Grecia, víctima del negocio global de la deuda

PorAbel Pérez Zamorano


Grecia, víctima del negocio global de la deuda

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2015, 09:16 am

(El autor es un chihuahuense nacido en Témoris, municipio de Guazapares, Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias Económico-administrativas de la Universidad Autónoma Chapingo.)

El 27 de junio, los ministros de finanzas del eurogrupo, que comparten el euro como moneda común, rechazaron el pedido de Atenas de prorrogar por dos años el pago de un adeudo que vencía el martes 30 y otros próximos; ofrecieron, en cambio, un plazo que ni en sueños permitiría al país recuperarse y poder pagar; acto seguido, redujeron el suministro de dinero a Grecia, obligando a su gobierno a imponer un control de capitales que limita a 60 euros los retiros diarios por persona, para proteger el funcionamiento bancario y evitar una fuga mayor de capitales. Hoy, martes 30, venció el plazo para cubrir al FMI mil 600 millones de euros y tener así acceso a un nuevo “paquete de rescate”, o sea, a más deuda, obviamente, firmando el compromiso de aplicar un programa de austeridad con nuevos impuestos a los alimentos, y más reducción de pensiones (mismas que ya han sufrido dos recortes, dejando a los pensionistas con un ingreso de 685 euros al mes). La llamada troika: FMI, Unión Europea (UE) y Banco Central Europeo (BCE) exige también aumentos de impuestos a sectores sociales pobres y medios, no así a los ricos. El gobierno griego no pagó el adeudo ni aceptó el plan de austeridad, y como respuesta llamó a un referéndum para el 5 de julio, donde el pueblo decida si acepta o no la propuesta. Al no pagar, Grecia ha quedado en peligro de salir del eurogrupo y acaso también de la Unión; pero sea lo que sea, lo ocurrido es trascendente, pues por su monto el impago es ya el mayor de la historia.

Lo cierto es que para Grecia el problema de la deuda era ya insostenible: representa el 175 por ciento de su Producto Interno Bruto (323 mil millones de euros), contra el 93 por ciento hace dos décadas; 60 por ciento lo debe a bancos de la eurozona, principalmente alemanes (56 mil millones de euros). Tan sólo al BCE (al que adeuda el 12 por ciento del total) le pagó por intereses 298 millones de euros, ¡en un solo año! Dado su pobre crecimiento y la política de los gobiernos neoliberales, Grecia ha caído en la trampa de la deuda: incapaz de pagar los intereses de la acrecida deuda, se le imponen como solución nuevos y nuevos préstamos; como la bola de nieve que crece en cada vuelta. Como dijo el rico Juan Haldudo en El Quijote: “por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda, por acrecentar la paga”. Así, Grecia queda atrapada en un remolino que la hunde cada vez más, comprometiendo crecientes recursos para la deuda y causando más pobreza, pues para garantizar el pago debe crearse un superávit primario (diferencia entre ingreso y gasto públicos): se le exige un 4.5 por ciento del PIB, y para alcanzarlo ha debido reducir salarios, aumentar impuestos a los sectores de bajos ingresos y el precio de los servicios públicos; reducir el gasto público y las prestaciones laborales; aumentar las privatizaciones para recaudar más recursos, todo esto con consecuencias devastadoras: el PIB ha caído en 25 por ciento desde el inicio de la crisis y el desempleo entre los jóvenes alcanza el 60 por ciento. Según el estudio “Greece: Solidarity and adjustment in times of crisis” (marzo de 2015), Instituto de Política Macroeconómica de la Hans Boeckler Foundation, el ingreso por salarios cayó en 27.4 por ciento en los últimos cinco años; los impuestos a los hogares de los cinco deciles de menores ingresos aumentaron en 337.7 por ciento, contra un irrisorio 9 por ciento en los de más altos ingresos. Entre 2010 y 2013, el consumo interno cayó y la evasión fiscal de las grandes empresas aumentó.

