El presupuesto 2020 presagia más pobreza y tensión social

**Al parecer, el ideal de país del Presidente es uno donde haya un solo banco con los recursos del presupuesto público, y millones de mexicanos convertidos en tarjetahabientes esperando que él, López Obrador, le deposite una iguala mensual a cambio de lealtad electoral.


El presupuesto 2020 presagia más pobreza y tensión social

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2019, 16:15 pm

Por Homero Aguirre Enríquez/
Vocero Nacional del Movimiento Antorchista

Hace poco, el Gobierno Federal enlistó los programas que serán eliminados definitivamente del presupuesto del próximo año y los (pocos) que serán creados o recibirán incrementos de recursos públicos. En resumen, continuará la política de hacer un hoyo para tapar otro y el presupuesto total será menor al de 2019, Hacienda calcula que tendrá una reducción de 90 mil millones.

Las promesas de lograr, por ejemplo, un sistema de salud “similar al de los países nórdicos”, quedará simplemente en palabras sin sustento alguno, entre otras muchas que el gobierno lanza al voleo en la plaza pública. De acuerdo con el documento “Pre- Criterios 2020”, elaborado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), lo que veremos el año entrante es más de lo mismo: el gobierno de López Obrador continúa la eliminación o el debilitamiento paulatino de programas que incidían de alguna manera en el bienestar de las familias más pobres, para transfundir ese dinero a los programas de entrega de pequeñas cantidades de dinero mediante tarjetas a los futuros votantes y a dos o tres proyectos de infraestructura. Al parecer, el ideal de país del Presidente es uno donde haya un solo banco con los recursos del presupuesto público, y millones de mexicanos convertidos en tarjetahabientes esperando que él, López Obrador, le deposite una iguala mensual a cambio de lealtad electoral, aunque sigan siendo tanto o más pobres que antes. El sueño dorado de los mapaches electorales, incluidos los que se incorporaron a Morena, pero muy malas noticias para la mayoría de los mexicanos.

Por ejemplo, desaparecen o se reduce drásticamente los recursos para el programa Prospera, las estancias infantiles, los programas de vivienda popular y los fondos destinados a obras como agua potable, electrificación, drenaje, caminos rurales, insumos agropecuarios, construcción y reconstrucción de escuelas, construcción y equipamiento de clínicas, apoyo a jornaleros, empleo temporal, techumbres para plazas escolares, casas de cultura, albergues estudiantiles, viajes de estudio, ciencia y tecnología, y muchos etcéteras más. Los únicos programas que recibirán incrementos presupuestales son los de becas a estudiantes de preparatoria y otros niveles educativos, el de apoyo a adultos mayores y jóvenes que no estudian ni trabajan. Y en infraestructura, lo que ya sabemos: la construcción de un tren, un aeropuerto y un corredor por el Istmo, proyectos que cada vez se encarecen y posponen más; además, le destina recursos a la Guardia Nacional, la supuesta panacea contra la inseguridad, o sea, reciben recursos los asuntos con los que diariamente el Presidente hace campaña desde ahora.

Todo eso no tendría mucha importancia si no significara algo tan terrible como el agravamiento de la pobreza, el principal problema de nuestro país, y sus temibles secuelas de delincuencia, violencia, migración y otras. Aunque la vistan de retórica presuntamente popular, la política de Andrés Manuel López Obrador no va a resolver el problema de la pobreza y la desigualdad, que aquí y en China sólo se combate aumentando la producción y redistribuyendo la riqueza nacional con una política fiscal progresiva, un plan de inversiones privadas y públicas y una considerable elevación de los salarios, todo ello comandado desde el Estado y con amplio respaldo popular; todo ello ausente de la política y del presupuesto que hoy asoma la cabeza.

Hay voces muy serias y científicas que apoyan la urgencia de un nuevo modelo económico. Recientemente, Adrián García Gómez un analista del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), una institución muy objetiva en el análisis presupuestal, dijo en una entrevista radiofónica con la periodista Francis Martínez algunos datos y verdades que todos los mexicanos deberíamos conocer porque están en la base de nuestros problemas. México pertenece a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el grupo de países más desarrollados del mundo, nuestra economía es la numero catorce del mundo, pero, cito al analista, “una reforma fiscal progresiva es inevitable. México es el país de la OCDE que menos recauda impuestos, y el país cuyo sistema tributario reduce menos la desigualdad (o sea, donde menos pagan los que más tienen). Tienen que entrar en discusión aumentar impuestos al capital, entre otras medidas”. Algo similar ha recomendado la OXFAM y varios organismos internacionales que nada tienen de izquierdistas, y nada de eso existe en los planes del actual gobierno.

Agrega el analista que “lo que tiene el gobierno para gastar representa el 24% del Producto Interno Bruto (PIB), pero de esa cantidad, 17 puntos del PIB se destinan a participaciones a los estados, pensiones, gastos operativos de empresas del Estado, pagos de deuda pública, es decir, no se puede disponer de ellos salvo que se quiera generar un caos. Así que el gobierno entrante escasamente dispone de 4 puntos porcentuales del PIB para infraestructura y programas sociales, uno de los porcentajes de gasto público más bajos del mundo, y que hacen imposible mejorar el nivel de vida de los mexicanos; ése es el tamaño de la cobija con la que López Obrador quiere acabar la pobreza, y como es tan pequeña, cada gasto que intente hacer en favor de los pobres, descobija a esos o a otros pobres.

Una vez que el Presidente equivocadamente reduce el problema a “combatir la corrupción con el ejemplo” y con los supuestos ahorros de ahí obtenidos, entregarle a los pobres, dinero en efectivo, algunas vaquillas y sembrar arbolitos, pero a costa de frenar las obras públicas, los programas de vivienda, etcétera, el problema no se acabará, sino que creará algunos peores, que asomarán la cabeza en cuanto pase el efecto de juguete nuevo de las tarjetas y la gente se dé cuenta que sigue en la miseria.

Sólo un pueblo que conozca estas verdades profundas y la imposibilidad de hacer un México más justo si no se modifica la manera en que se distribuye la riqueza, entenderá la urgencia de organizarse y acceder al poder político para hacer una verdadera transformación que elimine la pobreza de nuestra patria y nos vuelva más felices a todos.