El pueblo de Venezuela amenazado

Por Omar Carreón Abud


El pueblo de Venezuela amenazado

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2015, 17:56 pm

El presidente de Estados Unidos, Barak Obama, emitió en días pasados una “orden ejecutiva” mediante la cual se cataloga a Venezuela como una "amenaza extraordinaria e inusual a la seguridad nacional y política exterior estadounidenses" y les impuso sanciones a siete funcionarios militares venezolanos a quienes canceló sus visas y ordenó congelar sus activos en Estados Unidos. La importancia de la declaración de Obama no debe subestimarse por ningún motivo ya que es, para efectos prácticos, toda una declaración de guerra porque ¿cómo debería enfrentarse una “amenaza extraordinaria”? ¿Cómo actuar ante una amenaza “insual” que se hace no a cualquier instalación o dependencia de Estados Unidos sino, nada más y nada menos, que a su “seguridad nacional” y a su “política exterior”? No con más declaraciones, ni siquiera con “sanciones económicas”, sino con un golpe violento que destruyera esa “amenaza extraordinaria e inusual”, y eso es lo que preocupa profundamente.

Estados Unidos perdió la gran oportunidad histórica que se le presentó durante toda la década de los noventa y quizá todavía los primeros cinco años de este siglo con la caída del experimento socialista en la Unión Soviética y Europa Oriental. El formidable adversario que Estados Unidos venía enfrentando por lo menos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, desaparecía casi por completo en 1990 y el buen vecino quedaba solo ante el mundo para imponer su modo de producción y la ideología que en él se genera. No escogió el camino de la persuación, de la incorporación inteligente de nuevos miembros al club de los desarrollados mediante el sistema de libre empresa, quiso la explusividad y decidió avanzar, en cambio, por la vía del sometimiento violento, invadió Irak dos veces, bombardeó y destrozó Yugoslavia, invadió Afganistán, en fin, rechazó hacerse de aliados y prefirió contar con súbditos. No resultó, la autoridad y la fuerza moral de Estados Unidos no crecieron en el mundo.

Ni la económica. Durante estos últimos años se ha hecho mucho más patente el surgimiento de nuevas potencias productivas que han acabado con el mundo unipolar. Ahora existe China como un gigantesco productor de mercancías cuyos precios han hecho pedazos a la competencia norteamericana en miles de sectores, existe Alemania cuyo peso económico y político en Europa no se esperaba después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial; está Rusia con sus inmensos depósitos de gas y petróleo, y la India y Brasil y otros países a los que ya no se puede someter económicamente con la facilidad que se hizo hace unos años y que se atreven hasta a comerciar sin dólares.
Francia y Alemania acudieron a Minsk a tratar de lograr la paz en Ucrania del Este en donde el gobierno golpista y proyanqui de ese país reprime violentamente a la población de origen ruso y, lo destacado del asunto, es que lo hicieron sin el consentimiento de Estados Unidos, cuyos halcones, los que patrocinan al gobierno ucraniano, se pusieron furiosos. Incluso Inglaterra, durante muchos años aliado incondicional de Estados Unidos, ha anunciado, para disgusto de los norteamericanos, que sin permiso de su socio, ya es parte de los países fundadores del Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés), promovido por China.

Pero Estados Unidos no se resigna. Sigue siendo una potencia militar pavorosa, cuenta con el ejército más numeroso y más bien armado, tiene bases militares en todo el planeta y posee el arsenal de bombas atómicas más grande, potente y destructivo del mundo y, también, las mejores y más rápidas formas de colocar esas bombas atómicas en cualquier punto de la geografía terrestre. Si bien es cierto que en los últimos años ha diminuido sus intervenciones militares directas (se redujeron las tropas en Irak y en Afganistán), también es cierto que Estados Unidos no ha renunciado a imponerse por la vía violenta para hacerse de fuentes de recursos (sobre todo energéticos) y materias primas y mercados y, para ello, genera, fortalece y financia rebeliones que por arte de magia se hacen de la noche a la mañana de un armamento moderno y sofisticado. Tales son los casos paradigmáticos de la “rebelión” en Siria y del Estado Islámico.
Y Estados Unidos sigue siendo también una potencia mediática. La primera del mundo. Una idea de los grandes jerarcas norteamericanos, cualquiera que esta sea, se puede convertir a voluntad en una verdad incontestable y universal en cuestión de minutos o, también, la realidad más crasa y evidente, si no es de su agrado, se puede transformar en una gran mentira, los medios de comunicación norteamericanos tienen, pues, capacidad sobrada para ocultar las luchas y los avances del pueblo y para hacer de un hecho intrascendente un acontecimiento “histórico”. El poder de manipulación de la opinión pública mundial por parte de los Estados Unidos es avasallador. ¿Cuántas generaciones de mexicanos ya han sido educadas en la ideología norteamericana? ¿Dos? ¿Tres?

Ya que el arma económica está debilitada (que no cancelada), contra Venezuela, un país mucho más pequeño que Estados Unidos que está a más de 3 mil kilómetros de distancia, que no tiene misiles crucero ni armamento nuclear, se está usando la amenaza del uso de la fuerza militar y se aplica la fuerza de los medios de comunicación mediante los cuales, luego de que se arma una asonada para derrocar al Presidente Nicolás Maduro y se descubre la tenebra, se presenta a los complotados como blancas palomas cuya libertad de expresión está siendo brutalmente reprimida, se clama por el respeto a sus “derechos humanos”. A Venezuela se le combate principalmente porque tiene petróleo, sus reservas se calculan en 320 mil millones de barriles, pero también porque ha seguido una política solidaria con sus vecinos del Caribe y Sudamérica y, junto con otros países del mundo, está tratando de construir un futuro mejor para el pueblo al margen de la voluntad y los dictados de los Estados Unidos. Venezuela corre el riesgo de una intervención militar directa o que su gobierno progresista sucumba bajo el método de Maidán (la plaza de Kiev que le dio nombre al método para derrocar gobiernos indeseables) mediante el cual se realizan manifestaciones populares “contra la corrupción” atizadas y financiadas desde el extranjero, manifestaciones cada vez más violentas, con heridos y muertos que se le atribuyen rápidamente al gobierno y, siempre y a cada día, muy bien cubiertas por los medios de comunicación mundiales que las presentan y justifican como liberadoras de la tiranía. Esperemos que nada de esto suceda.