincero, fervoroso y consecuente” como lo describió el político e intelectual Juan Marinello. Conocedor de las entrañas del monstruo, donde vivió circunstancialmente durante 12 años, el independentista fue pionero al afirmar que “El derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital; es la armonía, la conciliación, el acercamiento común de uno y el otro”.

Sabedor de la agresiva naturaleza del imperialismo, lo retrató en extraordinarios análisis y aun en simples pero rotundas frases: “(…) el monopolio está sentado, como gigante implacable, a la puerta de todos los pobres del mundo”. También sintetizó, desde luego, el espíritu independentista con esta sentencia: “Vale más un minuto de pie que una vida de rodillas”.

Y hoy, que desde el corazón de la superpotencia global se expanden la xenofobia y el odio al otro, bien vale recordar su expresión: “Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas”. El abogado y filósofo alentó el conocimiento para combatir al enemigo imperial, así lo revela su frase: “La ignorancia mata a los pueblos, y es preciso matar a la ignorancia”.

Martí tenía bien claro cuán depredador es el hegemón. Así lo evidenció cuando afirmó que “Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que se apartan de los Estados Unidos”. De ahí que insistiera en que los pueblos de América unieran sus fuerzas con la expresión: “Los pueblos que no se conocen han de darse prisa por conocerse, como quienes van a pelear juntos … los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas. Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado como la plata en las raíces de los Andes”.