El rito sexual en el que se inician los futuros líderes del mundo

El escándalo sexual recorre las universidades y los institutos de élite de Estados Unidos


El rito sexual en el que se inician los futuros líderes del mundo

La Crónica de Chihuahua
Septiembre de 2015, 17:44 pm

Faltan solo unos días para que Owen Labrie se gradúe. Lleva cuatro años interno en St. Paul’s, uno de los institutos más prestigiosos de Estados Unidos, y ha quedado en la azotea del edificio de ciencia y matemáticas con otra alumna.

El campus está perdido en medio del bosque de New Hampshire, al noreste del país, y las vistas son inmejorables.

Él tiene 18 años, juega al fútbol y es uno de los chicos más populares del lugar. Ella tiene 15 y este ha sido su primer curso en un instituto del que salen premios Nobel, secretarios de Estado, senadores y, en definitiva, los encargados de hacer que, el día de mañana, el mundo siga girando.

Son la élite y están cumpliendo el sueño de muchos niños de vivir en una especie de Hogwarts. Sin embargo, la vida en St. Paul tampoco es un camino de rosas. El nivel de exigencia es alto y la semana lectiva dura seis días. Aunque ahora el curso está a punto de concluir y ellos se han saltado todas las normas reuniéndose allí arriba gracias a una llave que él no debería tener.

Solo se conocían de vista cuando Owen empezó a mandarle unos emails muy cursis en los que le confesaba que se sonrojaba al ver su nombre en la bandeja de entrada o le escribía en francés. A ella aquello no le había dado buena espina así que, cuando le propuso quedar, ella lo rechazó. Pero luego uno de los amigos de Owen estuvo hablándole de lo buen chico que era y aceptó por miedo a ser grosera.

“Qué cambió de opinión más espléndido”, le contestó él.

Así que, allí está. Owen la lleva a una habitación oscura y empiezan a besarse. Ella le dice que no pero él le quita la ropa ignorando sus palabras. Ella se queda congelada y no reacciona cuando Owen le abre la vagina con los dedos y le escupe al comprobar que no está lo suficientemente lubricada para penetrarla.

Unos meses antes, Owen Labrie, al mismo tiempo que le enviaba a ella aquellos mensajes de lenguaje pretencioso, también mandaba otro email a sus amigos:

Asunto: Llegan los meses de follabril y foyo

Mensaje: Gracias por apuntaros, bienvenidos a ocho semanas de libertinaje.

Es la convocatoria a una competición en la que Owen quiere ser el mejor, el alumno que más virginidades haya conseguido quitar. Aunque no se lo ha inventado él. Se trata de un ritual secreto que se lleva a cabo anualmente en la institución desde hace décadas. Es el “senior salute” que tiene como objetivo que los alumnos de último curso compitan por acostarse con el mayor número de chicas de primero antes de irse a Harvard o a otra universidad de élite.

Cuando no tienen deberes, los chicos se reúnen en sus dormitorios para realizar listas con los nombres de las chicas que van a convertirse en sus objetivos durante los meses de abril y mayo. Las puntúan según su atractivo y un panel escondido detrás de una lavadora del campus lleva la cuenta de las conquistas de cada participante.

Owen siente admiración por uno de los ganadores de años anteriores. Un exalumno apodado El jefe del sexo al que quiere rendir homenaje con su participación en el concurso. Cada vez que pasa por delante del muro en el que el nombre real del exalumno está escrito, lo acaricia. Ya sabe el nombre de qué chicha va a poner en letras mayúsculas a la cabeza de su lista...

Cuando Owen vuelve a su habitación, los chicos están ansiosos por saber el resultado de la cita pero él se hace el remolón. Les dice que no ha pasado nada y acto seguido esboza una sonrisa de superioridad. Más tarde seguirán la conversación en Facebook.

Amigo: “No puedo creer que te la tiraras...”

Amigo: “¿Cómo pasaste de un “no” a follar?”

Owen: “Tuve que usar todos los trucos del manual”.

También chateó con la chica:

Owen: “¿Tomas la pildora?”

Ella: “Nop”

Owen: “Gracias a Dios que me puse un condón hacia la mitad”.

Owen: "Te quiero".

Ella: "Vale".

Pero ella no se fiaba de que realmente hubiera usado protección así que fue a por una píldora del día después. Cuando los sanitarios le preguntaron si las relaciones habían sido consentidas, ella contestó que sí.

Después de aquello siguió intercambiando algunos emails más con Owen. Seguía paralizada, no quería aceptar lo que acababa de pasar. Tampoco quería estropearle a sus padres la graduación de su hermana mayor y, sobre todo, quería autoconvencerse de que ella había tenido parte del control.

Pero, ¿cuántas lágrimas se pueden guardar antes de que el vaso se desborde?

Owen permanece serio. Su cara no deja que se refleje en ella lo que sea que le esté pasando por la mente mientras escucha a los testigos declarar. Anota alguna cosa en un cuaderno, le susurra algo a su abogado o se pasa los dedos por el pelo.

Se ha declarado no culpable y no reconoce haberse acostado con la chica a pesar de los mensajes en los que dice haberlo hecho. A pesar del ADN encontrado en la ropa interior de la chica. Sí que reconoce haber participado en la competición pero declara que él la enfocaba de otra manera. Él solo llevaba a las chicas a dar paseos románticos y, como mucho, se besaban. Aunque con la chica fue un poco más allá y se refrotaron porque ella estaba desesperada por tener sexo. Sin embargo, en un “momento de inspiración divina” él paró y no fueron a más.

Ella también está presente en el tribunal. Le toca testificar y recorrer con la memoria, una y otra vez, esa tarde que quiere olvidar. El abogado defensor la cuestiona, sabe que probar una acusación como la suya no es fácil y, en un momento dado, rompe a llorar.

“Yo fui violada. Fui violada en muchos sentidos”, dice entre sollozos.

Y puede que Owen no sea el único responsable. Según ella, la institución está al corriente de esta competición anual, algo a lo que St Paul’s, como suelen hacer las universidades y colegios mayores del país ante este tipo de escándalos, ha contestado con un silencio sepulcral. Como si fuera mejor esconder la mierda debajo de la alfombra que exponerla para poder limpiarla.

Al fin y al cabo, como Owen declaró a los policias durante la investigación :

"Para las chicas menores es un orgullo tener sexo con nosotros".

Owen Labrie, 19, de Tunbridge, EU, ha sido hallado culpable por la mitad de los cargo presentados, violación y con cubrir un cuidado mensual del niño, producto de la violación.