El horror nuestro de cada día (309)

LA LEYENDA VIVA DE LA CRUZ VERDE


El horror nuestro de cada día (309)

La Crónica de Chihuahua
Septiembre de 2017, 16:24 pm

Por Froilán Meza Rivera

Chihuahua, Chih.- Los hechos se pierden entre los detalles de la leyenda que nos llegan gracias la tradición oral. Se dice que en el lugar donde se juntan en la actualidad las calles Victoria y Aldama, había un paraje boscoso, espeso de álamos y sauces, y de arbustos como el granjel y los huizaches.

Ahora se conoce al sitio como “La Cruz Verde”, y es que desde sus orígenes, hubo una cruz. Dicen que es éste el monumento más viejo de la ciudad, ya que el primer cristiano que pasó por aquí, clavó dos maderos de encino en forma de cruz. Se entiende que en aquel entonces, no había ni señal ni nada que indicara que se fuera a construir una ciudad o pueblo alguno.

No había nada en los alrededores.

Los mineros que transitaban desde las minas de Cusihuiriachi hasta Santa Elualia de Mérida, y hacia los beneficios de metal que ya se establecían en las márgenes del río, eran asaltados con cierta frecuencia por bandas de indios rebeldes. Por aquel entonces, se emboscaban por estos lares los apaches y comanches que acechaban misiones como la de Nombre de Dios, fundada en 1697 y que se llevaban el ganado que podían.

Existe la leyenda negra, nunca comprobada, pero que sí es sospechosa de calumnia histórica, de que muchas veces los indios no mansos estacaron cabezas de los colonos y las colgaron de esta cruz. Que los piadosos padres misioneros bajaban esos despojos para darles cristiana sepultura.

Ya con el descubrimiento en 1707 de la mina denominada La Fundadora en Santa Eulalia, y con el incremento de las comunicaciones entre los distritos mineros, los asaltantes asesinaban peregrinos que solían transitar por el camino. Que las mujeres eran violadas y los hombres martirizados antes de la cruz de encino, sin embargo ahí estaba la cruz, como testigo fiel de los sucesos.

Se consideraba que llegar al sitio de la santa cruz era una bendición, ya que los viajeros sentían la protección del cielo, se persignaban, pedían la gracia de apoyo, se hincaban y rezaban con fervor.

Esa cruz sintió también las pisadas de los indios domesticados y de los negros esclavos. Los misioneros, ya establecidos en la Villa de San Felipe el Real, realizaban honores a la cruz, llevando danza de matachines y enormes ramos de flores cada día 3 de mayo. La fiesta se prolongaba hasta la madrugada del día siguiente con una concentración total de la clase trabajadora.

Para cumplir con una manda, un personaje llamado don José de la Cruz Rodríguez cambió los viejos maderos de la cruz por unos de cantera labrada que pintó de verde. Como adición, colocó al pie del monumento una fuente de aguas cristalinas. Sobre esta nueva cruz, desde entonces, dejaron sus rezos miles de personas de todas las clases sociales.

La cruz original, el monumento más antiguo de la ciudad, fue derribada en una remodelación, y en la actualidad lo que se encuentra aquí es una réplica.

Todavía se conservan leyendas alrededor de este lugar sacralizado: se dice que se aparece por las noches una sombra que semeja un enorme murciélago que deja caer su sombra sobre la cruz. No falta quien afirma que se trata del espíritu de don José de la Cruz Rodríguez, que deambula implorando respeto para su amada cruz, la famosa Cruz Verde de Chihuahua.