Ante este desolador panorama, no es de extrañar que triunfara en las elecciones de enero pasado el partido Syriza, liderado por Alexis Tsipras, político progresista que se comprometió a enfrentar el problema desde una posición socialmente solidaria. Al asumir el cargo, propuso un nuevo esquema: un respiro para las extenuadas finanzas griegas con el fin de evitar que el servicio de la deuda (el pago de intereses), como un agujero negro, absorba todos los recursos, y que el pueblo lleve toda la carga. Propuso a los acreedores prolongar los plazos y mejorar las condiciones de pago; sin embargo, en su desmedida ambición, éstos fueron inflexibles y exigen la rigurosa liquidación en los plazos fijados, sin considerar qué tan sostenible sea esto. El resultado del conflicto, hasta hoy, quedó ya expuesto.

Hoy, en vísperas del referéndum convocado, podría ocurrir que si el voto popular rechaza la austeridad, ello implicara la salida de Grecia de la eurozona y la UE, con las dificultades que pueda entrañar; y si la decisión es afirmativa, el país se expondrá a una recesión aún más aguda. De ocurrir la salida, realmente en términos del PIB el impacto negativo para Europa sería bajo, pues Grecia aporta sólo el dos por ciento. Los efectos serían de otra índole, pues podría haber más países que, igualmente agobiados por la deuda, o por otras razones, optaran por salirse, debilitando así a la Unión. El riesgo no es imaginario. En mayo pasado, David Cameron, primer ministro inglés, propuso al parlamento un referéndum para decidir sobre la permanencia del Reino Unido en la UE; tendencias amenazantes se manifiestan también en Hungría, la Liga Lombarda y Francia. La cosa, pues, no es sencilla.

Agréguese el riesgo geopolítico. Hace poco más de veinte días, Vladimir Putin ofreció en San Petersburgo a Tsipras apoyo para el rescate económico de Grecia y le invitó a unirse a los BRICS, si sale de la Unión. Ambos líderes firmaron un convenio para que el gasoducto Turkish Stream (antes South Stream), que cruzará Turquía, llegue hasta Grecia para beneficiarla con la distribución del gas ruso en Europa del sur. Putin ofreció pagar la inversión de ambas partes y adelantar a Atenas sus beneficios de los primeros cuatro años. A esto añádase la creciente inversión china en Grecia, sobre todo en el puerto del Pireo. Así que no es fácil para Alemania correr a Grecia de la Unión. Sería un gran triunfo para Rusia, China y los BRICS el tener un aliado en el corazón de Europa.

En cuanto a la suerte de Grecia si deja el euro y regresa al dracma, los premios Nobel Paul Krugman y Joseph Stiglitz ven correcta la estrategia del gobierno de Tsipras. Stiglitz declaró hoy a la BBC, que: “Las naciones europeas acreedoras “son las culpables” de la crisis griega y las condiciones que imponen al gobierno de Atenas son “indignantes”. Y añadió: “Para mi es obvio que la austeridad ha fracasado. El pueblo griego fue el primero en decir: ’Nos negamos a renunciar a nuestra democracia y aceptar esta tortura de Alemania’. Pero con suerte, otros países, como España y Portugal, dirán lo mismo”. En referencia al satanizado impago de Argentina en 2001, recordó: “Después del default, Argentina empezó a crecer a una tasa del 8% anual, la segunda más alta en el mundo después de China […] Estuve en Argentina y vi el éxito que tuvo, y lo que hizo para los estándares de vida […] La experiencia argentina prueba que hay vida después de una restructuración de deuda, y después de dejar un sistema cambiario”. En fin, la crisis griega es sistémica: es el afán de acumulación del capital, utilizando la deuda como mecanismo de acumulación y exacción de riqueza de los países más débiles, en sacrificio del bienestar social; es el poder financiero global imponiendo su ley y subordinando a naciones y gobiernos. Y si bien, ciertamente hay riesgos en la estrategia griega, todo indica que no había muchas alternativas, sobre todo si lo que se busca es el bienestar social.